Cuando nos gusta alguien, sea hombre o mujer, decimos «vamos a empezar a conocernos», porque no se puede amar lo que no se conoce. Nada vive solo. Es necesario encontrarme contigo, pero no basta solamente con encontrarnos.
Dentro del «encontrarse» se identifica que la necesidad más grande y básica que cada ser humano busca satisfacer, en una relación de pareja, es ser conocido. Pero esto implica dejarse conocer y ser conocido.
«Si hay algo peligroso en la vida de un ser humano es dejarse conocer», dice Joaquín Disla. Cuando me abro frente a ti, pongo mi vida en tus manos, pero eso me hace vulnerable. Puedes hacer conmigo lo que quieras.
Nada lo expresa mejor que El Principito, cuando el zorro le dice «domestícame», pero él tiene miedo. Si te dejas domesticar, hay mucha posibilidad de sufrir. De ahí este miedo. Hay personas que se quedan con el miedo a dejarse conocer, porque se convertirían en vulnerables y ¡de nuevo les partirían el corazón!
Amar y vivir en pareja es un riesgo. El regalo que pusiste en otras manos, hay quien lo convierte en látigo para castigarte. Eso traiciona la confianza, la reciprocidad, la lealtad, que son tan necesarias para un ser humano lanzarse, en libertad, al amor.
No basta con el deseo de abrirme, hay que valorar si la otra persona está en capacidad de manejar lo que le dices, sin hacerte daño. No todo el mundo puede manejar ciertas informaciones. Debemos tener cuidado y saber elegir. Porque muchos vivimos tropezando de nuevo con la misma piedra.
Hay relaciones que se cierran y no avanzan. Una de las razones es que no se conocen, no se entregan. Hay que trabajarlo. Una relación significativa hay que trabajarla. Se crece mucho en la pareja, pero el crecimiento es trabajar las diferencias y aprender uno del otro. Crecer causa dolor, es difícil. Cuando los dos aportan, la relación funciona y crece. Hay corresponsabilidad y reciprocidad.
Muchas parejas se conforman con encontrarse, pero olvidan que deben crecer y se estancan. Están caminando en dos mundos diferentes. Ambos miembros tienen que aportar. Si no, vienen los conflictos. Pero, si crecemos, tendremos momentos de felicidad.
A la persona que queremos le pasamos factura de lo que nos pasó. Hijos, padres y parejas pasan factura al otro por lo vivido.
La palabra amor significa compromiso de caminar con esa persona, no abandonarla. Y así crecer y aportar a la relación de la pareja. Hay que estar ahí en todo momento, compartiendo luces y sombras con el ser amado, e ir sanando nuestras heridas emocionales y madurando. Es un hermoso y difícil camino.