“Porque tú a mis espaldas me hiciste traición.
Hoy por eso te voy a quitar lo farsante”
Juan Gabriel
Levantar el machete de la conciencia
Antes de emprender este esperado texto permítanme afilar artesanalmente el acero de mi palabra, necesito que mi machete verbal no sólo se levante, necesito que corte. A modo de espadero antiguo, con dedicación, paciencia, pero sobre todo talante, debo sacar filo a mi idea.
Venezuela, esa bella palabra, ha sido apestada por una lepra ideológica –el chavismo– que ha degradado cada esfera de nuestra vida social. Hay que clavarle hasta el fondo de su vicioso ser el afilado machete de nuestra conciencia. Yo lo haré…, otra vez.
Desenvaino, sacudo, oriento, embisto.
La diversión de hacer chillar cerditos
En todos estos años de oscurantismo chavista he enfrentado –a mi modo– a cada uno de sus leprosos líderes; con sutil mordacidad los he rajado uno tras otro frente a la historia. No ha sido difícil, su cinismo, torpeza y podredumbre son presa fácil. No miento, me divierte hacerlo, son tan lerdamente predecibles. Burlarme de ellos es escupirle en la jeta a la tiranía.
Según Cabello soy malo, muy malo, un blasfemo bullying antichavista, solo porque lo comparé con “Diosdi” un cerdito gafo que yo, de niño, solía molestar y hacer chillar clavándole estacas en la michoacana hacienda de mis abuelos.
No soy malo, Diosdi, mi imaginación es conspirativa.
Enamorar a la reina
El más audaz de todos los que he enfrentado, debo reconocerlo, fue al creador de la peste, Hugo Chávez. Ese sí me dificultó la tarea, era artero, sagaz, muy astuto. Sin embargo, no contaba con que Octavio Paz me daría una imbatible idea: “sé poeta cortesano, enamórale a la reina (su primera dama), que sea ella quien lo enloquezca y bata”.
Y lo hice. No me juzguen, no vayan a pensar –como Diosdi– que soy malo, no lo soy, recuerden que mi imaginación es irremediablemente conspirativa. Además, me enteré de tantas cosas, tantas. Algunas las he hecho públicas, no todas. Hablando de apetencias sexuales, yo conozco algunas.
Debo reconocerlo, no tengo remedio.
Felipe Mujica, “Mujiquita”
Cuando en vivo y en directo, ante la atención expectante de toda Latinoamérica, llamé “traidor” a Felipe Mujica, “Mujiquita” (como el maestro Rómulo Gallegos, anticipándose a mí, caricaturizó para la eternidad venezolana la mediocridad incurable de pobres diablos como Mujica), no lo hacía para provocarlo, lo hacía con plena conciencia de lo que decía. Traidor a la Constitución, traidor a la ley, traidor a la voluntad del pueblo de Venezuela. ¡Traidor!
Mujiquita, sorprendido y desenmascarado, segundón mediocre del despotismo chavista como es, enloqueció, intentó insultarme, primero me llamó “animal”, pero cerró con broche de estiércol gritándome histéricamente: “¡Tú eres un homosexual!”.
¿Homosexual?
La perfecta manera de degradarse y hundirse a sí mismo
Sin argumentos, perdido en sus propias contradicciones y falacias, absolutamente descubierto en su perfidia cómplice con el chavismo, lo dijo tres…, cuatro veces: “¡eres un homosexual!”, cuando lo escuché no di crédito, ¿en serio?, me pareció tan insólito que hice una pausa, callé, permití que lo dijera sonora y claramente, necesitaba que el mundo conociera su miseria.
No me ofende que me digan homosexual, aunque no lo soy, si lo fuera no tendría ningún cuidado en reconocerlo, muchos de mis amigos, gente que aprecio y admiro, lo son. ¿Mujiquita me insultaba llamándome “homosexual”? No, no lo hacía, es como si me dijera “indígena” o “negro”, no son ofensas, Mujiquita mostrando su homofobia sólo se degradaba y hundía él junto a sus empleadores del chavismo.
Mujiquita me agarraba el machete y se lo clavaba a sí mismo.
¡Traidor! ¡Imbécil! ¡Bruto!
Ser homosexual no es un insulto y mucho menos un delito, nunca lo fue ni será. La apetencia sexual de cada quien es un asunto privado no público. Delito, en cambio, es la corrupción; delito, la tortura y el asesinato político; delito, sí, la discriminación; delito, hincarle la rodilla a Maduro y a Cabello; delito, cooperar y sonreírle a la peste chavista; delito, pactar y negociar con la tiranía; delito es traicionar al país como Timoteo Zambrano y Claudio Fermín y tú lo han hecho.
Además de traidor eres un imbécil, Mujiquita, por pretender –como buen fascista– que ser homosexual representa un insulto; y también eres bruto, muy bruto, por evidenciar tu demencial intolerancia en vivo y en directo ante toda Latinoamérica. Me permitiste mostrarle al mundo tu descomposición moral y política, que tanto te acerca al chavismo. Contigo, Mujiquita, envaino, por ahora, mi machete. Eres nada, un don nadie, lo serás de por vida. Debo agradecer –y mucho– por haberte puesto en evidencia, presa fácil.
¿Ahora entiendes el porqué Chávez está yerto y embalsamado?
La poesía a veces es más letal que una espada…
Posdata al orgullo venezolano
Sé que soy un provocador, lo hago con conciencia crítica. Enfrentamos la tiranía más ruinosa y vil de toda nuestra historia. Para liberarnos de ella, para derrocarla, hay que desafiarla y atacarla, levantar el machete moral en todos los terrenos y tajar en pedazos su crueldad. Hagámoslo unidos, sí, unidos. Además, hagámoslo rápido, con dedicación y talante. Venezuela, esa bella palabra, nos necesita. Hay que clavarle al vicioso ser chavista el afilado machete de nuestra conciencia hasta derrotarlo. Hagamos que los Mujiquitas y sus jefazos queden arrinconados y desahuciados en el basurero de la historia.
Desenvainemos, sacudamos, orientemos, embistamos, por nuestra libertad…