Muchísimos años atrás, Arturo Uslar Pietri se refirió en un artículo de prensa (El Nacional, Caracas, 10/08/86) a la elegante pero también temible confrontación entre el presidente François Mitterrand, socialdemócrata de avanzada, y el primer ministro Jacques Chirac, liberal convencido en una Francia, por cierto, en nada o muy poco parecida a la actual. Uno y otro representaban modelos contrapuestos que el sistema democrático lograba dirimir pacíficamente. En esos tiempos, no era a golpes, zancadillas y patadas, capaces de despertar ciegos fanatismos, que las cosas se resolvían. Esta confrontación llamó la atención del escritor venezolano el sutil y, al mismo, tiempo feroz juego político de fintas, astuto, habilidoso, en un “tablero que abarca todas las formas de la vida nacional”. Y esto, porque trascendía a cualquier ámbito, y el puntaje alcanzado por los competidores fue el que reflejaron las encuestas.
Semejante situación no es posible bajo regímenes de fuerza y al compás de persecuciones y faenas represivas. Huelga comentar las razones, pero pudiera sorprendernos y nos sorprende que tampoco sea posible en los sectores democráticos bajo esos regímenes de fuerza que, en lugar de ventilar las diferencias dejando una puerta abierta para la concordia, el entendimiento, y, en definitiva, el consenso, entran en el descrédito mutuo, la desconfianza militante, y las zancadillas que tienen un efecto perversamente pedagógico en la ciudadanía. En lugar de la prudencia, la perspicacia y la sagacidad, los actores de la oposición democrática, organizada, fundada, real y, con todos sus defectos, sobreviviente, hacen gala de una marrullería, la ofensa y la malicia cebada contra el rival opositor más cercano, pero cuidadosa con los más visibles representantes del régimen.
Por supuesto tenemos otro sector, que aludía al descontento del sector al cual pertenecía, y por obra y gracia, ahora son más críticos del sector opositor que el gobierno mismo y más condescendiente con el régimen que sus propios aliados y de paso se divierten mucho con la escena, pero no es posible que el celebrado demócrata de no más de ayer, hoy sea un farsante, y, seguramente después de su presunta liquidación moral, mas no política, se le vaya a requerir para que participe y haga causa común con sus depredadores, hostigadores, habladores, mal ponedores. Mitterrand y Chirac, o sus equivalentes, no existen para los jugadores de ahora y de esta hora, simples piratas de la política que tienen otro sentido del juego, diametralmente distinto y diabólico: creen en la política como un casino donde pueden realizar sus sueños de trepadores sociales.
Lo peor es la incomprensión de lo que sigue luego de superado el régimen. Esos sectores de la oposición que pactan hasta el último cargo de la nómina del Estado, jurando que se van a repartir el gobierno como si el chavismo se va a quedar mocho, nunca tendrá oponente, y, colorín colorao, como si este cuento se acaba con un final poderoso e irresistiblemente feliz. Dicen transición, porque por ahí escucharon tamaña expresión y hasta la prometen sin que conozcan a un experto real, convincente, con obra escrita y contundente. Se toman a la ligera el juego que es de casino, porque no sospechan una transición compleja y muy compleja. Ni la inmensa y descomunal deuda moral de compararla con la financiera, pública y externa, que de por sí es un escándalo. Si de jueguitos se trata, les recomiendo uno: simular que están a la cabeza del Estado a partir de 1959, e imaginarse qué hubieran hecho en reemplazo de Rómulo Betancourt para enderezar la situación social y económica, desarrollar una política petrolera con las transnacionales que fueron endiabladamente fuertes, llevar la justicia social al campo y, al mismo tiempo, salvar las libertades públicas y la democracia en peligro por los golpes de derecha y las insurrecciones de izquierda.
Porque todo aquel que ve los toros desde la barrera cree tener derecho a criticar, por el deber ser los que están en el frente son los que deben ver sus errores, autocriticarse y enmendarlos, para que así no vuelvan a ocurrir. Ya han sido suficiente estos 25 años a la espera de un mesías, porque el tan esperado en el año 98 fue todo lo contrario. Basta de sueños mesiánicos; sabemos que todos debemos ser parte del cambio que se espera en Venezuela. Insistir en ello, persistir en el trabajo por la unidad y nunca desistir en nuestro esfuerzo de alcanzar los objetivos de un lograr un mejor país.
IG,X: @freddyamarcano