Esta es la cuarta y última parte de este ciclo correspondiente a las entrevistas a Rómulo Betancourt y a Raúl Leoni. Mi intención con este trabajo es echar luces sobre tantas cosas que se han dicho a lo largo de estas dos décadas y más, sobre dos de las figuras más emblemáticas de la democracia venezolana y del partido Acción Democrática. Por otra parte, a mis queridísimos estudiantes de Comunicación Social (a los cuales les imparto clases de Economía), les brinda la oportunidad de aprender de ese gran maestro del periodismo venezolano, que además escribió entre muchas maravillas Esa piedra que era Cristo. También permitió dejar de relieve el valor de las publicaciones editoriales Los Libros de El Nacional: muchos fuimos los venezolanos que crecimos con un librito de esos en el morral, paseándolo de un lado a otro y de cuando en cuando, manoseando sus páginas.
Otero: —Los escritores políticos José Vicente Rangel, Guillermo García Ponce, Orlando Araujo y otros, han afirmado en diversas publicaciones que bajo su gobierno, doctor Leoni, se han practicado torturas a detenidos políticos y se han realizado más de un centenar de fusilamientos. ¿Qué hay de cierto en tales denuncias?
Leoni: —Conozco esas acusaciones formuladas por los parlamentarios y líderes de la oposición castrocomunista. Las conozco desde hace mucho tiempo y tengo algunas cosas que decir a ese respecto. El Partido Comunista está desgarrado por una lucha de fracciones amén de su enfrentamiento con el MIR. Tales luchas fraccionales los han llevado a crear sus propios aparatos armados de “justicia popular”. Para nadie es un secreto que con frecuencia ellos se autofusilan después de juicios sumarios realizados en las montoneras y comandos. Hechos recientes acaecidos en la Ciudad Universitaria, así como documentos incautados a los grupos subversivos, demuestran la verdad de estas afirmaciones. En los campamentos guerrilleros ocupados se han encontrado actas de fusilamientos, incluso de inocentes campesinos, tildados arbitrariamente de espías de las fuerzas armadas o de agentes de la Digepol. Pero los comunistas son hábiles en la fabricación de imposturas y en las campañas destinadas a despertar sentimentalismos. Con el aditamento de que la opinión venezolana está por lo general dispuesta a creer acusaciones sobre violencia cometida con los presos políticos porque esa ha sido la historia tradicional del trato de los gobiernos de este país para con sus adversarios.
Otero: —Ellos mencionan nombres propios, presidente.
Leoni: —Es posible. No niego que haya habido muertos y heridos. En la lucha que llevan a cabo las fuerzas armadas contra la subversión comunista, contra una guerra declarada por guerrillas urbanas y rurales, se ha creado una situación muy cercana a la guerra civil. Y en toda guerra, en todo choque entre bandos armados se producen inevitablemente bajas: muertos, heridos y prisioneros. Los muertos se entierran. En cuanto a los heridos y prisioneros, son trasladados a centros de reclusión bajo el amparo y la protección de la República y de unas autoridades que han recibido órdenes terminantes de respetar los derechos humanos. Como presidente de la República, a través del Ministerio de la Defensa giré instrucciones muy claras y precisas a los comandos militares para que trataran a los prisioneros y heridos de acuerdo con los principios democráticos de mi gobierno que se basan esencialmente en el respeto de la dignidad del hombre… Quiero agregar dos palabras sobre los presuntos fusilamientos y torturas. No niego inclusive que en la aplicación de medidas de defensa colectiva, alguna autoridad, y en muy contada ocasión, haya incurrido en exceso de celo durante la realización de tareas que le habían sido encomendadas. Capturar a un individuo armado y con antecedentes de peligroso homicida no es lo mismo que detener a un ciudadano cualquiera. Pero ese exceso, estoy seguro de ello, nunca puede haber llegado al atentado contra la integridad física de los detenidos en forma de torturas, y mucho menos de fusilamiento. Me resisto a creer que semejantes actos puedan haber ocurrido durante mi gobierno y, en el caso de que hubieran ocurrido, nada podrá impedir la acción reparadora de los tribunales de justicia.
Sea este tema el de más compleja respuesta al cual se enfrentó Raúl Leoni, aderezado con la incisiva aclaratoria de Miguel Otero Silva “Ellos mencionan nombres propios, presidente”. Sin embargo, más allá de lo escabroso del tema, hay un sólido comentario que quiero resaltar, sin tomar posición sobre la veracidad de las acusaciones: eso deben resolverlo los historiadores y los investigadores. Queda clara la tradición que existe en Venezuela de violación de derechos humanos, tradición que el país no termina de superar. Ojalá y Dios quiera, esa trágica cultura de violencia política quede en el pasado. Lo más bonito de la política es la negociación y el voto. Lo más honorable es la gallardía en la derrota y la gentileza en la victoria. Las realidades de una sociedad democrática se construyen producto de la fricción política y el debate. No más garrote contra ideas. Quisiera con toda la fuerza de mi corazón y con la convicción más determinada, que entre este año y el año que viene, el país supere a través de la negociación y el voto la crisis política actual, y que gane quien gane haya gallardía y gentileza. Si eso ocurriera habremos ganado todos, no habrán perdedores y nos podremos dedicar a producir bienestar y riqueza y no zozobra y miseria.
Miguel Otero Silva pregunta (para distender un poco)
Otero: —¿Cuál ha sido el verdadero aporte de Menca a su gestión presidencial?
Raúl Leoni cuenta una anécdota de alguien que comentó “…menos mal que Menca puede enseñarlo a sonreír y a saludar”
Leoni: —La verdad es que me enseñó muchas cosas más.
Rómulo Betancourt y Raúl Leoni fueron humanos con sus virtudes y defectos como todos nosotros, pero sin duda, hicieron aportes fundacionales y fundamentales a la democracia venezolana.
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