Cuánto aliviará al hombre de la calle la llegada de gasolina que transportaron los buques iraníes es un asunto sobre el cual no tiene mucho sentido especular. Para el nivel nacional de consumo de combustible, estos embarques a Venezuela apenas representan lo que una curita en una herida abierta. El solo plan revolucionario de su entrega a la población a través del carnet de la patria, lo que no es sino otro instrumento de racionamiento a la cubana, nos hace ver su verdadero alcance. Ello es lo que igualmente explica que las autoridades norteamericanas que vigilan el Caribe hayan reaccionado con desdén frente a la llegada a nuestras aguas de los tanqueros cargados de combustible. Ni resuelven el desabastecimiento ni atornillan en el poder al régimen usurpador.
Lo que sí cabe poner de relieve es la decisión de Nicolás Maduro de recurrir a Irán para la resolución de las dificultades de aprovisionamiento, lo que es un movimiento que de nuevo mete el dedo en el ojo de la Casa Blanca y es una demostración renovada del tremendismo característico del chavismo tropical. Tampoco este hecho está aislado de una nueva forma de relacionamiento externo de Miraflores, dentro de la cual, la Venezuela chavista ha emprendido un acercamiento con todas aquellas naciones enfrentadas a Estados Unidos por razones de distinta índole. Solo que no es lo mismo compartir un confite con China o Rusia que con Irán.
Un reciente análisis puesto en las redes por Trino Márquez dice que “el gobierno de Maduro está tejiendo nexos demasiado estrechos con un Estado acusado de fomentar el terrorismo a escala internacional y de apadrinar grupos antinorteamericanos y antisemitas tan agresivos y destructivos como Hezbolá, la Yihad islámica y Hamas. Esos vínculos con la teocracia iraní, tan ávida de expandirse por el planeta, coloca el conflicto de Venezuela en una nueva dimensión”.
Veámoslo más de cerca. En la relación de Venezuela con Estados Unidos no es solo el tema de la contaminación de la sociedad norteamericana producida por el narcotráfico lo que priva. Washington ha decidido controlar frontalmente el tráfico de narcóticos que sale por el Caribe y para ello hoy patrulla nuestra frontera marítima con equipamiento naval y con su flora aérea. Esta área de desencuentros entre Caracas y Washington está, pues, bien cuidada.
El otro tema, el de la connivencia del régimen de Maduro con Irán en relación con la seguridad nacional y lo atinente al terrorismo, sí es harina de otro costal para los gringos. Este es más viejo que el tema comercial puntual de la gasolina que está hoy sobre el tapete. Hacer causa común con uno de los países execrados por la primera potencia mundial por su política nuclear en primer lugar y por su manifiesto expansionismo regional no es un hecho de poca monta.
Estos acercamientos entre Irán y Venezuela han tomado diferentes formas de cooperación industrial, de empresas de inversión conjunta y de actividades “estratégicas”, que en casi todos los casos no han conseguido arrancar o materializarse: oro, tractores, armas, cemento, petroquímicos. De toda la miríada de actividades conjuntas, dos terrenos son particularmente llamativos para Norteamérica: la existencia de un programa de vuelos de apariencia comercial entre Caracas y Teherán que con frecuencia incluyen escalas en Siria cuyo contenido en equipos, material e incluso operadores iraníes o de Hezbolá no es claro.
El otro tema es el de la existencia de células activas de la milicia chiita en suelo venezolano para entrenar, junto con Cuba, a efectivos de las fuerzas militares en asuntos de seguridad y de inteligencia. Así lo señala el analista José Clavijo en el sitio web Geopolítica, quien se refiere a que las actividades furtivas de Hezbolá dentro del contexto de su “romance” con Venezuela incluyen lavado de dinero, tráfico de drogas y provisión de armas.
A fin de cuentas, este episodio de los buques iraníes cargados de gasolina para ayudar muy parcialmente al gobierno de Nicolás Maduro está posiblemente siendo sobredimensionado en cuanto su verdadera significación tanto para Venezuela como para Estados Unidos por igual.
Lo que es verdaderamente diciente dentro de esta estrecha relación bilateral Teherán- Caracas con fines inconfesables lo tienen en el Norte muy claro. Washington decidirá actuar en favor de la seguridad y de los intereses norteamericanos cuando llegue el momento de detenerlo y de hacerlo evidente ante la comunidad internacional. Por ahora es preciso señalar que cualquier acción que Donald Trump emprenda en este terreno será capaz de despertar, a su favor, la solidaridad nacional: la de demócratas tanto como la de republicanos.