¿Cómo hacen los que escriben sin fuerzas para escribir? Fuerzas que se pierden por vivir en tiempos de guerras y crisis, de enormes dificultades que absorben todas las energías. Es un hecho que la escritura requiere una concentración que se tiende a lograr con un ambiente de relativa paz y tranquilidad. Entonces, ¿cómo lograr escribir cuando no se tiene ninguna de las condiciones mínimas para hacerlo? Este es un tema recurrente cada vez que me abruman los problemas, que el agotamiento llama urgentemente al descanso y que me llena de admiración cada vez que conozco un nuevo caso de resistencia y fidelidad a la escritura. Pero incluso, cuando sacas fuerzas no sabes ni de dónde, también pareciera que el contenido de lo escrito se repite y nos decimos: ¿para qué escribir si ya te haces repetitivo?
La respuesta está en estos tres principios: debes dejar testimonio de tu tiempo ¡y más aún cuando vives tiempos de grandes injusticias!, solo la práctica constante puede permitir que mejores en el arte que amas, y el hábito se logra cuando cumples con la meta periódica aunque todo diga que tu actividad no rinde ningún fruto. Lo que tenemos que decir solo nosotros podemos hacerlo. El silencio (ausencia de testimonio) jamás permitirá nuestro aprendizaje y la superación del mal. El cuentista Horacio Quiroga fue claro: “Ama a tu arte como a tu novia” ofreciéndole todo tu tiempo, fuerzas y pasión. Es evidente que el hábito no debe ser algo sin poner empeño en aprender, pero saber que en algunos momentos lo haremos con cierto fastidio, pero lo importante es hacerlo. La musa no llegará si no trabajas.
Y por todo lo dicho me he puesto a escribir mi artículo semanal. Sin tema claro para hacerlo y poco a poco salió ese mismo: el no tener ni tema ni fuerzas y a pesar de ello: ¡teclear, teclear y teclear! Ser fiel con el compromiso asumido. Soñar en medio de las letras con tiempos de abundante inspiración, paz productiva y alegría artística. Ha sido inevitable pensar en la famosa “sequedad” de la vida espiritual; en los matrimonios que se quieren pero que perciben cierta rutina que apaga la pasión y la promesa una vez que se casaron ¡para siempre!; y en toda actividad laboral-profesional que parece estancarse pero que todos los días te levantas y te pones en la faena. Y por último: meditar en nuestra nación venezolana imbuida de este deprimente estancamiento que parece un trágico hundimiento. Saber que la diferencia la hará nuestra fidelidad ¡a toda prueba! Para seguir sembrando democracia, libertad, solidaridad-amor y el trabajo siempre honesto y bien hecho. Aunque todos digan que no vale la pena, ¡tú harás la diferencia!