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Errar y rectificar

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Los venezolanos comunes y corrientes no requerimos ser historiadores, politólogos o abogados por decir, para comprender que muchas cosas no se han hecho bien. Mucho puede esgrimirse, analizarse, señalarse y demás, pero no hay argumento que pueda justificar la vida cotidiana del venezolano común (si es que se le puede llamar vida a lo que para muchos es un infierno), sumergido en una desazón, estrés, ansiedad y demás. Y decimos que no hay argumento que justifique lo que vivimos porque la historia pudo ser otra.

Este país generoso, variopinto, rico y único junto a cada venezolano no merecemos no sólo los últimos gobiernos irresponsables, incapaces y nefastos que hemos tenido, no merecemos ser testigo de cómo se empobreció a niveles de miseria una sociedad que siempre mantuvo ciertos estándares mínimos de vida, como tampoco podemos ser silentes frente a la destrucción del país, de sus industrias, su economía, el saqueo del erario público, el socavamiento y malversación de sus recursos naturales e ingresos.

Dos décadas y media tenemos viendo improvisar, malbaratar, despilfarrar y menoscabar todo lo que a su paso esta revolución consigue. Y no defendemos el pasado cercano donde los errores no corregidos nos llevaron a este caos. Repito los venezolanos no merecemos esta clase política (salvo excepciones) unos y otros son los responsables del sendero y rumbo al que llevaron a un país que fue referencia de estabilidad política, económica, social y demás.

Venezuela ocupó siempre un liderato en muchos estudios, reportes y demás asociadas a desarrollo, progreso, calidad de vida, servicios públicos, salud, seguridad, empleo, educación y pare usted señor lector de contar. Yo no estoy defendiendo o haciendo apología del pasado o del presente, ni cuarta ni quinta, sólo esgrimo algunas ideas y críticas frente al desdén, a la locura, a lo irracional, a la degradación de la condición humana gestada y materializada en estas décadas. Y no me vengan con el tema de la resiliencia porque entonces tendría que figurar como una disciplina olímpica y los venezolanos ganar la medalla de oro.

No podemos quedarnos en el pasado, sin dudas, pero no podemos comulgar, ser silentes y pasivos con este laboratorio perverso en que transformaron a Venezuela. Uno desde niño escucha decir “vida de perros” pues muchos venezolanos, muchas mujeres, muchos niños quisieran tener una “vida de perros” porque su calidad de vida de perros es superior a la del ser, al menos en nuestra amada Venezuela. Y no se trata de flagelarnos o caer en histerismos, pero sí expresar y ser portavoz de tanta gente que hoy, cuando esta columna está siendo publicada por El Nacional, muere de hambre y mengua.

Este país merece otro rumbo y ojo que no estoy promoviendo candidatura alguna en estos días febriles de candidaturitis. La única candidatura tiene que ser la observancia de nuestra Constitución Bolivariana de Venezuela de 1999, la única candidatura debe ser progreso, desarrollo, crecimiento, empleos, salarios dignos, poder adquisitivo, honradez, probidad, educación, servicios públicos de calidad, tolerancia, pluralismo y pudiésemos agregar más.

Pasan las décadas, los años, los trimestres, los meses, las semanas, los días y lo que registramos en incertidumbre, es como recorrer un camino sin tener claro a donde se va, es un camino espinoso y plagados de obstáculos que el propio gobierno nos ha puesto y el problema esta en el peso o proporciones de esos obstáculos cuando ya son imposibles de sobrellevar.

La ola de suicidios en Venezuela y en Mérida (como ciudad estudiantil y universitaria) es un estadístico que el gobierno debería abordar con detenimiento. Vuelvo a repetir el inicio de esta columna no necesitamos leer muchos reportes, informes o tener títulos de doctorados o ciertas profesiones para saber que no estamos haciendo bien las cosas. Que repetimos errores, formulas y medidas que no sólo en el país, sino en el mundo entero han producido miseria, retrocesos, pulverización de salarios, poder adquisitivo y del propio signo monetario con unos efectos sociales brutales.

Todos estamos llevando del chispero o bulto, reza el adagio popular, pero hay dos sectores que como ninguno están sufriendo y pagando los platos rotos de tantos errores, improvisación y desaciertos, los niños y los ancianos. Perdonen, señores lectores, lo duro de algunos términos. No se sabe qué es más denigrante, si nacer en cualquier hospital en Venezuela o llegar a viejo y que no haya pensión alguna que permita alimentar, no digo curar, a esos millones de hombres que dieron su vida trabajando por este país. Es domingo 30 de abril de 2023, último día de abril y muchos no saben si alegrarse o llorar pensando en el lunes Primero de Mayo, Día del Trabajador, muchos pendientes y expectantes de algún anuncio presidencial sobre salarios y no saber si reír o llorar.

No me extiendo más pues son las 4:00 de la mañana y debo ir a hacer una cola maratónica para gasolina. Por cierto, los venezolanos estamos pagando una gasolina dolarizada de las más caras del mundo, de las de peor calidad del mundo porque no tiene los componentes y estándares mínimos y para rematar y quien suscribe se incluye, vamos a surtir y colocar ese veneno de combustible que daña nuestros vehículos. Errar es de humanos y rectificar de sabios y vale no sólo para el gobierno y la oposición, sino también para nosotros los mortales. Veremos…

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