Leí en un reel, que me compartió mi hermana Celcia, algo muy hermoso, pero no científico ni verdadero. El reel hablaba de la familia como un lugar de respeto, amor… Debería ser así, pero no lo es. La familia es la base de nuestra sociedad. La sociedad no es más que la suma de todas las familias. Si la familia no funciona, la sociedad se destruye, algo que estamos viviendo cada día en el mundo. Si no trabajamos con la familia, no podremos parar el consumo de drogas, la violencia, la falta de valores, la corrupción, la hipersexualidad que arropa a la sociedad, y un gran y desgarrador etcétera.
La familia es un sistema. Todo lo que le pasa a uno de sus miembros, se refleja y afecta a todos. No importa incluso, si se encuentran a miles de kilómetros. La distancia física no es distancia emocional. Puedo dormir con mi pareja y estar lejos, emocionalmente hablando. Sin embargo, puedo tener un amigo en el Polo Norte y sentirme muy cerca. Es en la familia donde enfrentamos y debemos superar el reciclaje de la conducta. Papá y mamá “nos pasan” todos los conflictos, que a su vez les pasaron a ellos sus padres y ancestros. La familia es un lugar para crecer, si trabajamos nuestras mochilas emocionales.
Me enamoré de la terapia familiar hace muchos años, gracias a Zelided Alma. Después, el Dr. Pedro Savage, que ya no radica en esta dimensión, llegó a Santo Domingo con un PhD en terapia familiar en Estados Unidos, y seguí aprendiendo con él. Si yo sé de algo —mucho más que de sexo—, es de terapia familiar.
Comprendí la importancia de trabajar los problemas humanos con terapia familiar, porque nos ofrece la oportunidad de hablar con todos los implicados. Facilita la comunicación cara a cara, guiada por el terapeuta. Los cambios son casi mágicos, porque no tengo que quejarme de papá con un terapeuta: él me estará oyendo y puede explicarme los porqué de su conducta, pedirme perdón, etcétera.
Por eso, peleo tanto con los políticos, menos con la congresista María Elvira Salazar, que viven pretendiendo “resolver los problemas humanos” dejando la verdadera causa fuera. ¿Qué hacen ellos por nuestras familias? En Estados Unidos, República Dominicana y muchos países, las mujeres tienen que abandonar a sus hijos para darles de comer. Los dejan en casa de una tía o abuela, porque no hay quien los cuide. Ese “abandono” marca el futuro del niño. Por eso, pienso dedicar los años que me queden de vida a cambiar esto, por lo menos en Punta Cana.
La sociedad que no cuida a la familia, los niños y los viejos, está condenada a desaparecer. Hagamos cosas importantes que vayan al origen del problema. ¡Y lo cambien!
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