Estados Unidos debe expulsar de su territorio a representantes de una falacia llamada Organización de Naciones Unidas, e intervenir militarmente en Centro-Suramérica.

Uno de los principales errores del imperio estadounidense es penalizar la producción, tráfico y consumo de drogas, porque ello no hace monjes ni ascetas a los ciudadanos y fomenta delitos vinculados a una realidad imposible de transformar. Es cultural la tendencia estadounidense a experimentar con estupefacientes. La legalización del cannabis impactó contra célebres carteles y redujo abominaciones relacionadas con la distribución y venta clandestina de la hierba. Ya cualquiera puede tener pequeños o grandes sembradíos de marihuana, una planta declarada medicinal al cabo de tanta e inducida tragedia. Pero continúan prohibidas la cocaína y otras menos populares lo cual provoca la transferencia de miles de millones de dólares hacia organizaciones criminales transnacionales que se fortalecen, a cada instante, actualizándose gracias a su inmenso poder corruptor.

Otro inaudito error de Estados Unidos es comprar materia prima [petróleo, oro, hierro, carbón, uranio, etc.] a malvivientes que usurpan el poder político-militar-judicial en distintas repúblicas, con nefastas consecuencias. Los estadounidenses deben separarse de la Organización de Naciones Unidas, e intervenir en países conforme a sus intereses que son igual a los nuestros porque su expansión científica-tecnológica-militar nos favorece. Es invalorable tener por aliado a un imperio que nos asegura desarrollarnos, calidad de vida, respeto por los derechos humanos, propiedad privada y leyes.

Sustancio mi tesis pro-imperialismo en registros históricos relacionados con la ruina o evolución de los pueblos. Nada distinto a penurias han precipitado quienes enfrentan, con ideologías que ni los adoctrinadores pueden defender [ridículas, baladíes, obsoletas], las bondades del sistema político de Estados Unidos. Experimenté vivir regido por normas de concesionarias petroleras norteamericanas, por ejemplo, durante las décadas de los años cincuenta, sesenta y setenta. La disciplina social-laboral es una exigencia innegociable para corporaciones que aspiran tener éxito.

El imperio estadounidense yerra por omisión de dominio natural. Ello genera desórdenes socio-políticos-militares en América Latina y otros lugares del mundo. La soberanía de los pueblos reside en su determinación por superar la mentalidad del individuo subdesarrollado. No hay dignidad en el hambre doctrinal, enfermedad inducida, muertes por negligencia o ruina financiera nacional. La cultura es un suceso inseparable de la quietud que nos da el confort, la vida buena.

@jurescritor


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