Los economistas son conocidos por explicar lo que ya ha sucedido, y no siempre con acierto. Tratar de predecir lo que ocurrirá con la economía mundial debido al coronavirus puede ser más bien un ejercicio de economía ficción. Sin embargo, aunque no se acierte, es bueno tener en cuenta los posibles escenarios para estar preparados para los mismos.
El primer escenario es que China finalmente haya controlado el virus. A pesar de ello, la pandemia se habrá extendido a muchos países, donde se habrán tenido que tomar medidas similares a las chinas, para finalmente controlar el número de contagios y atajar la pandemia.
En este escenario, habría habido una caída del PIB importante, pero si los gobiernos toman las medidas adecuadas, como las medidas keynesianas anunciadas, el sistema productivo no se vería afectado, y la demanda perdida en este tiempo se recuperaría en los meses posteriores.
Incluso podría mejorar la eficiencia de la economía, pues se habrían hecho esfuerzos para mejorar el teletrabajo y las empresas habrían aprendido, a la fuerza, a desarrollar otras técnicas de trabajo más eficaces.
Sin duda, habría empresas que no aguantarían este período de cuarentena. Los Estados se verían tensionados también. Sería fundamental que los mercados financieros se comprometieran con la situación y asumieran riesgos que normalmente no aceptarían, para evitar quiebras innecesarias.
El segundo escenario, por supuesto, es que la industria farmacéutica sea capaz de desarrollar un tratamiento o una vacuna contra el covid-19. Esto solucionaría el problema y se acabaría con la pandemia. Habría empresas farmacéuticas que ganarían mucho dinero, sin duda muy merecidamente.
El tercer escenario sería el de un empeoramiento de la pandemia. China ha reducido el número de nuevos contagios, pero esto gracias a las medidas de cuarentena. No se sabe qué podría ocurrir cuando se levanten las restricciones de aislamiento. Podría haber una segunda ronda de casos de contagios.
En este escenario, los números podrían ser escalofriantes en cuanto a contagiados y muertos. Además, se cambiaría el modo de vida, pues habría que convivir con el virus en el mediano plazo.
Lo que ocurriría económicamente es difícil de imaginar. Probablemente se instauraría un sistema productivo diferente, menos sofisticado. Al convivir con el virus, los viajes y transportes internacionales se frenarían. Teniendo en cuenta la complejidad de la economía actual, debido la globalización, los Estados quizás tendrían que intervenir en las empresas para garantizar los servicios más básicos, nacionalizando algunas de ellas. Se produciría un efecto antiglobalización, y quizás de ruralización de la economía.
Sin embargo, siguiendo el principio de destrucción-creación de Schumpeter, cerrarían muchas empresas “viejas” para crearse otras nuevas probablemente más eficaces aunque más locales.
Un nuevo orden financiero podría surgir donde las “antiguas” deudas no tuvieran validez y se empezara, de alguna manera, de cero financieramente.
El cuarto escenario, no deseado, sería el de una pandemia prolongada que llevara a una situación de caos. El caos vendría fundamentalmente de una crisis financiera a nivel mundial donde la situación monetaria no fuera la correcta, ya sea por la quiebra de bancos o por la hiperinflación que se pudiera producir.
Hablar de crisis económicas puede ser el catalizador de las propias crisis. Sin embargo, el concienciarse cuanto antes de lo que hay que hacer y de los diferentes escenarios es bueno para que prevalezca el orden frente al caos. La crisis de 2008, de otra índole, sirvió para ver cómo se debía reaccionar ante situaciones límite, aunque hubo muchos damnificados que no deberían caer en la misma situación actualmente.
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