En las lecturas bíblicas se atribuye a “Mateo El Evangelista” el versículo “Vengan a mi todos los que estén cansados. Yo les daré descanso”. “La Sagrada Escritura” está impregnada de apreciaciones, como ella, reveladoras de que “la vida es una lucha”. Demanda “empezar, retroceder y probar de nuevo”. Esa es su continuidad.
Las destrucciones suelen aflorar, aunque probables, pero solapándoseles por los propios moradores del mundo. El desplome de la Bolsa de Nueva York inicia la Gran Depresión del 29, imputable a la ausencia de regulaciones del “Estado interventor”. Del comportamiento humano fue, también, la Segunda Guerra Mundial, que achicó a Europa, por lo que pareciera haber hombres buenos y malos, entre los primeros, Franklin Delano Roosevelt, quien con “The New Deal” enfrentó el primer episodio y George C. Marshall, galardonado con el Premio Nobel de la Paz por rescatar las economías de Reino Unido, Francia y Alemania Occidental, edificando cimientos para la paz. Los hombres malos, aquellos que en provecho propio generaron los desastres.
No puede dejar de mencionarse la espeluznante “crisis financiera de 2008”, cuya causa institucional más grave consistió, “again”, en la no regulación de los mercados por el poder público, pero, concomitantemente, sobrevaluación de productos, el precio del petróleo y una crisis crediticia, concretamente, en el segmento hipotecario. La quiebra de Lehman Brothers, la gota que rebozó el vaso, pues, ya en 2007 habían cerrado agencias de intermediación financiera. Se lee que las consecuencias de este irresponsable episodio afectó a la clase media que vio a sus patrimonios esquilados y sin legitimidad para imputar a los causantes. Sus tristezas no han desaparecido de los rostros.
El mundo, pues, en medio de fuerzas que no coinciden. El común, probablemente, endilgaría la responsabilidad a la hechura, interpretación o puesta en práctica del “código político”, con sus ramalazos, para algunos del denominado “Estado interventor”, pero, a juicio de otros, a la paternidad del liberalismo para con la economía de mercado. En criterio del exjefe de doctrina del Vaticano, cardenal Gerhard Ludwig Muller, las elecciones presidenciales de 2020 en Estados Unidos serían definitorias para saber sí “la democracia” o “la dictadura” lideran el mundo. Enfatiza el teólogo que la votación decidiría “el sí a la vida contra el aborto, la libertad de religión contra la transversalización de la ideología de género y la histórica misión de “Washington” en defender la libertad. Es una afirmación, en rigor, alarmante. En el mismo orden habría de hacerse referencia al denominado “Estado profundo”, entendido como un ramaje inimaginario de detentadores de intereses antidemocráticos para destruir los gobiernos constitucionales (élites, integrantes del poder público, incluyendo al castrense, jueces, empresas y medios de comunicación). El fin, el poder. El término, como se afirma, ganó popularidad en las elecciones de 2016.
A los apuros mencionados, agregaríamos las pandemias, para algunos, manifestaciones espontáneas del ciclo existencial, en procura de reducir la sobrepoblación, hipótesis en la cual valdría la pena preguntarles a los australianos cómo han controlado sus íntimas apetencias. En criterio de otros, castigo del Todopoderoso ante nuestras bellaquerías, a pesar de que el genio de George Steiner atestigua que “en Auschwitz Dios guardó silencio”. A la más reciente titulada “coronavirus”, habría que agregar la viruela, el sarampión, la gripe española, la peste negra, el VIH, la plaga de Justiniano, el tifus, la cólera y la gripe de Hong Kong. La sumatoria de muertos, bastante más de 300 millones. El mundo, sacudido, pues, por duros malestares.
Pero si hablamos de pestes no deberíamos olvidar aquellas, no pocas, causadas por las “epizootias políticas”. El virus que las produce no demanda de mayor investigación, pues derivan de aquellos que detentan el poder político a través de los “contratos sociales” para posibilitar la convivencia humana. En el contexto de la imputabilidad, el causante será el gobierno o los gobernados, específicamente, en “i piccoli paesi”, no, precisamente por su territorio, pues el de Suiza no es muy grande, como tampoco el de Holanda. Se lee, inclusive, que el desarrollo en países pequeños supera el de las potencias. Indagar quién es el culpable del comunismo en la extinta Unión Soviética, para contestar que Putin y no los mismos rusos, no deja de acercarse a la falacia, tal vez, con la excepción de Alexéi Navalny.
El poder no solo es determinante en el actuar de la sociedad, también con respecto al interés de quien lo ejerce. Los demócratas, pocos, los dictadores muchos. Los pueblos parecieran entenderlo, no obstante, la confusión de cómo transigir de la opresión a la libertad. Las exitosas, excepcionales. El Instituto IDEA pareciera inclinarse por haber sido conducidas por verdaderos líderes, entre ellos, Nelson Mandela, Desmond Tutu, Lech Walesa y Adolfo Suárez. No trabajaron solos, por el contrario, con apoyo de las fuerzas sociales, políticas y cívicas y que cuando hubo de conversar con el dictador se hizo. Las decisiones del liderazgo constituyen, por tanto, un complemento determinante para cerrar el ciclo, no del todo fácil. Más bien, difícil.
En el lamentable caso de Venezuela, el enredo perturba. Los académicos Francisco Rodríguez y Jeffrey Sachs en el ensayo “How Biden can clean up Trump´s Venezuela mess”, cuestionan la eficiencia de las medidas del presidente republicano, por la negatividad de sus efectos en el pueblo y no en Maduro, sorteándolas con la ayuda castrense. Para “la dupla profesoral” el actual presidente de Estados Unidos ha de empeñarse en consolidar la lucha democrática en procura de elecciones constitucionalmente objetivas. No es de descartar que ante semejante afirmación, sensata o no, a los académicos se les endilgue formar parte de “la agenda socialista de Obama” y cercanos al “Deep State”.
La angustia en Caracas, no se sabe si para bien o mal, suele disiparse graciosamente, por lo que no se descarta refugiarnos en la cumbia “Llegó el original” y con el son:
“Pasito pa’ delante, pasito para atrás”.
Levanta bien las manos enséñame a menear.
La vida, una lucha. Y esta, una vida.
¿Difícil? Bastante.
@LuisBguerra
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