Si nos desvelamos añorando nuestras acogedoras ciudades, los encuentros con amistades de la vida, deseando tener el poder para detener la destrucción del sistema educativo, de los hospitales y puestos de salud, anular la condena por hambre de la infancia, erradicar la visión trágica de familias huyendo en busca de lo que perdieron, la impotencia ante la cruel represión, el chantaje barato del carnet de la patria, el miserable CLAP, si todas estas razones nos conmueven tenemos que comprometernos a buscar hasta encontrar la mejor salida y respuesta a esta profunda crisis que nos domina y vivimos. Un amasijo de angustias y aspiraciones presididas por la indeclinable decisión de refundar el país en el cual crecimos, imperfecto, pero con posibilidades de enderezarse, de corregir los desaciertos y acertar en el camino escogido.
Este tiempo cruel de aprendizaje que estamos viviendo nos ha enseñado muchas cosas y descubierto equivocaciones que podríamos corregir. Empezando por algo muy sencillo y ahora transparente, el bienestar no es una donación de un Estado que pretende manejar nuestras vidas, es el resultado del esfuerzo, del compromiso con nosotros mismos y con los demás. Parece una tontería repetir que la mejora de nuestra existencia no es un favor que recibimos, es por el contrario un reto y un compromiso. Es privilegiar la importancia de la educación, de la obtención de capacidades, única fuente autónoma para construir nuestras vidas y responder a las expectativas. No se mejora arrimándose, acogiéndose a la autoridad de un poder que puede ser cruel y falsamente benevolente como estrategia para atornillarse en el control y en el mando. No es cierto que la mejor sombra la recibe quien se recuesta y no quien puja para lograr su destino.
Si aceptamos este reto, es hora de comprometernos con la educación como gran emprendimiento social e individual. Nos tiene que importar quiénes son los maestros y cómo dignificamos su insustituible tarea; por algo en Suecia están volviendo a los libros de papel, bajándole la intensidad al dominio de la máquinas, dan marcha atrás en el uso de las pantallas y vuelven a los libros de texto en este país nórdico. Es imprescindible conocer cómo están nuestras escuelas y universidades, ¿pueden ser avasalladas por fuerzas colectivistas negadoras de la responsabilidad individual? o están conectadas con la gente que dedica sus fuerzas a producir en todos los planos, materiales e inmateriales. Reconocer el valor inextinguible de la educación solo puede ser producto de conciencia y reflexión, es considerar al ser humano con sus atributos en el eje de la construcción social, no el poder guerrero o represivo. La educación es el faro en la sombra, indica para dónde vamos, qué aspiramos como sociedad y como individuos responsables. Las elecciones en la Universidad Central han sido la mejor noticia, es reconocer que valoramos y somos fieles a nuestras responsabilidades de hoy y de mañana.
Cabe la posibilidad de resignarse a vivir en un mundo donde se imponen los llamados «antivalores» donde la educación es irrelevante, regímenes que se tornan en fuerza impuesta, donde sabemos que existen centros de torturas cruelmente denominados “la casa de los sueños”. Una sociedad donde la gente que trabaja para el Estado es víctima y cómplice -aun sin haberlo decidido- de las políticas represivas y las extorsiones de las instituciones del gobierno enfrentados a los que osan fundar empresas o declarar su adhesión a principios liberales. Ejecutan razias en las empresas, fabrican causas para castigar al emprendedor, extorsionan, amenazan con el cierre del negocio, clausuran prensa disidente, saben que el empresario está solo, sin defensas, multan y amenazan. Todo lo contrario de lo que deberían hacer, estimular, promover, apoyar el surgimiento de nuevas empresas que generen empleos, mejores salarios, garantizar la libertad de expresión y conciencia.
La dimensión de la burocracia del Estado como en todo régimen socialista ha crecido en este país de forma irrefrenable, personas en su mayoría con estudios incompletos, ninguna formación técnica, entran en una vertiente donde cualquier empleo se convierte en una vía para la extorsión y el abuso al ciudadano. La pregunta que podemos formular ¿Es este un destino del funcionario, acaso existen salidas, tendrán opciones para recapacitar y actuar como lo que deberían ser, unos verdaderos servidores públicos?
Estas reflexiones se alimentan de otras angustias que nos invaden a diario, la más fuerte hoy es la preocupación en el terreno político ¿qué puede pasar en unas elecciones primarias manejadas por nosotros mismos sin el apoyo de la institución del Estado y sus funcionarios civiles y militares? ¿Será verdad que es imposible que los ciudadanos organizados y convencidos de la urgencia de cambiar el destino político no puedan garantizar la efectividad del proceso?
Cabe la posibilidad de resignarse como ciudadanos o lo contrario, creer, tener fe y participar abiertamente. El funcionario público podría actuar de una manera diferente y en lugar de azotar a los emprendedores, a los opositores, ponerse a su lado, ayudarlo a crecer y generar oportunidades para muchos que están en espera. Para lograr este objetivo las elecciones primarias pueden ser un buen momento en el terreno político. Los empleados públicos no están condenados a ejercer una conducta represiva contra el ciudadano en todos sus planos, en el desempeño de su función podrían apoyar al emprendedor y al ciudadano, colaborar con el personal docente en las escuelas, vincularse con el empresario que intenta abrir una nueva brecha productiva, apoyar al ciudadano que ha decidido participar en elecciones para escoger un nuevo poder.
Las elecciones primarias autogestionadas, es decir manejada por los ciudadanos pueden ser una gran oportunidad, si así lo decidimos. En lugar de caricaturizar a las doñitas que opinan y actúan en política, apoyarlas en su tarea pedagógica de organizar a sus vecinos y mostrarles que el único camino para redimir a Venezuela es el acceso al poder político de gentes que creen en la justicia, en la libertad, que respetan al ciudadano y están allí para servirle.
Es posible que en las elecciones primarais autogestionadas tengamos menos recursos materiales, pero lo seguro es que la carga de conciencia, el esfuerzo humanos de cada ciudadano será el motor que moverá este evento aunque no tengamos las máquinas, los espacios y los recursos técnicos que podría haber provisto la institución del estado.
La pregunta entonces es, no si son sustituibles las elecciones primarias, el cuestionamiento sería distinto ¿Cuánto esfuerzo debemos dedicar cada uno de nosotros para lograr la libertad, para que los funcionarios públicos no se vean obligados a delinquir, amenazar al emprendedor, para no ser azote del productor y el comerciante, para que las cárceles se vacíen y se castigue sólo a los violadores de los derechos humanos de los ciudadanos decentes que son la amplia mayoría en nuestro país?
Repito las ideas de Ángel Oropeza “Es también el momento de decidirse con fuerza y de manera prioritaria a aprovechar la campaña electoral de la primaria para repolitizar al país y avanzar en su articulación y organización. Y, finalmente, insistir en reforzar las organizaciones sociales de base y en no abandonar la estrategia democrática –la única que funciona- y que incluye el votar como una de sus tácticas más eficaces”
La pregunta que debemos formular ante esta posibilidad de elegir un candidato libremente en elecciones primarias sería: ¿Cuál es el compromiso de cada uno de los que participan en el evento electoral, son conscientes de que hay que redificar las relaciones entre el Estado y la sociedad, basado en el concepto de que el Estado está al servicio de los ciudadanos? una institución que facilita, soluciona, presta servicios, promueve y apoya aquellos que emprenden experiencias económicas, los que expresan ideas políticas propias y no un extorsionador amenazante como lo es hoy.
Las elecciones primarias son además una oportunidad de aprendizaje del ciudadano común, nos obliga a mirar y evaluar las experiencias políticas recientes desarrolladas por los regímenes que pretendieron implantar contracorriente una nueva versión fracasada del socialismo. Las cuales acaban como siempre fracasando, como vive hoy Cuba, Nicaragua, Argentina y lo más reciente, cercano, como empieza Colombia a sufrir en estos tiempos venideros.
Veamos entonces el vaso lleno y valoremos las elecciones primarias como una oportunidad infinita para aprender qué es una democracia basada en sus principios básicos, en sus caracteres institucionales: electoral, liberal, mayoritaria, consensual, participativa, deliberativa e igualitaria. Descifremos cada uno de ellos y compararemos con los mandatos que hoy se imponen en nuestra sociedad, con una naturaleza totalmente contraria. En lo electoral, las dificultades y transparencia para elegir. Liberal, la imposición del dominio socialista, colectivista, enemigo de la propiedad de nuestras vidas, bienes y libertad. El poder minoritario ejercido con fuerza y represión contra las mayorías; la ausencia de acuerdos con los sectores, la negación de la participación ciudadana en las decisiones públicas, el carácter no deliberante sino impositivo. La inexistencia de rendición de cuentas y el irrespeto a la majestad e independencia de los distintos poderes.
Exijamos a los candidatos de esta contienda electoral una definición y aceptación de cada uno de estos conceptos básicos propios de la vida en democracia, contrarios a la generación de desigualdad que prevalece en las sociedades movidas por la lucha entre clases sociales. Sólo se trata en las primarias de asumir nuestras responsabilidades como ciudadanos y no dejarnos doblegar por algunas insuficiencias que si podemos resolver. Las elecciones primarias representan una oportunidad para expresar la madurez y el aprendizaje político generado en estas dos últimas décadas de imposición socialista.