La humanidad tiene un largo tiempo en la búsqueda de criterios racionales con respecto a “la derecha” y a “la izquierda”, pudiéndose afirmar que a la fecha las diatribas han estado en una especie de “sube y baja”, pero no terminan. Mas bien prosiguen y hasta con sentido desdeñoso, pues, el “derechista” estima que es más ecuánime que el “izquierdista”, a quien califica como un “desacoplado comunista” y este al primero le llama “burgués, rico y reaccionario”. Pero se hace referencia también a “demócratas de derecha y de izquierda”, categorías mirando mas bien hacia “el socialismo”, definido como “un sistema de organización social y económica basado en la propiedad y la administración colectiva o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes”. Pero tengamos presente que en lo concerniente a “nomenclaturas”, la creatividad humana es y ha sido intensamente dinámica, por lo que la variabilidad de las formas gramaticales exceden las denominaciones tradicionales, por lo menos, a la trilogía que tratamos de aprender en los primeros años de la escuela: “sujeto, verbo y predicado”.
En estos términos inicia su clase el profesor Juan Martínez en la cátedra “El socialismo de Cristo” del Foro de Sao Paulo. El lugar, la Universidad de Pinar del Río, en Cuba. Se graduó con el título de sociólogo en la Universidad Bolivariana de Caracas. Pero procuró un doctorado por la Javeriana de Colombia, sin éxito. Es autor del libro ¿Qué es el progresismo?, el cual lamentablemente no se ha vendido como se había imaginado. El docente afectado por su falsa expectativa solía repetir casi al caletre las páginas de su obra. Así eran sus lecciones, hasta que su esposa, la chilena Julieta Sepúlveda, asume el cargo por disposición de las autoridades universitarias, pasando a ser la titular de la cátedra.
La profesora, linda de cara, de buena estatura y cuerpo atractivo, inicia su sesión de 5 horas desde las 7:00 hasta las 11:00 de la mañana y de lunes a sábado, como ha convenido con la universidad, interesada por su seriedad en la calidad de la enseñanza que ofrecía. «Buenos días respetados estudiantes, aquí me tienen, por haber asumido el compromiso de mi esposo, lamentablemente, aferrado a análisis tradicionales del mundo. Nosotros somos de otro estilo», dice abriendo y cerrando con desdén el libro Qué es el progresismo de Juan Martínez, el cual coloca irónicamente en el bolso que tiene destinado para material académico. Y adiciona: “Cerrado y ocultado por vetusto el análisis del citado texto, acudamos al ‘aggiornamento’. ¿De acuerdo? ¡Adelante!». Se escucha con claridad, optimismo y como en una sola voz en el aula.
El prestigioso académico Daniel Bell, enseñante en Harvard, manifiesta la académica, escribió El fin de la ideología, planteamiento que formulara Francis Fukuyama, letrado en universidades prestigiosas de Estados Unidos. El mensaje: 1. A la historia debe concebírsele como un proceso evolutivo, 2. A lo largo de los años la historia ha de revelar un resultado, positivo o negativo, 3. En criterio de Fukuyama para la fecha en la cual escribe su ensayo, “la democracia liberal” se había convertido en el régimen más adecuado para gobernar, por lo menos, con respecto a un número mayoritario de países. ¡Así se da una clase!, se le escucha casi al unísono a, por lo menos, media docena de alumnos.
Preguntémonos, consecuencialmente, estimados discípulos, con respecto a la racionalidad de la apreciación del prestigioso Francis Fukuyama, relativa a “un final de la evolución ideológica del mundo. Pero, además, con fundamento a cuáles criterios”. Analistas se inclinan más bien a sostener que “las ideologías” están vivitas y coleando y que en cada cierto tiempo se acude a “la glotología” en procura de una nueva locución. En estas lecciones os prometo que saldrán de ellas doctos en el tema.
Para nosotros y miren que lo he estudiado a profundidad, el planteamiento de Fukuyama “limita nuestra capacidad exhortativa de provocar, de remecer y poner a prueba las convicciones y el fin en lo concerniente al debate de las ideas”. Y en igual sentido el aserto: “Estábamos llegando al punto final de nuestra evolución ideológica”, apreciación, en principio, cuanto menos contradictoria con el significado mismo de la palabra “ideología”, para la gramática “Conjunto de ideas fundamentales que caracterizan el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etcétera (Diccionario de la Real Academia Española)”. La circunstancia, enfatiza la profesora Julieta Sepúlveda, no deja de ser un grave error, cuanto menos, en mi criterio. Lo hace con el acento chileno que todavía conservaba, no obstante, haber vivido en California para doctorarse en Berkeley y esposarse con un venezolano. Mas de una vez había acudido a diccionarios en procura de identificar el motivo de su casamiento corroborando que ha de seleccionarse con pragmatismo en lo que a la categorización se refiere, a saber: 1. Amigo íntimo, compañero inseparable, 2. Persona de bajo estrato social, marginado y 3. Tonta o de escaso entendimiento. El deseo de preguntarle a Francis Fukuyama en lo relativo al “fin de las ideologías” se le incrementaba. Y cada vez que cerraba con más rapidez la enciclopedia, cayendo en la desesperanza, pues no entendía las razones por las cuales en su enamoramiento con Juan Martínez se había detenido únicamente en la primera acepción lingüística, esto es, la de “amigo íntimo y compañero inseparable”, desechando las restantes. Serían acaso determinantes para el avance de los pueblos que las personas casadas y solteras no estén en las otras dos categorías. No deja de sonreír.
“La universalización de la democracia liberal occidental” para Francis Fukuyama, en criterio del profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de Chile, Carlos E. Miranda, constituyó la consolidación de un sistema político, fundamentado en la libertad, apreciación evidentemente cierta, pero impregnada de un profundo “retoricismo”. No negamos, reitera la docente, que conformó un paso importante, pero no el final como para sostener que habíamos llegado al “fin de la historia”. ¿Evidencias?, entre otras, los países con democracias estables, entre ellos, Estados Unidos, uno de los más. Sin embargo, hoy con una democracia jamaqueada por la diatriba humana, a la cual alimentan serios conflictos, entre ellos, políticos, los cuales desde el otro mundo han de estar mirando “los Padres Fundadores” y en procura de tickets para regresar ante los entuertos.
En países como España, según leemos, más de la mitad de los jóvenes sufragaría por partidos de derecha y según el Financial Times pasa lo mismo en Estados Unidos, Alemania y el Reino Unido. Y Ernesto Bohoslavsky y Magdalena Broquetas mencionan que muchos políticos, intelectuales y empresarios en América Latina que habían acompañado a las dictaduras de los setenta y ochenta, reformularon sus discursos y su imagen, logrando una derecha propulsora de políticas neoliberales sostenidas por organismos internacionales de crédito. Se percibe una corta pausa en la profesora Sepúlveda, obviada por la audiencia pues la académica toma aire para leer en el libro El constitucionalismo fundacional del colombiano Isidro Venegas, quien afirma que “las constituciones fueron pensadas como una catapulta, esto es, una herramienta para propulsar la ruptura con el viejo orden”. Mi pregunta para el privilegiado analista Fukuyama sería si ello se alcanzó, pues nuestra contestación “es que ni remotamente”. En intentos “por ahora”, algunos más esperanzadores que otros, sería mi apreciación final en lo relativo al aserto. Venegas es doctor en Historia por la Sorbona de París, advierte la docente chilena.
Permítanme que hoy sábado, nuestro ultimo día de clases, les traiga a colación la referencia que hace Miguel Jiménez (Diario El País, España), periodista con residencia en la capital de Estados Unidos, de “las revoluciones conservadoras”, preguntándose a sí mismo y hasta irónicamente con respecto al nombre (sujeto) y a lo que este califica (el predicado), las dos formas sintéticas que forman una oración (DRAE). Para el ducho giornalista, el Supremo de Estados Unidos emprende su cuarto año de revolución conservadora, y prosigue: “Pena de muerte, armas de fuego, pornografía, basura nuclear y derechos trans son algunos de los asuntos en el menú de un curso judicial que puede decidir sobre el expresidente y sobre las elecciones. Para Jiménez los jueces (y repite que llevan acometiendo una revolución conservadora desde hace tres años) analizarán casos relacionados con las armas de fuego, el acceso a la pornografía, el medio ambiente, los derechos trans y uno cuya mera admisión dice mucho sobre la orientación del Tribunal: la discriminación de los heterosexuales. Los magistrados pueden, asimismo, acabar decidiendo en lo atinente a hipotéticas impugnaciones del resultado de las elecciones del 5 de noviembre. Y finalmente, con respecto a lo que a nosotros nos incumbe preguntémonos si el destacado periodista acierta al referirse a una “revolución conservadora (Oct. 06, 2024)”. ¿Será Miguel Jiménez, conservador o demócrata, las dos tipologías que han acompañado a “la democracia más estable de la humanidad? Y por demás interesante, asimismo, si se indaga en lo atinente a si es o no erróneo y hasta contrario a la carta magna, sentenciar que por cuanto los presidentes de Estados Unidos gozan de “impunidad”, a la luz del análisis del periodista Jiménez, opera a favor de ellos la “inimputabilidad”.
La académica Julieta Sepúlveda , a quien se percibe plena de satisfacción, pregunta: ¿Cuál es la apreciación para poner fin a estos 5 días de clases? Empezamos nuevamente con la Revolución francesa y otros eventos que los estudiosos han sumado como fuentes de las democracias liberales. Y en lo que respecta a Francis Fukuyama, más que hablar del Fin de las ideologías, como que resultaría saludable “trabajar más y pensar menos”. Pues pareciera necesario, incluso, comenzar de cero.
Con vítores de los alumnos se despide la académica. Nada expresa. Una mixtura de alegría y tristeza es lo que experimenta.
Una estudiante divorciada alcanzó a preguntarle: ¿Qué tal el profesor Martínez? La respuesta: “Lo mantengo, aunque somos abismales”. Mora como la democracia, esto es, en “un sube y baja”. Lo llamo “el papagayo”. Un abrazo recibe de la alumna.
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@LuisBGuerra
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