Desempolvo estas notas escritas hace algún tiempo sobre un tema tan complejo como el de la corrupción. Todo lo que hemos visto en las últimas semanas con el destape de las corruptelas de Pdvsa, la propuesta de la Ley de Extinción de Dominio y hasta un artículo que leí en estas mismas páginas del secretario general del CLAD, Francisco Velázquez, sobre la protección de denunciantes contra la corrupción, me motivó a reflotar estas ideas que aunque al igual que similares de tantos otros escritores y especialistas, el tema pareciera que no sensibiliza pues la tentación humana a ponerle las manos a las arcas de la nación, dígase las arcas de todos los ciudadanos de un país, más la existencia de instituciones débiles que no permite los contrapesos para evitar estas malas prácticas, motiva a que esta realidad sea confrontada con acciones multidimensionales de ámbito nacional e internacional. Por supuesto, la tragedia de Venezuela es la nuestra, pero no es exclusiva. Bochornosa sí, sobre todo cuando estamos ante un proceso político que enarboló la bandera anticorrupción y sus dirigentes se autodefinen igualitarios y socialistas, pero su práctica es contraria a lo que pregonan.
Es la corrupción una de las grandes tragedias a que están sometidas las naciones. La venezolana no es una excepción. El corrupto no es otro que aquel que usando su posición de poder utiliza los recursos del Estado en beneficio propio o de otros. Existe la de gran escala como la “pequeña” corrupción. Los venezolanos hemos visto ya por décadas cómo su incremento es constante y cada vez abarca más sectores de la sociedad. Es una conducta humana que se separa de valores fundamentales como la ética, la moral, el imperio de la ley y la virtud ciudadana. Es un hecho de la más alta significación política y económica que debemos afrontar en conjunto. No es una lucha exclusiva de los gobiernos, sino de la sociedad en su conjunto. La corrupción crece y desde ya hace muchos años penetra nuestros valores sin lealtad, sin hacer distinción de clase, sin ética y mermando la capacidad desde el Estado para combatirla en su justa dimensión.
Ética e institucionalidad
La debilidad institucional, la fragilidad de los recursos humanos que cumplen altas funciones y el facilismo con que muchas personas entran a la gestión y administración del Estado contribuye marcadamente a que se cree el terreno propicio para que germine la inmoralidad y la falta de ética de muchos servidores públicos que se prestan a ser corrompidos o a facilitarle a otros el aprovechamiento de los recursos del Estado de una manera fácil. Cuando un Estado debilita sus instituciones, cuando la burocracia es permeada por personas sin capacidad, incompetentes y en donde el clientelismo político tiene preponderancia sobre el estamento académico y ético, simplemente estamos abriendo las puertas al facilismo que con el tiempo se traduce en el peaje seguro para la corrupción.
La corrupción no es solo una cuestión de dinero mal habido, sino que ella incluye actos tan aparentemente nocivos como la aceptación de un cargo público, sin preparación para ejercerlo, hasta el soborno mismo a la autoridad sea esta de cualquier nivel. El que corrompe una vez corromperá muchas veces. El que soborna una vez, sobornará hasta el infinito. Por supuesto, la corrupción no es exclusividad de unas pocas naciones. No hay conglomeración humana en la que este fenómeno no exista. La diferencia es que puede haber mayores niveles en algunos países más que en otros. Hay más espacio y facilidad en aquellos países con deteriorados valores y con poca capacidad institucional para sancionar a los culpables. No es casual que medidas para combatir la corrupción y el soborno sean temas de la mayor preocupación en muchos foros internacionales. El consumismo exagerado, la avaricia, el deseo sin límite de lucro y alcanzar riqueza no producida honestamente deshumanizan a los individuos y los tiende en la trampa de la corrupción en cualquiera de sus formas o facetas.
Los pobres, los más afectados
Los principales afectados de la corrupción son precisamente los pobres. Son ellos quienes pagan el precio de la malversación y el robo de los dineros públicos. La corrupción aumenta la brecha entre pobres y ricos. Unos pocos se enriquecen a expensas de la mayoría. Cada bolívar que algún venezolano gana por la vía de la corrupción es un bolívar menos para acometer las grandes necesidades pendientes de la nación. Hay menos recursos para desarrollar la infraestructura, nuevos programas de salud, educación, mantenimiento etc. No importa que seamos un país infinitamente rico, petrolero, sensible a los problemas sociales etc. Las necesidades no tienen límite y cada bolívar menos invertido para satisfacer una necesidad de cualquier venezolano porque unos o muchos se enriquecen de esos dineros es un delito y estamos entonces ante la presencia de un acto criminal.
El sobrecosto de los bienes adquiridos por el Estado, la utilización de prebendas por parte de funcionarios para su beneficio personal son actos de corrupción que están claramente tipificados. El pago a funcionarios para adquirir documentos que por ley nos corresponden, exoneración de pagos públicos o la simple utilización de los cargos oficiales para conseguir beneficios son claros ejemplos de corrupción y corruptos aquellos que los ejecutan. Lamentablemente, en muchos países los ciudadanos se han acostumbrado a pagar “sobreprecio” por el beneficio de sus derechos.
Solo sobornando o pagando alcabalas pueden garantizar su acceso. De allí que la conciencia anticorrupción es una obligación que debemos desarrollar en su conjunto. Esta es una gran cruzada que tenemos por delante los venezolanos.
Confianza internacional
Las consecuencias de la corrupción no solo son las que se relacionan con el deterioro de los recursos del Estado y los gobiernos para prestar mejores servicios e invertir en áreas vinculadas al desarrollo social y la mejor calidad de vida de los pobladores. La corrupción en las naciones se convierte en “detente” a muchas inversiones extranjeras transparentes. Las empresas no quieren invertir en países en donde a todas luces se debe pagar un “extra” o “impuestos” ocultos para poder hacer efectiva una inversión. La consecuencia es igualmente negativa para los países. Mina la posibilidad de generación de nuevos empleos, frena el crecimiento económico y por ende afecta el desarrollo social de una nación. Cuando los inversionistas consideran que las reglas del juego no son ajustadas a la ley, la desconfianza se apodera y las posibilidades de muchas inversiones importantes se pierden.
Una vez más los más afectados son entonces precisamente los pobres. Incluso, muchas de las obras que se ejecutan tanto con recursos nacionales o internacionales han sido sometidos a este flagelo. A veces nos alegramos porque vemos un hecho de gobierno en infraestructura. Pues bien esa es parte de la función del Estado, pero cuántas veces nos preguntamos cuánto se dejó de hacer gracias a los beneficios no tangibles de una construcción, de una carretera, en la prestación de servicios etc. Cuántas empresas se basan en el soborno para conseguir su cometido.
Servidores públicos sin preparación y vocación
La corrupción no es solo una cuestión de dinero mal habido, sino que ella incluye actos tan aparentemente nocivos como la aceptación de un cargo público, sin preparación para ejercerlo, hasta el soborno mismo a la autoridad sea esta de cualquier nivel. El que corrompe una vez corromperá muchas veces. El que soborna una vez, sobornará hasta el infinito. Por supuesto, la corrupción no es exclusividad de unas pocas naciones. No hay conglomeración humana en la que este fenómeno no exista. La diferencia es que puede haber mayores niveles de control en algunos países más que en otros. Hay más espacio para corromper y facilidad para los corruptos en aquellos países con deteriorados valores y con poca capacidad institucional para sancionar a los culpables. Es por ello y no es casual que medidas para combatir la corrupción y el soborno sean temas de la mayor preocupación en muchos foros internacionales toda vez que el combate a este flagelo no puede ser solo de responsabilidad nacional. Muchas veces el origen de la motivación a delinquir está precisamente en prácticas cómplices que se producen fuera de las mismas fronteras nacionales.
Las funciones del Estado y la honestidad
Ejercer la función pública con honestidad y capacidad tiene que ser un imperativo de quienes asumen las distintas instancias de la administración del gobierno y del Estado. Desarrollar cuantos mecanismos sean necesarios para contribuir a frenar y castigar a quienes utilizan los dineros y recursos del Estado para su beneficio propio tiene que ser un propósito tanto de los mismos gobiernos como de la sociedad civil. Qué triste es una nación cuando la falta de transparencia en el manejo del Estado y sus recursos está a flor de piel. Como hemos señalado, el menú de actos corruptos son numerosos. Los hechos de corrupción no son solo por acción sino también por omisión. Incluye tanto a los gobiernos como al sector privado. La legislación internacional nos recuerda que entendemos por “actos corruptos”:
“El requerimiento o la aceptación, directa o indirectamente, por un funcionario o una persona que ejerza funciones públicas, de cualquier objeto de valor pecuniario u otros beneficios como dádivas, favores, promesas o ventajas para sí mismo o para otra persona o entidad a cambio de la realización u omisión de cualquier acto en el ejercicio de sus funciones públicas; el ofrecimiento o el otorgamiento, directa o indirectamente, a un funcionario o a una persona que ejerza funciones públicas, de cualquier objeto de valor pecuniario u otros beneficios como dádivas, favores, promesas o ventajas para ese funcionario o para otra persona o entidad a cambio de la realización u omisión de cualquier acto en el ejercicio de sus funciones públicas; la realización por parte de un funcionario o una persona que ejerza funciones públicas de cualquier acto u omisión en el ejercicio de sus funciones, con el fin de obtener ilícitamente beneficios para sí mismo o para un tercero. El aprovechamiento doloso u ocultación de bienes provenientes de cualesquiera de los actos a los que se refiere el presente artículo; la participación como autor, coautor, instigador, cómplice, encubridor o en cualquier otra forma en la comisión, tentativa de comisión, asociación o confabulación para la comisión de cualquiera de los actos a los que se refiere el presente artículo”. (**)
También es un acto de corrupción la aceptación de cargos públicos para los cuales no se está debidamente preparado. No importa en cuál área o sector del Estado. Cuando una persona asume responsabilidad para los cuales no tiene credenciales podemos perfectamente tipificarlo como un acto de corrupción. Cuánto daño se le puede hacer a la gestión de gobierno cuando personas sin ética asumen la conducción de tareas para los cuales no están capacitados. Con ello se entorpece la gestión de gobierno y se engañan los principios éticos que deben regir la actuación del hombre público.
Mecanismos de control
Cuando insistimos en los mecanismos de control nos referimos a la creación de Instituciones anticorrupción, nueva normativa, la aparición de grupos de la sociedad civil que tengan como único objetivo denunciar y combatir la corrupción. Por otra parte, los funcionarios tienen que tener la obligación de declarar sus bienes e ingresos con absoluta transparencia. Se deben crear los mecanismos para facilitar que esta información se transmita con celeridad y facilidad. La propia Convención Interamericana contra la corrupción compromete a los Estados partes considerar la aplicabilidad de medidas, dentro de sus propios sistemas institucionales, destinadas a crear, mantener y fortalecer (…) sistemas para la declaración de los ingresos, activos y pasivos por parte de las personas que desempeñan funciones públicas en los cargos que establezca la ley y para la publicación de tales declaraciones cuando corresponda”.
Se requiere, entonces, desarrollar un sistema de declaración jurada que facilite la posibilidad de que los funcionarios puedan de una manera eficiente y fácil poder por la vía de un sistema de fácil acceso y confidencial presentar sus declaraciones en tiempos previamente establecidos. Sin duda, esto sería un primer paso. Por supuesto, no único y suficiente para conocer la transparencia del origen de los ingresos de quienes se relacionan o trabajan para el Estado.
La viveza criolla
Importante recordar que los niveles de corrupción están en todos los niveles de la sociedad. Los gobiernos, el sector privado y los individuos son parte del engranaje de la corrupción. Existen tantos cruces como variables. La corrupción se mezcla entre gobiernos e individuos, sector privado y gobiernos y dentro de la propia empresa privada. Si bien tipificamos en líneas anteriores los actos de corrupción en su dimensión más amplia, no podemos dejar de lado la corrupción pequeña, cotidiana, que se realiza a la luz del día, para unos no cuantificable, para otros parte de la viveza “criolla”, que puede ser alemana, francesa, española o la venezolana. Se refiere a esos pequeños actos de corrupción por medio de la cual se logra una prebenda, como pagar menos impuestos, usar los recursos del Estado o de la empresa para uso personal. Es, por ejemplo, cuando las facilidades del Estado para ejercer un cargo público se convierten en beneficio para la familia, cuando nombran amigos para cargos para los cuales no están calificados, familiares para cargos internacionales en detrimento de los profesionales y pare usted de contar aquellas pequeñas cosas que nos hacen “vivos” ante la sociedad, pero al final contribuyendo a corromper el sistema.
Cuando nuestros comerciantes contrabandean y no pagan impuestos. Cuando la economía informal no es sino una excusa para no pagar impuestos, no alquilar locales y darle condiciones de trabajo paupérrimas a los revendedores que se contratan, estamos también frente a ese karma de la subcultura de que todo se logra con viveza, corrompiendo o dejándonos corromper. Que de aquellos burócratas que por el solo hecho de estar del otro lado del escritorio ya con omnipotencia humillan a quienes están supuestos a servir. Cobran por los servicios que deben brindar en nombre del estado. Retardan las entregas de documentos oficiales, esperan dádivas por otorgar lo que nos corresponde legalmente y pare usted de contar cuantas cosas no pasan en ese engranaje que se caracteriza por la falta de vocación, educación y transparencia para servir. Entonces, la corrupción es amplia, infinita y solo nuevos valores, educación y normas para sancionar a quienes abusan de los recursos del Estado, de la empresa o de los individuos se podrá contribuir a detenerla.
La educación anticorrupción
Sin duda, no es un tema fácil. Es complejo, difícil de abordar y de combatir. Solo con ejemplo de los dirigentes, inculcando valores a los niños, adolescentes y un combate estructurado, integral y permanente dentro de la sociedad, la tragedia que significa este flagelo será reducido. Como hemos dicho, la corrupción no afecta solo a los Estados y los gobiernos. La corrupción afecta a los pobres, a quienes se les quita el derecho de tener más recursos, por unos pocos se benefician de cuantiosos dineros que se deberían de invertir en los que más necesitan, en infraestructura, en viviendas, salud etc.
Programas amplios que inculquen los valores de la anticorrupción, mecanismos que controlen nuestras burocracias, asignaturas obligatorias en nuestros liceos y universidades sobre este flagelo son además de instancias legislativas y judiciales probas son fundamentales. En la Venezuela que vivimos desde hace unas décadas la maldición de la corrupción nos arropa, nos debilita y nos quiebra en los cimientos mismos de nuestra nacionalidad, nuestra razón de ser como pueblo.
Cuanta gente honesta existe en este país, en la familia venezolana, pero cuanta deshonestidad de pocos, poderosos, esos que atropellan, le quitan el derecho a vivir mejor a las mayorías, que destruyen las instituciones, que con su actuación corrupta destruyen vidas, familias, con la sola llave maestra de que alguien les dio poder, no para servir a los demás sino para que los demás les sirvan, se les arrodillen mientras ejercen con impunidad, corruptamente, las tareas que se le dio para ayudar a sacar a nuestra sociedad del estanco a que ha estado sometida por tanto tiempo. Sin duda, una manera de combatir la corrupción es generando una mayor vocación de servicio. Rescatar valores que nos ponen del lado del humanidad y no de la avaricia, del consumo desenfrenado y del facilismo como medio para alcanzar objetivos de vida.
El reto
No hay liderazgo permanente, ni proyecto ideológico viable, ni nación que prospere, ni pueblo que alcance mejor calidad de vida, ni paz en el mundo, ni revolución que permanezca, sin un atributo ético que guíe la esencia misma de la conducta del hombre, del Estado, de las relaciones de sociedad tanto a nivel nacional como internacional. Sin duda, la lucha contra la corrupción es una de las banderas fundamentales que tenemos por delante en estos tiempos.