Tienen razón los que piensan que el nuevo presidente norteamericano no es de los que comparten el centro de la escena con nadie. Su alianza con Elon Musk no está orientada en ese sentido sino en poner al servicio de la causa presidencial las enormes ventajas que este titán empresarial maneja con soltura y con incuestionable eficiencia. El empresario, a la cabeza del Departamento de Eficiencia Gubernamental, va a estar encargado de promover reformas estructurales a gran escala esencialmente en el terreno del recorte de gasto en las agencias federales. Nada que tenga que ver con la política comercial externa ni la diplomacia norteamericana.
Pero ocurre que la contundente presencia comercial global del magnate Musk pudiera ser un elemento esencial del acontecer futuro si ella fuera puesta al servicio del nuevo gobierno estadounidense… o bien del chino. La relación con China del emporio Musk es una de las áreas en las que pudiera haber elementos de acción o de desencuentro.
La Revista Forbes asegura que el involucramiento de Musk en China no va más allá de su vinculación al desarrollo de negocio automotor con que éste cuenta en Shanghai desde el año 2019, aunque su presencia comercial allí data de más de una década. Solo en el año 2023 en sus plantas chinas se produjeron cerca del millón de vehículos para el mundo. Sus inversiones son altamente relevantes para Pekín.
Para la segunda potencia mundial, una relación estable con Estados Unidos en la era Trump.2 será uno de los elementos esenciales de su relacionamiento externo. De allí que la presencia de Tesla y de Musk en su suelo pudiera, dentro del ideario de Xi Jinping convertirse en un buen eslabón para impedir un desacoplamiento.
Nada de lo anterior ha sido planteado formalmente, pero la dependencia de los negocios de Musk de la buena pro de Pekín coloca al empresario surafricano frente a un ajedrez de manejo complejo. Es bueno aclarar en este punto que la red social X, uno de los centros de interés y de negocios del magnate no puede operar en China por deliberada prohibición gubernamental. Es bueno igualmente poner de relieve que algunas autorizaciones chinas son imperativas para el buen desempeño de la eficiencia de Tesla en el campo de sus plataformas de software de conducción semiautónoma de los procesos industriales. Ello sin dejar de mencionar la deuda de 1.400 millones de dólares que Tesla tiene contratada con bancos controlados el gobierno de Pekín y sin soslayar tampoco el hecho de que la mitad de las entregas mundiales de carros de su marca se está haciendo hoy desde Shanghai.
En el otro lado del océano Pacífico la supremacía norteamericana sí parece ser el elemento protuberante de la política externa del nuevo presidente republicano. Una política comercial con un alto componente de tarifas y de acciones compensatorias para evitar o temperar el favorecimiento chino a sus empresas y a sus productos tiene un puesto preponderante en la cabeza de Donald Trump. Pero el involucramiento de Elon Musk en este sector de la relación bilateral no ha sido considerado hasta el presente… porque en la práctica su capital político y su capacidad de influencia en el estamento de poder en China luce precario.
El verdadero poder de Musk reside en la influencia que puede ejercer en las grandes colectividades de Occidente a través de su poderosa red X. Más le vale al trumpismo tenerlo en cuenta a la hora de usar sus mejores capacidades. China, a pesar de Tesla, no es su lado fuerte.
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