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Escuchar para vivir

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Las generaciones que van creciendo poseen cierto menosprecio por el arte de escuchar, sus individuos luchan internamente entre la necesidad de adquirir sabiduría y el rechazo de escuchar con atención a padres, abuelos, maestros, entre otros. Viven aceleradamente en un mundo fantástico cibernético y los consejos que necesitan, les parecen descontextualizados de su modernidad. Todo les aburre y sus potencialidades comunicativas se desarrollan en la dimensión impersonal digital.

Se ha perdido el sentarse a la mesa y escuchar historias familiares, lo que por cierto, refuerza la identidad y la pertenencia en niños y adolescentes. Mientras reciben enseñanzas valiosas, por medio de las historias y anécdotas de vida y superación de los integrantes de sus estirpes. Las reuniones se desarrollan de cuerpo presente y mente en línea, lamentablemente esto desvirtúa el tiempo de calidad que puede ofrecerse en las relaciones humanas, y deja una especie de sin sabor o sensación de desamor en los corazones.

No hay tiempo, suele ser un mensaje que exudamos por doquier, en ocasiones sin palabras. Se carece de tiempo para escuchar, acompañar y mirar a los ojos a quien te habla. Paradójicamente, se pierde mucho tiempo viendo payasadas, a las que se les llama arte, atiborrándose de series o películas de moda, o formando parte de grupos auto excluyentes. Mientras, nuestros ancianos pierden todo sentido de vida, carecen de  corazones donde verter su sabiduría y las estrategias que aprendieron a lo largo de la existencia, y desean otorgarlas a las generaciones siguientes. Una cruda realidad que oprime con sutileza y genera tapones en los oídos.

Será que empieza a ser una necesidad humana el aprender a escuchar para vivir. Esto puede ayudar en la formación y desarrollo de una identidad familiar y social, generar la fijación de conocimientos y sabiduría por consejo o ejemplo de vida, desarrollar empatía ante la expresión de sentimientos propios de cada individuo, amenizar nuestros días y noches con risas y momentos, que pasen a formar parte de las historias propias. Estableciendo una red de confianza y apoyo emocional, donde se pueda reposar ante las dificultades de la vida.

Escuchar induce el pensamiento crítico, la disertación, el aprendizaje y la valoración, todas estas es de suma importancia. Prestar atención a lo que se dice en un momento dado, te permite salir de tus conflictos personales y trasladarte a una dimensión de escucha benevolente, dando importancia y valor al interlocutor, lo que sin duda, será apreciado y fortalecerá lazos afectivos añadiendo sentido a los procesos de la vida

Si las vivencias buenas o dolorosas, los retos e historias de superación, fracasos o los amores perdidos, pueden enseñar a los más jóvenes, esas experiencias se convierten historias de vida dignas de ser contadas. Por lo tanto, deben ser valoradas y escuchadas con atención. Quién sabe, si estés a tiempo de tomar una mala decisión, y una buena historia te alumbre el entendimiento, rescatándote de la frustración inminente.

@alelinssey20

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