El Teatro Teresa Carreño se inauguró oficialmente el 19 de abril de 1983. El primer espectáculo de danza internacional presentado en la sala Ríos Reyna fue el London Festival Ballet, compañía que el 5 de julio del mismo año estrenó en Venezuela la versión de Romeo y Julieta de Rudolf Nureyev, sobre la partitura de Sergei Prokofiev, y Petrushka, de Mikhail Fokine, desde Igor Stravinsky, obras representadas como parte de las celebraciones del Bicentenario del natalicio del Libertador Simón Bolívar. Con esta temporada, se iniciaría una amplia y significativa presencia de artistas y compañías procedentes del exterior que harían del complejo cultural caraqueño una plaza relevante dentro del contexto mundial de las artes escénicas.
A partir de ese momento, hubo profusión de danza proveniente de otras latitudes de manera sistemática durante al menos dos décadas. Durante los años ochenta, Maurice Béjart y el Ballet del Siglo XX llegarían en dos oportunidades para causar gran impacto en la audiencia. Buena parte del trascendente repertorio del coreógrafo marsellés fue visto interpretado por elencos de excepción. Romeo y Julieta, La consagración de la primavera, Eros Thanatos, Dionysios Suite y el arrollador Bolero, fueron obras que entraron con fuerza dentro de la experiencia escénica venezolana.
El Ballet Bolshoi de Moscú resultó otra visita histórica. Por primera vez, la tradicional compañía de manera integral actuó en Caracas, bajo la dirección de Yuri Grigorovich. Su producción de Giselle y el programa titulado Tributo a Petipa conformado por escenas de La bella durmiente (Acto 1), La bayadera (Reino de las sombras) y Raymonda (Acto 3), mostraron la excelencia de la escuela académica rusa, la personalidad artística de sus bailarines principales y la rigurosidad y decantación estilística de su cuerpo de baile. Discreta fue la presencia de Galina Ulanova acompañando al conjunto moscovita, símbolo fundamental de la danza clásica rusa en el siglo XX.
Lo esencial de la sobria escuela inglesa de ballet, de la cual Ninette de Valois, Frederick Ashton, Alicia Markova y Margot Fonteyn constituyen emblemas, fue apreciado con las actuaciones del Sadler´s Wells Royal Ballet, con motivo de la primera gira de esta compañía por América Latina. Bajo la dirección de Peter Wright, presentó su fastuoso montaje de La bella durmiente y un programa de concierto integrado por suite de Paquita y El hijo pródigo, última obra creada por George Balanchine para los Ballets Rusos de Diaghilev.
La celebrada bailarina brasileña Marcia Haydée, al frente del Ballet de Stuttgart, quien ya había estado en Caracas en los años sesenta como miembro de los Ballets del Marqués de Cuevas, se presentó en dos ocasiones en el Teatro Teresa Carreño. El conjunto alemán trajo a Caracas Romeo y Julieta, de John Cranko, interpretada por Haydée, bailarina de particular expresión lírica, y su compañero artístico de muchos años Richard Cragun, además de Gaité parisienne, en versión de Maurice Béjart y Canción de la tierra, de Kenneth MacMillan.
Cuatro compañías procedentes de Estados Unidos evidenciaron diferentes modos expresivos de la danza moderna norteamericana. La compañía de José Limón se presentó dentro del VIII Festival Internacional de Teatro de Caracas. Su actuación permitió un contacto con Doris Humphrey, tesonera pionera, de quien la agrupación interpretó Cante jondo, además del revelador contacto con There is a time y La pavana del moro, obras emblemas se Limón, la última ejecutada por el bailarín venezolano de proyección internacional Carlos Orta, quien en esa oportunidad estrenó también su obra de tintes surrealistas Retablo.
Nikolais Dance Theatre, llenó de color y efectos multimedia la Sala Ríos Reyna, todo dentro de alucinantes puestas en escena. Liturgia, creación estrenada en el Teatro Municipal de Caracas en 1983, obra de Alwin Nikolais anunciada en su momento como un homenaje a Simón Bolívar, se convirtió de nuevo de los principales atractivos de la afamada compañía. Por su parte, Paul Taylor y su ensamble mostraron Explanada, referencial y exhaustiva propuesta de movimiento perteneciente a esta personalidad de la danza moderna americana. A su vez, Twyla Tharp, figura precursora de la corriente de la danza postmoderna, brindó en toda su amplitud las características de soltura y libertad de movimientos de su vertiente creativa, claramente identificable en la enérgica In the upper room y la glamorosa Nine Sinatra’s songs.
También de Estados Unidos llegó Dance Theatre of Harlem, dirigido por Arthur Mitchell, reconocido bailarín y discípulo de George Balanchine, compañía que incluyó dentro del repertorio ofrecido en Caracas, dos obras representativas del coreógrafo fundador del neoclásico en Norteamérica: Los cuatro temperamentos y Franjas y estrellas, además de una versión de Pájaro de fuego, de John Taras.
Este ejercicio de memoria sobre relevantes compañías internacionales de danza presentes en el Teatro Teresa Carreño desde los años ochenta, continuará en una próxima entrega.
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