El gobierno de Xi Jinping viene alertando al mundo sobre las alianzas de Estados Unidos en la región indopacífica que pudieran configurar una agresión contra Pekín tan significativa como el cerco a Rusia armado en el interior de OTAN. Algunos adláteres al mandatario de la gran potencia de Asia incluso han calificado de “venenosa” la iniciativa QUAD que reúne a Estados Unidos, Japón, India y Australia.
El QUAD – Quadrilateral Security Dialogue- es un foro estratégico informal, pero está llamado a convertirse en un contrapeso a la creciente influencia de China en el Pacífico. Opiniones emitidas por colaboradores estrechos de Biden aseguran que este “diamante de democracias” pudiera bien actuar en temas como telecomunicaciones, acercamiento económico, seguridad marítima, seguridad en las cadenas de suministro, tecnología y diplomacia. Solo que esto es suficiente para perturbar el sueño de los lideres de la capital china.
La realidad es que las torpezas de Joe Biden desde el inicio de su presencia en la Casa Blanca han ido tan lejos en política externa como convocar, una semana antes de la invasión rusa a Ucrania, a una reunión virtual de mandatarios de estos cuatro países para abordar la contención de los reclamos territoriales que China mantiene en esa parte del mundo. El momento no podía haber sido más inoportuno. ¿Quién puede creer, entonces, en este cuasi símil de OTAN de naturaleza pacífica?
En el año 2007, bajo el mandato de Hu Jintao, ya se había presentado un impasse en la región cuando China consideró estar siendo cercada por los socios de Washington en terrenos estratégicos. La sola amenaza de retaliación económica de parte de China enfrió en ese momento los apetitos de Japón, India y Australia obligándolos a recular. Las aspiraciones de Georges Bush de ejercer un mayor poderío en la zona quedaron, pues, para más tarde. Joe Biden pretende revivirlas.
El caso es que China ha estado evitando todo tipo de confrontaciones en aquello de respaldar o distanciarse de Rusia en el particular tema de su intervención militar en Ucrania. Pareciera que las extravagancias criminales de Vladimir Putin no le dan frío ni calor. “Ni a favor ni en contra” ha sido la posición asumida hasta en el Consejo de Seguridad de la ONU en un asunto de importancia primerísima para la paz planetaria. Pero los recientes actos de Biden y de los parlamentarios estadounidenses en favor de Taiwán han llevado a Pekín a reiniciar ejercicios militares como “respuesta a las interferencias extranjeras”.
Lo que sí es claro es que China no dejará de utilizar la buena coyuntura que le ofrece el conflicto ruso-ucraniano para adoptar una línea dura en el terreno de sus reivindicaciones territoriales – con respecto a Taiwán, por ejemplo – y por ello es que su política exterior se ha tornado más agresiva. Es su mejor oportunidad para enviar una alerta al mundo, al igual que a su contraparte norteamericana. El ministro de Relaciones Exteriores, Le Yucheng, ha manifestado en alocuciones oficiales que la crisis de Ucrania puede ser un “espejo” para reflejar la situación de seguridad de Asia-Pacífico. Y también ha establecido un elocuente parangón cuando ha afirmado que “construir grupos cerrados y exclusivos en la región es tan peligroso como la estrategia de la OTAN de expansión hacia el este de Europa”.
No hay que ser genio para entender a quienes se refiere.
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