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Escolar o «excolar»

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El pasado jueves 12 de septiembre, el caricaturista Pinilla de este diario El Nacional ilustró con ¡Listos para iniciar el año escolar! el crítico estado de la educación venezolana en todos sus niveles, a lo largo de estas primeras décadas del siglo XXI. La pared derruida de una escuela y un pupitre deteriorado no son producto de la imaginación del artista, sino de una realidad que no requiere anteojos. Se trata de un desastre nacional solo posible de rescatar con una declaratoria de “emergencia” y no exageramos, porque de paso no es algo nuevo, comenzando desde la misma podredumbre discursiva de una dirigencia mediocre.

Si bien Bolívar puso todo su empeño por dotar de educación a los pueblos que independizara, convencido de que “moral y luces son nuestras primeras necesidades”, hoy eso es letra muerta en la República. Innegable tampoco el histórico decreto del presidente Antonio Guzmán Blanco de la “obligatoriedad y gratuidad de la educación” no tomado en cuenta por sus sucesores y peor aún, durante las dictaduras de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, hasta la firme disposición de la Revolución de Octubre (1945-1947) con la educación de masas. Posteriormente, durante la democracia constitucional (1961-1999) ejecutaron innegables inversiones en infraestructuras de escuelas, liceos, universidades, tecnológicos y pedagógicos, hasta el Programa de Becas “Gran Mariscal de Ayacucho” en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, aunque ¡claro está! se descuidaría su calidad y el primero en alertarlo fue el eminente pedagogo Ángel Rosenblat, en una compilación de artículos suyos “La educación en Venezuela” (1965). como un fracaso, al observar que… “Su finalidad parece mucho menos ambiciosa. Se reduce fundamentalmente, a proporcionar a los estudiantes conocimientos indispensables de enseñanza, cuando no burocrática oficina expedidora de títulos. Porque esto es, básicamente, lo que parece desear la mayoría de los estudiantes, tanto de Venezuela como de otras muchas partes del mundo. “La inmensa mayoría de los que llenan hoy las aulas no han acudido a ellas por un afán de saber, sino por un ansia de poder, De poder económico, social, político” observaciones que no se tomarían en cuenta.

A tales extremos se llegaría, que en su afán de adecentar la función pública, el entonces partido Acción Democrática creó un “Tribunal de Ética” que investigó, como desde su propia Secretaria de Educación Nacional se manipulaba al Ministerio de Educación, para diversas formas de corrupciones ¿qué pasó? ¡Nada! Y con la llegada al poder del chavismo y su laberíntico socialismo del siglo XXI, nos retrocedería al siglo XIX y sobran informes que lo revelan como el modelo ideológico-político que evidentemente ha distorsionado las realidades existentes hasta un punto  desconsolador. El oficio educativo se encuentra en estado de depresión psicológica y material… desalarización, inseguridad alimentaria y más patética no puede ser la visión de todo aquello, según Ramón Cardozo Álvarez (05/12/22).

La crisis compleja de la Educación en Venezuela es «consecuencia de la inexistencia del Estado docente, la desalarización del trabajo pedagógico, el irrespeto a la autonomía de los gremios, la violación de los derechos laborales y la gravísima deserción escolar y la migración de docentes, la casi inexistencia de programas de asistencia al estudiante, el incumplimiento de la obligación de inclusión educativa de los pueblos indígenas, la instrumentación de prácticas de persecución y acoso laboral con trasfondo partidista, la imposición de modificaciones al currículo escolar con sesgo ideológico y la vulneración de la autonomía universitaria en todas sus expresiones”. Todo a lo cual hay que sumar la crisis integral del sistema universitario, las deserciones de alumnos de docentes que blindan toda una tragedia y en consecuencia, hemos dejado de tener escolares del latín “scholaris”,
que se refiere a lo que tiene que ver con la escuela o con los alumnos, por “excolares” porque a más ignorancia se fortalecen las autocracias. ¡Ave María!

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