América Latina aún sufre los estragos ocasionados por las consecuencias de la crisis sanitaria iniciada el 2020, el que generó el aumento del gasto público, mayor endeudamiento de los gobiernos, incremento de la pobreza y presiones inflacionarias.
Hoy la invasión de Rusia a Ucrania ha generado un escenario internacional preocupante y todo indica que los flujos de inversión en el mediano plazo no tendrán como destino nuestra región. Los grandes capitales buscan condiciones mínimas que garanticen sus inversiones, mercados atractivos, economías con tasas de crecimiento sostenidas en el tiempo y señales claras de estabilidad política. América Latina superó los altos niveles de endeudamiento de los años ochenta, impulsó reformas de mercado en los años noventa en un contexto de expansión de la economía internacional marcada por el fin de la Guerra fría, la disolución de la URSS y la democratización en Europa del Este.
La economía tenía un curso alentador. Sin embargo, en el plano ideológico todos aquellos que virtualmente habían sido derrotados, poniéndose al descubierto las debilidades y las falencias de las economías centralmente planificadas de partido único, tuvieron la astucia y sagacidad de reinventarse, sin rectificarse en sus propósitos políticos con clara vocación autoritaria. Cuba había perdido el generoso subsidio de la URSS y estando al límite de la «sobrevivencia» en la década de los noventa, impulsó leves reformas, atrae inversión extranjera en el sector turismo, sin ceder en el control político de la sociedad, bajo la égida de un solo partido. La visita de Juan Pablo II a Cuba en 1998 fue parte de la estrategía trazada con un propósito de propaganda y mejorar la imagen de la tiranía.
Cuando el gobierno de Rafael Caldera deja en libertad a Hugo Chávez, que cumplía una sentencia condenatoria por haber intentado perpetrar un golpe de Estado en febrero de 1992 contra el gobierno presidido por Carlos Andrés Pérez, se consuma un craso error. Se sabe que Fidel Castro se ilusionó con la libertad del golpista Hugo Chávez, toda vez que estaba convencido de que era el líder que necesitaba para impulsar un nuevo proyecto político en toda América Latina. Cuba tuvo siempre el propósito de instruir y alentar los movimientos guerrilleros en toda la región, haciéndolo con total impunidad, como parte de una estrategía política.
El fracaso de Ernesto Guevara en Bolivia fue elocuente. Sin embargo, el Ejército de Liberación Nacional y la FARC en Colombia lograron tener presencia en el tiempo, controlando incluso parte del territorio nacional. Ni Fidel Castro ni el Partido Comunista tuvieron pudor alguno. Por ello nunca cuestionaron la alianza de estos grupos subversivos con el narcotráfico.
La dictadura cubana sobrevivió y bajo una alianza política con el electo presidente Hugo Chávez encontró una fuente generosa de ingresos, sin ninguna proporcionalidad o equivalencia en términos comerciales o económicos. Venezuela subsidió generosamente a Cuba y el castrochavismo ha demostrado en los hechos su fracaso; quebrando la economía venezolana y generando la migración de más de siete millones de personas, ocasionando una crisis humanitaria sin precedentes. No tienen ningún interés de ceder en sus objetivos políticos y más aún bajo la agenda de convocar a Asambleas Constituyentes y aprobar Cartas Políticas redentoras, tratan de seducir y engañar sin ningún escrúpulo a nuestros pueblos.
La nefasta influencia cubana llevó al fracaso al gobierno de Salvador Allende en Chile, como ha violentado Colombia a lo largo de décadas. El neomarxismo, el socialismo del siglo XXI, bajo el auspicio del Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla; se han convertido en instrumentos políticos financiados con dinero ilícito e incluso por cooperantes internacionales. Ciertos sectores empresariales se sumaron, siendo notoria la presencia de empresas constructoras como Odebrecht, que con el auspicio político del hoy presidente Lula, influenciaron y corrompieron a diversos gobiernos latinoamericanos.
Es imperativo confrontar política e ideológicamente de manera permanente. Hoy en Chile, el gobierno de Boric luego de haber sido derrotado el 4 de septiembre pasado, insiste en ir a un proceso constituyente durante el presente año. En el Perú, la presidenta Boluarte ha decidido convertir a su gobierno en la segunda fase del gobierno de Pedro Castillo, por ello plantea la reforma total de la Constitución bajo otros procedimientos. Es el momento de las definiciones y de la acción política. La política exige liderazgos y partidos políticos con ideario e historia; tal vez sea el momento de evocar a Víctor Raúl Haya de la Torre y su vocación por la libertad.
Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú
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