OPINIÓN

Esa tiranía llegó a su final

por Luisa Ortega Díaz Luisa Ortega Díaz

 

Los resultados de las elecciones del 28J nos dejaron varias enseñanzas. Se logró que el ciudadano votara y que lo hiciera consciente de que tiene un poder inmenso en sus manos. Se logró demostrar, sin la menor duda, que el sistema electoral que se utiliza en Venezuela funciona, que sirve y que no se pueden modificar sus resultados. Se logró, igualmente, dejar al descubierto la enorme debilidad y fragilidad que padece hoy la autocracia, porque no tienen apoyo popular, que no son mayoría y pueden ser derrotados, pero, fundamentalmente, se logró demostrar que para permanecer en el poder tuvieron que vulnerar todo el aparato político, normativo e institucional venezolano. Fueron forzados por la fuerza democrática ciudadana a violar la Constitución y las leyes. Maduro y sus secuaces se vieron forzados a pisotear la democracia y todas las instituciones del país. Quedaron definitivamente en evidencia como lo que son: una banda de delincuentes inescrupulosos sin ningún respeto por la democracia.

Se demostró —y este es uno de los logros más significativos de esa jornada— que la vía institucional funciona, que cuando el ciudadano usa el poder enorme que le da la constitución, es posible derrotar a cualquier tiranía, porque cuando enfrentamos a los delincuentes que gobiernan en Venezuela respetando con rigor las reglas democráticas, cuando nos apegamos disciplinadamente a la institucionalidad, siempre saldremos triunfantes y fortalecidos. Y quiero recordar que reiteradamente he insistido en que cualquier otra vía que no sea la democrática que se pretenda transitar para derrotarlos, son rutas retorcidas en las que ellos llevan la ventaja para ganar. No podemos combatir el abuso con más abuso. Ni podemos defender la democracia con estrategias apartadas de los principios democráticos. Quedó demostrado que donde son vulnerables y no pueden ganar ninguna pelea, es cuando se les combate democráticamente, es cuando los obligamos a someterse al orden constitucional; por eso hoy más que nunca hay que actuar apegado a las reglas de la democracia y respetando la Constitución porque siempre ha dado resultado.

Sin embargo, también tengo que alertar que se está desaprovechando otro momento estelar del proceso político que vive Venezuela. Un momento que debe ser utilizado en toda su magnitud para darle a los facinerosos que gobiernan el país la estocada final. Algunos desvían el esfuerzo promoviendo irresponsablemente aventuras y asonadas, otros, malgastan energía y recursos en atacar a quienes comparten el mismo objetivo de lucha, otros venezolanos comprometidos también con la lucha democrática. Y, desde mi perspectiva, el discurso tampoco puede centrarse únicamente en denunciar que ellos escondieron los votos, que no publicaron los resultados —cosa que es verdad, por supuesto—, y mucho menos insistir en que no se pudo «cobrar». NO. Ese no debe ser el discurso. Cada palabra que se escribe o se pronuncia sobre lo ocurrido el 28J debe estar centrada en que ahora la prioridad es asegurarnos de que, así como acudimos a votar con disciplina, ahora cada ciudadano debe defender con la misma disciplina y la misma determinación, el enorme logro cívico que se alcanzó ese día.

Ellos fueron derrotados, fueron vencidos por la fuerza ciudadana del voto, pero Maduro intenta engañarnos con un caramelo envenenado al convocar de contrabando un nuevo y extemporáneo proceso electoral. Hasta no cerrar el proceso electoral anterior, hasta que no se cumplan todos los extremos que exige la norma y la constitución, el proceso del 28J sigue abierto, está inconcluso: esa es la única verdad, y no se pueden dar pasos en ninguna otra dirección que no sea cerrarlo constitucionalmente. Y se cierra juramentando al legítimo ganador, no convocando a otros procesos electorales espurios. Es por ello que toda la sociedad venezolana debe estar concentrada en defender su triunfo activando la opinión pública con análisis, estudios, artículos, conferencias y mensajes que le permitan al ciudadano tomar plena conciencia de que el 28J no fue una derrota, sino una de las jornadas cívicas más importantes que ha vivido Venezuela en los últimos años.

Ese venezolano que votó el 28J necesita confirmar que no se equivocó, que no se perdió el tiempo y que nada es más poderoso que la democracia y el poder ciudadano. No hay otros caminos, los caminos violentos no son opciones para quienes creen en la democracia. La prioridad sigue siendo la defensa de la democracia y la institucionalidad. Hacer otra cosa es caer en la celada que intenta tendernos la autocracia, quizá contando con la complicidad de algunos agentes políticos cuya transparencia y compromiso democrático ha quedado también al descubierto.

Yo propongo que ahora cada ciudadano se convierta en un faro de luz que ilumine con sus palabras la necesidad de defender lo que logró ese día. Yo propongo que cada quien defienda la jornada cívica que fue ese 28 de julio, ese logro social y democrático, que eche por tierra definitivamente la narrativa actual que Maduro y su maquinaria de propaganda intentan imponer a la fuerza. La avalancha de opiniones tiene que ser incesante, para que el tema que prevalezca en la opinión pública sea la perspectiva del ganador y no la del autócrata estafador.

Por ello hay que generar una línea política clara. Hoy el líder puede estar a resguardo, pero la causa debe seguir en las calles, en la conciencia de cada ciudadano. Si se impone la versión del estafador, habrán conquistado nuestras mentes, y eso no podemos permitirlo. Cada ciudadano debe estar empoderado defendiendo nuestra causa, independientemente de la situación actual del líder, pero a ese ciudadano hay que darle orientaciones políticas que le permitan saber cómo defender su voto, su decisión y su soberanía. La causa tiene que seguir en la cabeza de la gente, no se puede abandonar ese territorio porque la tiranía intentará ocupar ese espacio llenando la cabeza de la gente con otras cosas.

Necesitamos convertirnos todos en apóstoles de la democracia. Debemos multiplicar el mensaje, defender lo que conquistamos por la vía democrática, recordarle a la gente que el 28J fue un acto cívico de valentía histórica, donde nosotros fuimos —y seguiremos siendo— los protagonistas. Logramos el triunfo y lo defenderemos. Esa es la consigna.

Ese triunfo existe y hay que hacerlo valer. Debemos reivindicarlo, porque no fue el triunfo de una persona, sino el triunfo de todos los venezolanos que asistieron a votar y que demostraron en las mesas electorales que el país no quiere más a una alimaña como Maduro, ni a su banda de sicarios políticos.

Eso hay que defenderlo aun cuando no se revelen las estrategias, pero hay que decirles a los ciudadanos las líneas gruesas para que sepan cómo hacerlo.

No puedo dejar de mencionar que tampoco se puede seguir exponiendo a los venezolanos para que salgan a la calle sin tener un rumbo claro que seguir. Sin que se les haya explicado esa ruta, salir a la calle parece una apuesta ciega. Si no hay una dirección clara, ese pueblo no se va a movilizar.

Maduro sabe lo que ocurre, sabe que el pueblo lo derrotó, sabe que no fue una persona la que acabó democráticamente con su tiranía, sino que fueron millones de ciudadanos venezolanos los que con su voto le gritaron que ya no lo quieren ver más. Maduro sabe que lo derrotó la democracia, sabe que, a pesar de sus amenazas, la débil institucionalidad que aún existe en Venezuela le permitió al pueblo usar el poder del voto para arrodillar al tirano; y ese poder ciudadano sigue vivo, latiendo en cada corazón, con ansias de actuar y hacer que se respete la voluntad de quienes hemos decidido que está tiranía ya llegó a su final.

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