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¿Es necesario privatizar un muerto? El caso de Pdvsa

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Pdvsa

Foto: Miguel ZAMBRANO / AFP

En https://bitlysdowssl-aws.com/opinion/pdvsa-y-maria-corina-i/ el analista petrolero Rafael Quiroz Serrano lleva a cabo una apasionada defensa de conservar a Pdvsa como empresa del Estado, llamando la propuesta de privatizar Pdvsa hecha por María Corina Machado “insolente y polémica”.

Polémica podrá ser, ya que todavía existe en Venezuela una cierta tendencia estatista según la cual el Estado debe poseer, por asuntos de soberanía, el control operacional total de las llamadas industrias básicas y estratégicas. Esta es una postura fósil derivada de la fracasada filosofía estatista soviética, aún compartida por el régimen cubano y por los restos de una izquierda testaruda borbónica, según Petkoff, es decir, aquella que ni olvidaba ni aprendía.

Insolente no es, al menos en opinión de una inmensa mayoría del país, cansada de ver cómo el Estado venezolano ha destruido todo lo que cae en sus manos: la agricultura, la empresa manufacturera, el petróleo, la CVG, los puertos y aeropuertos, la educación y la salud. Lo inexplicable es que todavía exista en el país una corriente estatista que cometa el error de repetir siempre lo mismo esperando un resultado diferente, lo cual –según Einstein– es la definición de la locura.

El analista Quiroz Serrano añade que tal propuesta de privatización es antinacional, basada en una falsa modernidad y atenta contra el interés nacional. Sería antinacional si pudiéramos estar seguros de que Pdvsa en manos del Estado sería operacionalmente más eficiente, gerencialmente más pulcra y financieramente más conveniente que una industria petrolera operada por empresas privadas extranjeras y venezolanas, operando bajo contratos sometidos a las leyes de la nación. La historia nos dice que esto no es cierto ni en Venezuela ni en casi ningún otro país. La experiencia venezolana está a la vista, Pdvsa es una empresa destruida por el Estado. Es asombroso leer que el analista considera que la destrucción, la ruina y el mal manejo de Pdvsa son apenas “simples excusas para desnacionalizarla… “. Y agrega que ello justificaría “privatizar no solo todas las empresas públicas -con lo cual pudiéramos estar de acuerdo, con excepción de Pdvsa-, sino igualmente los institutos autónomos, ministerios, organismos públicos… pues todo ello es igual o peor que Pdvsa”.

Es decir, Quiroz le da la razón a María Corina Machado en todo lo que se refiere al sector administrativo en manos del estado, siempre y cuando no le toquen a Pdvsa. Para Quiroz Serrano todo desastre en Pdvsa estaría permitido. Esto suena a dogma, a fetiche, a superstición primitiva.

Pedir la privatización de Pdvsa, como lo hace María Corina Machado y muchos otros venezolanos, no se basa en una  falsa modernidad sino en una realidad histórica. Hay países en los cuales la industria petrolera es sumamente exitosa y donde no ha existido nunca una empresa estatal de petróleo (Estados Unidos). Hay países que tuvieron una empresa estatal de petróleo y dejaron de tenerla porque probaba ser ineficiente y corrupta (Inglaterra). En los pocos países donde una empresa estatal de petróleo funciona es porque tiene un componente gerencial privado muy sustancial (Noruega, Arabia Saudita). En América Latina no hay una sola empresa estatal de petróleos que haya sido claramente exitosa.  La mejor, Pdvsa, lo fue por algún tiempo porque pasó a manos del Estado como negocio en marcha, manejada por un sustancial grupo de los mismos gerentes que la habían manejado bajo la figura concesionaria, imbuidos de la misma ética gerencial, empeñados en mantenerla apolítica y libre de las pezuñas del estado. Se mantuvo así porque el Estado la respetó por cierto tiempo (CAP). Lograron hacerlo por unos ocho años, mientras estuvo Rafael Alfonzo Ravard a su cargo, pero ello comenzó a cambiar cuando el Estado (Luis Herrera) le quitó su autonomía financiera y la política partidista comenzó a influir sobre la designación de las juntas directivas y sobre las carreras de los gerentes de la industria. Esta es una historia bien conocida por quienes estuvimos allí adentro, como testigos de primera mano y como actores en la pugna por mantener la eficiencia y pulcritud gerencial de la empresa a salvo de la codicia del mundo político. Para quienes conocemos esa historia a fondo lo antinacional sería insistir en mantener la industria petrolera en manos del Estado.

Para el analista Quiroz Serrano la propuesta de MCM de privatizar Pdvsa es un intento censurable de “satanizar” al Estado. Pero quienes hemos visto la caída de Venezuela en el foso  del atraso y la miseria por culpa de los regímenes de bárbaros que la han manejado, particularmente durante este siglo, nos preguntamos: ¿Es que es necesario satanizar a Satán? ¿Es que para llamar al Estado venezolano corrupto, ineficiente, negligente, indiferente y antinacional, se requiere inventarle crímenes o calumniarlo?

No. Todo lo que se requiere es hablar de hechos, recordar la historia.

Al contrario, para hablar bien del Estado sí es necesario echar mano a los mitos y las leyendas más absurdas y tratar de mantener vivos los resabios izquierdizantes del estatismo que han causado ruina, muerte y destrucción en todos los países donde ha hundido sus pezuñas.

Según el analista Quiroz el Estado no es mal empresario per se sino que “todo depende del recurso humano que se utilice debidamente”. Y de nuevo, pone como ejemplo a la Pdvsa de los primeros años y a la CVG. Le puedo decir a Quiroz Serrano que en ambas empresas, donde desempeñé cargos a los más altos niveles, pude constatar que la pelea por la pulcritud y eficiencia de esas empresas contra las invasiones del estado rapaz siempre fue una batalla perdida, aun cuando el mundo exterior aún creía que todo andaba bien. Sobre estas dos empresas escribí libros detallando esas batallas.

En Pdvsa, ya para la década de 1980 –durante la presidencia de Luis Herrera Campíns- comenzó la declinación que llegaría a la crisis abierta con los pandilleros de Chávez y Maduro. En 1990 la eficiencia de Pdvsa ya era claramente inferior a las de sus competidoras Exxon, Shell, Chevron, etc., según puede verse en los informes de la época. En esa misma década, cuando estuve en la CVG, pude ver la nefasta decisión de la gerencia bajo Leopoldo Sucre Figarella de descapitalizar a algunas empresas (Ferrominera) para construir infraestructura en Guayana (buena infraestructura, mala gerencia) y pude ver el desastroso efecto de su desorbitada expansión y como resultado el posterior colapso del sector de la bauxita y del aluminio por culpa de gerentes animados por objetivos político-partidistas.

El éxito de una empresa se basa en la calidad del recurso humano, estoy de acuerdo, pero esta es solo una de las cuatro patas de una mesa. Las otras tres son el capital, la tecnología y la existencia de un entorno propicio a su desarrollo sin trabas. Ninguna de las cuatro patas de esta mesa existe hoy ni podrá existir en Venezuela a corto plazo. Los gerentes de la antigua Pdvsa ya no están disponibles en su gran mayoría y no hay una generación de relevo. No hay capital, ni lo habrá. No hay tecnología sin convenios con las empresas multinacionales. A lo sumo podremos tener un entorno que haya aprendido la lección y sepa dejar a una empresa del estado actuar con entera libertad gerencial, pero aún en esto soy profundamente escéptico.

Termina Quiroz Serrano su análisis diciendo: “… MCM como animadora, impulsora y propiciadora de la privatización de Pdvsa, le hace un flaco servicio al interés nacional…  al pretender consolidar la metamorfosis de la propiedad pública de nuestra casa matriz en propiedad privada transnacional, y así amputar la capacidad de decisión que tiene el país y el Estado venezolano sobre su propio destino”.  

Este grandilocuente párrafo contiene serios errores conceptuales. Uno de ellos es decir que privatizar la industria petrolera venezolana es equivalente a darle a las empresas petroleras privadas la propiedad de nuestra industria. En todo el mundo existen convenios de operación entre el sector privado internacional y los Estados, en los cuales la operación de sectores mineros, industriales, de salud, de infraestructura, etc., se contrata al sector privado que la lleva a cabo en conformidad con estipulaciones previamente establecidas, enmarcadas dentro de las leyes y reglamentos de la nación. Pensar que esta modalidad equivale a “amputar” la capacidad de decisión del país sobre su propio destino revela un complejo de inferioridad y un falso concepto de soberanía que es ya un dogma fósil.

Es triste que todavía debamos utilizar tiempo y esfuerzos en argumentar con otros venezolanos sobre políticas estatistas que ya debieran estar en el basurero de la historia.

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