En medio de tantas conductas contradictorias que llaman poderosamente la atención, por lo menos de las que estamos siguiendo día a día, los acontecimientos que tienen lugar en Venezuela, nos interrogamos en silencio, con angustia justificada: ¿será verdad eso que se dice?
Por ejemplo, ¿será verdad qué en Venezuela no hay democracia y por lo tanto no se respira la libertad? Esa pregunta la desata el espectáculo de ver y oír a algunos venezolanos que se plantean la seria posibilidad de incursionar en procesos electorales regionales, incluso, algunos llegan a los extremos de que ¡ni de condiciones hablan para participar! El dilema, para mí falso, viene de que llevamos años denunciando que en Venezuela la llave Chávez-Maduro desapareció la democracia. O sea, que en Venezuela lo que impera es un régimen dictatorial. Si eso es verdad, ¿cómo es la cosa entonces? ¿Cómo se explica que de la noche a la mañana, por obra y gracia de las ambiciones y no del espíritu santo, nada sabe de truculencias electoralistas, se palpa, se mira y se siente, el ruido de las comparsas participacionistas preparando sus afiches, banderolas y canciones o jingles promocionales?
¿Es verdad que Maduro y sus compinches están en la lista de los más buscados por narcotraficantes? Si eso es verdad, entonces mal se puede pasear uno por la idea de elucubrar un supuesto arreglo para instalar un gobierno transicional en Venezuela. Sería como pensar en la designación de un pedófilo como director de un parvulario. O de un estafador como garante del oro que se guarda en el Banco Central. Y que conste que esas acusaciones las ha formulado la mismísima administración de Estados Unidos, no son chismes ni rumores, son hechos más que ciertos, tan es así que ¡hasta recompensas de varios millones de dólares! ofrecen por la captura de esos narcos.
¿Será verdad qué los crímenes de lesa humanidad no prescriben ni se pueden negociar en una mesa de tratos para dejar de lado las normas que regulan el funcionamiento de la Corte Penal Internacional? Pues si eso es verdad, mal se puede estar ofreciendo levantar esas acusaciones y hacerle ofertas a los culpables de esos delitos de que «les limpiarán sus respectivos expedientes» para que se vayan a gozar lo robado en cualquier paraíso del mundo.
¿Es verdad que la señora Michelle Bachelet firmó un informe en el que se determina que Maduro y sus mafias cometieron crímenes de lesa humanidad en Venezuela, entre ellos los miles de seres humanos ejecutados por la vía extrajudicial? Si eso es verdad, entonces mal podrían celebrarse conversaciones cordiales o amenas entre culpables y acusadores, salvo que sea para ratificarles la pena. ¿O no?