La ciencia, entendida como un cuerpo organizado de conocimiento, con leyes fijas y con capacidad de predictibilidad, ha ayudado a desvirtuar algunos de los mitos propios de la evolución humana. Pero irónicamente la tecnología, hija directa de la ciencia aplicada, nos ha traído hasta las redes sociales que son ahora el instrumento preferencial de los mistificadores de siempre, que existen desde antes de los egipcios.
De Santa y microdrones
La Navidad es propicia para hablar de encantamientos, de fantasías. El pesebre, el Niño Dios, el árbol de Navidad, Papá Noel, Santa Claus viajando desde el polo norte en un trineo aéreo tirado por renos, Rudolf entre ellos, y entrando por una chimenea, etc… son mitos de esperanza y de fe religiosos a los cuales la NASA, que le sigue el plan de vuelo a Santa desde su iglú, aún no logra erradicar de nuestra cultura occidental judeocristiana. Y si bien los adultos sonreímos con esas narrativas, las mismas formaron parte de nuestro mundo infantil.
La doctrina de la conspiración reina hoy más que antes. Ahora se llama posverdad y su cadena de transmisión son las redes sociales. Un ejemplo del encantamiento que manejan las redes sociales es la web de un joven que en 2017 creó “Los pájaros no son reales”, teoría conspiranoica según la cual las aves son minidrones diseñados para espiarnos y su popó es tecnología de rastreo en forma coloidal. Unos 350.000 seguidores están registrados en la página de esta gran broma. Y no mencionaremos aquí el caso de la pandemia del serial covid y su correspondiente sistema de vacunas. Cualquier papanatas difunde una especie por las redes y más de uno le da credibilidad como si fuera un nuevo sol que ilumina la historia. Aprendices de brujos o magos autopreparados en las artes del sofisma, convierten la realidad en una colcha de dudas, de incertidumbres. La verdad, entonces, desciende a un nivel de improbabilidad o por lo menos de sospecha y empieza a perderse en la oscuridad de alguna secta secreta que chupa la sangre de los niños, como se decía de los cristianos en los años de las catacumbas. Así de atávico es el entramado cerebral que facilita el implante de la maquinación.
Navidad izquierda
Pero el hechizo propio de diciembre es permanente en el mundo de la política por cuenta del comunismo, socialismo, progresismo, transhumanismo o como se quiera llamar. La fabricación del encantamiento es sencilla, conocida y efectiva: uno o varios mentirosos propalan ciertas “realidades” y convierten la verdad en duda. De ahí en adelante el proceso se desenvuelve autodinámicamente. La izquierda política ofrece una permanente “Navidad” de paz, amor, miel, leche y felicidad. Sus voceros repiten fantasías de gratuidad e igualdad. Estas campañas fantasiosas calan especialmente entre jóvenes en búsqueda de novedades o entre personas incapaces o perezosas para razonar y argumentar. Coros de caras felices estilo Mao, se publicitan aplaudiendo la llegada del paraíso.
La Navidad pasa. Los pastores y el árbol vuelven a sus cajas y al depósito. La cuesta de enero nos aterriza y la brega en el mundo real, reinicia. En el caso del socialismo, el asunto no es diferente, solo que, en medio de los renovados hambre, violencia y desplazamiento forzado, los magos oportunistas siguen resonando en las redes anunciando estrellas salvadoras, posverdades irrebatibles, mientras los imbéciles, los ingenuos y los perversos de siempre caen en la reciclada miseria humana. Duro es entrar en la realidad de la cuaresma, pero más duro es continuar en el engaño, con el amargor de la realidad golpeándonos. Y así ha sido desde antes de las pirámides, repito.
El mundo y la vida humana se mueven entre ciclos litúrgicos e hipnosis políticas masivas, como las de Cuba, Nicaragua, Bolivia y Venezuela. Aquellos nos permiten soñar por un rato; estas nos condenan a décadas de tinieblas, frustraciones y propaganda mentirosa. Feliz y larga Navidad para mis amigos en Chile. Ho Ho Ho.
Y Feliz Navidad para mis lectores a ambos lados de la frontera.