En el albor de este siglo, la historia política de Venezuela sólo puede escribirse a partir de los errores y alianzas fatídicas que han cometido las Fuerzas Armadas y los dos últimos caudillos que consentimos elegir. Las “mentes brillantes” que lideraban la gran mayoría de los partidos políticos en 1999, aceptaron (en su mayoría) la llegada del difunto Hugo Chávez al poder, como una oportuna transición, y no como el inicio del fin de sus arcaicas estructuras organizativas.
Chávez impulsó la revolución bolivariana en las narices de todo el mundo, ni siquiera fue una agenda oculta, hizo toda su gestión frente a los medios de comunicación, y también cometió sus peores errores políticos en vivo y directo. Condicionando la participación popular impulsó una agenda socialista, pretendiendo una “redistribución de la riqueza”, que pocos años después agudizó una crisis económica sin precedentes en tiempos de paz.
Los dos últimos gobernantes de Venezuela heredaron de sus predecesores el mismo error político que los mantiene en el poder, pero que también los lleva a la tumba: la dependencia del petróleo. La falta de diversificación económica y una excesiva dependencia del oro negro como principal fuente de ingresos, es la guinda que decora el trago amargo de la corrupción y el abuso del poder en la historia contemporánea. La caída de los precios del petróleo en 2014 destapó una grave crisis financiera, lo cual puso en evidencia la vulnerabilidad y artificialidad de la economía venezolana.
Es necesario recordar que durante los gobiernos de Chávez y Maduro, se consolidó un proceso de concentración de poder en el Ejecutivo y un debilitamiento de los poderes legislativo y judicial, que hasta el día de hoy siguen aparentando las riendas de nuestro destino. La polarización política y la erosión de los mecanismos democráticos llevaron a cuestionamientos sobre la legitimidad del gobierno y la capacidad de contrapeso de la oposición. El artilugio constitucional de la creación de dos nuevos poderes (el Poder Ciudadano y el Poder Electoral) es la fuente de las crisis humanitaria y electoral que tenemos actualmente; sin embargo, también ambos “poderes” son el tendón de Aquiles de la revolución y el yeso sobre el cual podría seguir sosteniéndose el régimen unos años más, si la sociedad civil organizada no aprende a detectar los errores de comprensión y cálculo político.
Podría llenar docenas de páginas mencionando las críticas o desaciertos del gobierno de Maduro, pero bastan dos párrafos, para señalar que la herida más profunda que un régimen político puede ocasionar dentro de su propio territorio y a su misma gente es una crisis de humanidad. Ciertamente, la escasez de alimentos, medicinas, la falta de servicios básicos, la inseguridad ciudadana, la destrucción del bolívar, los salarios paupérrimos y la ausencia oportunidades en los mercados tecnológicos emergentes, pueden percibirse hoy día como tácticas disuasivas que generaron el desplazamiento forzado de millones de venezolanos.
La segunda herida fatal, producto también de un error político, es la influencia directa de factores externos (tanto legítimos como ilegítimos). La injerencia de otros países, grupos de poder, la rivalidad ideológica y la falta de transparencia de Chávez y Maduro dificultaron la cooperación internacional oportuna. Evidentemente, las sanciones internacionales y las presiones diplomáticas han contribuido a la complejidad de la crisis venezolana, pero fundamentalmente se debe a la incapacidad de rectificación del régimen. Maduro tuvo oportunidades para modificar las políticas erróneas de Chávez, y sin embargo no lo hizo. Sigue en el poder, mientras hunde en la desesperanza, la corrupción y la miseria.
Los errores políticos se repiten a lo largo de toda nuestra historia, pero no habían afectado la credibilidad internacional de Venezuela, y menos aún, a generar tanta desconfianza en la Comunidad Internacional. No es un secreto que la falta de legitimidad del gobierno ha dificultado la cooperación y el apoyo externo para el rescate del país; por lo tanto, vale preguntar a los simpatizantes del socialismo de derecha, marxistas y socialdemócratas si ¿estan negociando para mantener la actual estructura de poder o para apalancar un verdadero cambio que rescate el Estado de Derecho y la economía del país?
En los próximos meses no deberíamos ver una “lucha entre el bien y el mal”, sino una lucha para no caer en los mismos errores de comprensión y de cálculo político, que han debilitado credibilidad, la confianza, la participación y el respeto a los derechos humanos, civiles y políticos de todos los venezolanos.
Es fundamental reconocer y aprender de los errores del pasado; en tal sentido, la consulta y cooperación nacional e internacional a nivel multisectorial, es crucial para enfrentar los desafíos y corregir los errores políticos intencionales, en los cuales incurren diversos actores para mantenerse en el poder o influir sobre él. Buscar una salida pacífica y sostenible a la crisis, amerita ocuparse menos de la retórica y más en articular un esfuerzo conjunto y una visión compartida que subsane a tiempo las malinterpretaciones surgidas de una comprensión equivocada o percepción errónea de los hechos y situaciones fabricadas en las cúpulas de poder, también implica revisar los malos cálculos que producen efectos contrarios a los resultados deseados y prevenir de esta manera los “suicidios políticos” afines a la causa.
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