El 21 noviembre de 2021 es una fecha que marca el fin de la vida del profesor Antonio Escohotado.
Estaba pautado que este martes 23 de noviembre debía ser publicada la segunda parte de mi columna relacionada a la “energía y las personas”(que dejamos en pausa para la próxima semana). El fallecimiento del filósofo Escohotado obliga -a los que amamos la libertad- a sumarnos al homenaje que le hacen por su legado, pensamiento y visión.
Escohotado nació en Madrid, España, el 5 de julio de 1941 y murió en Ibiza. Un apunte para nosotros los latinoamericanos, antes que nada: era profundamente amante de América Latina. Vivió en Brasil alguna parte de su infancia, lo que permitió a Escohotado entender a los latinoamericanos y su proximidad con Europa, con la historia y el porvenir.
El maestro había dicho meses atrás que “estaba listo a morir”, entendiendo que ya hubo cumplido su misión en esta tierra. El profesor cumplió. Dejó un monumento literario irreemplazable e insuperable por la libertad. A través de sus hijos y colaboradores empezó a difundir su filosofía a través de las redes sociales (@Twitter, principalmente) y fue a través de esa herramienta que llegué a conocer su pensamiento, obra y legado.
Mi aproximación a su obra fue sumergirme en su gigantesco Enemigos del Comercio l, ll, lll, pieza literaria de tres tomos que principalmente representa la más férrea defensa del capitalismo, de la libertad, de la innovación, del comercio y la industria ante el comunismo/socialismo. No olvidemos que Antonio Escohotado era, anteriormente, comunista/anarquista por confesión propia, habiendo conocido esa filosofía se dio cuenta de que era absolutamente pérfida y hueca. Hice una muy rústica columna haciendo mención a Enemigos del Comercio y la vigencia permanente de ese libro, por ejemplo, en las relaciones económicas energéticas.
Otro de sus libros ampliamente conocido y debatido es Historia general de las drogas, para entender el fenómeno del negocio, industria e impacto de las drogas en nuestra sociedad.
Pero volamos a su principal obra: defender la libertad.
Su enseñanza nos encamina por la vía de repasar la historia del mundo -la historia política y económica de Occidente- para concluir que no sólo la cristianización fue un impacto en la sociedad, sino la relación laboral entre personas: vale decir el trabajo remunerado como factor decisivo en la construcción de sociedades comerciales base de las modernas. Entender la transición desde la esclavitud a la relación feudal a la venta del trabajo/servicio moderno es la historia de la humanidad.
La conclusión es que el dinero, el comercio, mueve el mundo en plena relación de libertad. Usted pone el precio y verá quien compra. Esas relaciones comerciales de libertad no pueden estar, ni mucho menos, sujetas a la mano férrea de un estado totalitario. Y la creatividad es madre del comercio. Alguien inventa algo y alguien lo compra. Ejemplos de eso huelgan.
El autor advierte -con mucha razón- que el surgimiento del comunismo acontece siempre en épocas de prosperidad de la sociedades, y cita como ejemplo aquellos alzamientos de campesinos guiados por “líderes” que predicaban el “pobrismo” (“ser pobre es mejor que rico”), para pelear en favor de ese “ideal” del comunismo que Tomás Moro y su “isla de la Utopía” empezaba a dibujar, o aquellos complotistas como el “Complot de los Iguales” en 1794, cuyo lema tiene por base “si suprimimos la propiedad y el comercio la sociedad recobrará rápidamente su armonía”, nada más falso y alejado de la realidad. La pobreza no genera superación y un estado controlador y planificador no es garantía de bienestar, es todo lo contrario. Menos mal el emperador Napoleón suprime aquella forma de “religión” política de odio al capitalismo, liberalismo y comercio para dar paso a los prolegómenos del comercio en libertad. Y empieza triunfar, en la realidad, el comercio, vale decir el capitalismo. La realidad es la principal enemiga de la “filosofía” del comunismo dado que es poco menos que imposible que todos seamos iguales. A la gente no le “gusta” ser pobre, por ello la alta movilidad social lo demuestra: no hay cubanos que tomen una balsa para ir a Venezuela sino a la próspera Norteamérica. No hay europeos que en pateras vayan al norte del África, es todo lo contrario. La gente va a buscar siempre escenarios en donde puedan progresar y prosperar y la libertad del comercio, el liberalismo es el único sitio que puede garantizar aquello.
Otro “elemento” que “construye” el comunismo moderno -y que es rebatido por Escohotado- es el afamado “Sermón de la Montaña” que ensalza una “doctrina” pusilánime que “los más importantes” en la sociedad son “los pobres de espíritu, los pobres materiales y los perseguidos” pero en contraposición surge el liberalismo, el amor profundo a la libertad y a la autonomía de crecimiento de las personas antisectarismo. En contraposición a las letanías y lamentaciones surge la creatividad, el ingenio y la fuerza de salir adelante para construir eso que se llama prosperidad. Nada mejor que pelear para ser próspero y pleno.
Esos conceptos de búsqueda de prosperidad se pueden traducir en: el fin del totalitarismo. Baja regulación. Estado pequeño y libertad absoluta del ciudadano. Son postulados base y mínimos de la democracia moderna que Escohotado, siguiendo a otros autores, es principal abanderado, que prefiere el “sistema americano”: individualismo y bajos impuestos. El triunfo del capitalismo norteamericano no tiene parangón. De ser una colonia a erigirse en la primera potencia del mundo.
Es la fuerza de la iniciativa en busca de la prosperidad.
La propiedad privada es la base de la libertad. Nadie lo niega ni nadie lo duda. Y es el final de la “era” de hombres domesticados, vía violencia o vía “derecho”. La esclavitud y el nazismo, son parecidos en eso: esclavitud del hombre a través de la violencia y la norma que aplasta y asfixia.
Escohotado comulga -y me adscribo- que el trascendental fundamento moral del capitalismo es que es la única forma -descubierta hasta hoy- que logra que la sociedad se supere, vía el comercio, negocio y la transacción. Solo el comercio supera la pobreza.
El maestro Escohotado pide que los liberales reconozcamos la realidad y la transformemos, vía la innovación, creatividad, libre comercio y el intercambio en un ambiente democrático que permita el desarrollo de la persona. Pide, además, disputar los pensamientos totalitarios que no solo han traído muerte (nazismo, comunismo, fascismo) sino pobreza (socialismo, populismo, etnonacionalismo).
La realidad nunca es total. Nunca es o blanco o negro, siempre hay la eventualidad de cambiar y reconstruir. Y esa es la ventaja del liberal: su capacidad inmutable de mutar y ser resiliente, pese a las crisis.
En esa dinámica, lo que hoy conocemos como “economía a escala” empezó en la Revolución Industrial, el advenimiento de la electricidad que dejó de lado al vapor y cuando el trueque fue cambiado por la moneda y luego el papel moneda, pasando por la moneda de oro, de plata, hasta mudar hoy en un capitalismo que mueve trillones en una economía-digital con nuevas capacidades e inventivas. Desde el bitcoin a la energía del hidrógeno, son nuevas formas de crear, modificar la realidad y crecer en libertad. Ningún régimen totalitario creó las maravillas que permiten hoy la medicina moderna, la tecnología, la industria avanzada espacial. Fue el liberalismo. La libertad y democracia.
Me adscribo a la frase del maestro Escohotado, hoy reeditada por sus condiscípulos: los liberales detestamos la genuflexión inherente al comandante supremo.
A Escohotado se le une, por ejemplo, otro gigante del liberalismo, Mario Vargas Llosa y su defensa absoluta de la libertad como patrimonio del individuo frente al colectivismo que es amorfo y abusivo.
Hoy podemos afirmar, como Vargas Llosa dijo en su momento, que ya son ocho grandes pensadores son responsables del cambio de pensamiento de la humanidad, en favor de la libertad contra el totalitarismo: Adam Smith (1723-1790), José Ortega y Gasset (1883-1955), Friedrich August von Hayek (1883-1955), Karl Popper (1902-1994), Raymond Aron (1905-1983), Isaiah Berlin (1909-1997), Jean-François Revel (1924-2006) y ahora Antonio Escohotado Espinosa (1941-2021).
Ahí la importancia del liberalismo como forma de conducción y comportamiento de la sociedad moderna.
Ojo, que Vargas Llosa como Escohotado era socialista.
Ambos certifican que la izquierda no es la solución para la creación de una sociedad justa, sino por el contrario es el liberalismo que innova, que crea que da la oportunidad y que es la única forma de construir sociedades.
Otro de los libros mayores de Escohotado es Sesenta semanas en el Trópico que describe, como espíritu aventurero de turista, la emergencia de economías en el sureste asiático, sus propias taras e idiosincrasias y las diferencias entre, por ejemplo Corea del Sur y Tailandia. En ese viaje describe la realidad entre las sociedades abiertas, de libre mercado y democráticas, abiertas a la historia, y aquellas que denomina sociedades cerradas, con vocación autárquica, sometidas a jerarquías totalitarias, religiosas y castrenses. Son apuntes de antropología comparada mismas que inciden, para bien o para mal, en el desarrollo de las sociedades modernas complejas.
La obra de Escohotado está siempre centrada a la prosperidad, a su incesante búsqueda por medio del trabajo, comercio, innovación, tecnología y libertad, por ello tiene mi afecto permanente, mi respeto y hago éste sentido homenaje a él y su legado que ya están inscritos en mentes de nuevas generaciones que amamos la libertad.
Él es un faro de la libertad. Permanente. Guiando a nuevas generaciones por el camino del bien.
Datos extraídos de:
@BorisSGomezU