Los países nunca tocan fondo. Siempre pueden estar peor, pero también pueden revertir hacia lo positivo los males que padecen cuando los dirigentes toman conciencia plena de lo que sucede. Nuestra preocupación avanza al contemplar la enorme acumulación de problemas sin solución y la incertidumbre creciente que se apodera del ciudadano común. Esto genera el rechazo hacia el régimen y también, hay que reconocerlo, hacia una oposición demasiado tímida que pareciera no entender la naturaleza de la situación actual.
Cada día se fortalece más una convicción que tengo. El pueblo es superior a sus dirigentes, en todos los aspectos. Quizás por sufrir directamente las consecuencias de la situación o por tener una formación básica con valores y principios democráticos, lo cual no es excluyente, cada día cree menos en lo que tiene a la vista. Está huérfano de liderazgo, más allá de algunas voces individuales que en la situación actual no tienen mayores posibilidades de ser oídas por todos. El control mediático avanza sin pausa. También la represión indiscriminada como instrumento para sembrar miedo y temor, evitando por ahora las acciones de rebeldía y rebelión necesarias para el cambio que anhelamos.
A todos los males sobre diagnosticados que conocemos, se agrega la situación delicada que se empieza a vivir en Colombia. Las primeras actuaciones del nuevo presidente, más allá de la retórica circunstancial del inicio, son altamente preocupantes. Se corresponden con sus antecedentes no tan remotos y con sus posiciones políticas contrarias a nuestra razón de ser en la vida pública y hasta en la privada. Ojalá nos equivoquemos y Petro nos sorprenda con una labor apegada, al menos en lo básico, al orden institucional existente, pero debemos estar preparados para cualquier cosa.
Lo antes dicho se agrega a lo que sucede internamente. Aún no se conocen los verdaderos alcances de la insólita cesión territorial que el régimen de Maduro ha anunciado a favor de Irán. Tampoco la naturaleza y objetivos de los ejercicios militares que se realizan en Lara con el protagonismo de países radicalmente opuestos a los valores occidentales y cristianos. Nada de esto, para solo citar algunas cosas, ayuda a resolver la delicada situación que se vive en los Estados fronterizos, el crimen organizado que se desarrolla de diferentes maneras, las estructuras consolidadas del narcotráfico y hasta del terrorismo y, en fin, como señalamos al principio, continuamos de mal hacia peor.
Petro puede llegar a ser un problema tremendo. Esperamos que no lo sea. Pero lo verdaderamente grave y cada día más peligroso para todos es el régimen del probadamente fracasado “socialismo del siglo XXI”. Ojalá y el electoralismo agudo de buena parte del liderazgo opositor y la candidaturitis crónica existente no terminen al servicio del régimen que dicen combatir. El problema no es electoral.
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