La necesidad del cambio político en Venezuela no está en discusión, es deseado por casi 80% de la ciudadanía. La Emergencia Humanitaria Compleja y la Diáspora, ambas en progreso y sin cese previsto, constituyen pruebas objetivas e innegables del fracaso colosal del proyecto chavista en el ejercicio del gobierno. Además, hay una amplia convicción de que la continuidad en la conducción del Estado por parte de los mismos no hará otra cosa que profundizar los males existentes.
Si estuviésemos en democracia podría decirse con certeza que la posibilidad del cambio estaría cuasi garantizada cuando los ciudadanos fuesen convocados a votar.
El cambio político en Venezuela enfrenta serios obstáculos para su materialización, por la condición dictatorial del régimen imperante y su intención de perpetuarse sine die, así como por la oposición activa proveniente de poderosos actores políticos y económicos nacionales e internacionales estatales y no estatales beneficiarios del statu quo imperante.
La posibilidad del cambio político pasa, necesariamente, por la existencia de un proyecto, una política, una estrategia compartida y una praxis concertada entre todos los sectores políticos, sociales y ciudadanos partidarios del mismo.
El acuerdo para seleccionar en primaria abierta a todos los inscritos en el Registro electoral permanente, la designación consensuada de una Comisión de Primaria para regir el proceso, la inclusión de los venezolanos en el exterior para participar en el proceso previo registro son avances significativos en la ruta hacia la construcción de una gran coalición de fuerzas, sectores e individualidades democráticos. Sin embargo, esos avances, son insuficientes para generar la fortaleza política y el músculo orgánico necesario para competir con posibilidades de éxito con un oficialismo que, aunque carente de apoyo ciudadano importante, cuenta con el poder del Estado y sus aliados para abortar cualquier posibilidad de poner en riesgo su permanencia en el poder.
El reto actual del mundo democrático es tratar de aprovechar el proceso electoral presidencial de 2024 para movilizar a la mayoría nacional en función de desalojar del poder a quienes hoy lo detentan e iniciar la transición hacia la restauración de la vigencia real de la Constitución Nacional y la remisión de la emergencia humanitaria.
En el horizonte cercano hay dos desafíos para los factores democráticos a resolver de manera conjunta: garantizar la escogencia de la candidatura unitaria en una primaria exitosa en términos de participación ciudadana, calidad organizacional del evento, confiabilidad de los resultados. Evento que tiene varias amenazas anunciadas por el régimen y sus paniagudos destinadas a complicarlo o impedirlo judicialmente o secuestrarlo; resolver el curso de acción a tomar si como parece va a ocurrir el ganador de la primaria está inhabilitado.
En todo caso, aun siendo sorteadas exitosamente las dificultades mencionadas el camino hacia una victoria electoral estará preñado de problemas y contratiempos originados en la intención del chavismo de concretar un escenario electoral cónsono con sus intereses.
Lo pertinente luego de la Primaria es avanzar en la construcción de un centro dirigente unitario fuerte, consistente, representativo y sostenible que acompañe al liderazgo emergente de la primaria en la lucha política y electoral que viene a continuación en el 2024.
Lucha que demandará del liderazgo democrático claridad de objetivos, realismo político, flexibilidad táctica y mucha capacidad y diligencia para sortear con éxito las múltiples provocaciones, atropellos que el régimen llevará a cabo.
Si la dirigencia democrática hace suyo lo anteriormente expuesto contribuirá de manera decisiva a que el interrogante formulado en el título de estas reflexiones pueda ser respondido de manera afirmativa.
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