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Enigmas de una Constitución in pectore

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En Chile, en las recientes elecciones de consejeros constitucionales ocurrió, como es sabido, un triunfo del Partido Republicano que asume, por ello, una responsabilidad grave con el país ya que, al obtener 22 consejeros constitucionales, les permite el poder de veto de lo que se escriba en el proyecto constitucional que será plebiscitado el próximo 7 de diciembre.

El triunfo obtenido es relevante, considerando que es segunda vez que, en la historia electoral del país, un partido político obtiene un triunfo semejante. La novedad de los resultados, no solo sorprenden por la contundencia de los mismos, sino por la corta trayectoria de vida del Partido Republicano, fundado hace poco más de cuatro años.

El Partido Republicano, junto a la responsabilidad que le han dado los electores, requiere tener una etapa de institucionalización, convocando a personas de probado sentido de responsabilidad y espíritu de servicio público, con el propósito de conformar equipos de trabajo de gran calidad humana y profesional, mostrando con ello madurez institucional que se expresa en la comunidad de principios, ideas, propósitos, normas, patrimonio, dirección colegiada, alejada de los personalismos, etc., constituyendo una solida cultura y fructífero aporte al bien común político. La solidez institucional del Partido Republicano, impedirá la colonización e influencia directa o indirecta de la centro derecha o grupos de interés que ya se advierten están operando, tal como les ocurrió en la segunda vuelta de la pasada elección presidencial.

El centro derecha experimento una baja electoral sustantiva. Los tres partidos que la constituyen, Renovación NacionalUnión Demócrata Independiente y Evopoli, fueron superados ampliamente en votación y representación por el Partido Republicano y ésta es la muestra que con deseos y promesas desde y ante sí mismos, sin considerar al ciudadano, las cosas no andan. Los resultados obtenidos han llevado a pensar a algunos analistas que quizás sea el momento en que los tres partidos deban unirse para consolidar una centroderecha con claridad en sus planteamientos y doctrina, para diferenciarse de manera nítida del centro izquierda.

El centro izquierda, autodenominada socialismo democrático y conformada por la Democracia Cristiana, el Partido por la Democracia y el Partido Radical, tuvo una derrota aplastante, no eligieron a ningún representante para el Consejo Constitucional y a la derrota electoral, se suma a un derrota estratégica ya que, al llevar una lista propia, intentaron separarse de la izquierda con quienes son compañeros de coalición en el gobierno de Gabriel Boric, exceptuando a la Democracia Cristiana.

La izquierda y extrema izquierda, constituidas por los partidos, ComunistaRevolución DemocráticaConvergencia SocialComunesAcción HumanistaFederación Regionalista Verde Social y el Partido Liberal, también fueron derrotados, no obstante que a diferencia de la centro izquierda obtienen el apoyo del 30 % del electorado. Que se corresponde al porcentaje de apoyo incondicional del gobierno. Así, el alma de izquierda más dura del gobierno sale fortalecida, especialmente el Partido Socialista y el Comunista que obtiene una preocupante votación del 8 % del electorado.

El llamado Partido de la Gente que tuvo un candidato presidencial que derrotó al centro derecha en las pasadas primarias presidenciales, prácticamente desapareció del mapa electoral, con poco mas del 5 % de votación. Lo que se creyó que podría ser un aporte novedoso a la política, fue flor de un día, producto de un envejecimiento casi instantáneo, por las divisiones que han tenido, tanto a nivel de los parlamentarios recién elegidos como por el hecho de que el líder del partido, sigue residiendo en el extranjero.

No se puede dejar de mencionar que el estrato etáreo de los elegidos, está concentrado en un 6 0% en las edades que van desde los 23 a 49 años, lo que constituye una auténtica renovación de los actores políticos, que no deberían seguir anclados en un pasado que desune y continuar cultivando el odio de la izquierda, porque no hay derecho en seguir metiendo odio en los corazones de los jóvenes.

Resulta igualmente preocupante que haya un tan alto porcentaje de votos nulos y blancos, 20 %. Sin contar con quienes se restaron de participar por convicción. Desde la perspectiva cuantitativa, nulos y blancos son la tercera alternativa más votada de la elección, lo que contrasta con los nulos y blancos del plebiscito del pasado 4 de septiembre.

Con los resultados ya conocidos, seguimos en el trance de la nueva constitución y en un proceso que nació de la entrega de la carta fundamental por el expresidente Sebastián Piñera, responsable primero y a continuación, le pasó la posta al jefe de campaña de la propuesta refundacional rechazada, Gabriel Boric. Desde una cierta perspectiva, los resultados de las elecciones de consejeros constitucionales, constituyen una derrota de ambos y sus respectivas coaliciones políticas.

¿Qué viene?

Por una parte, una respuesta sencilla pero que encierra unas complejidades mayores: el 7 de septiembre se acepta o rechaza el texto propuesto, por el Consejo Constitucional.

Por otra, cuando uno examina la cuestión política, solo un poco más en profundidad que la hojarasca. Advierte que la manera «inteligente», de no provocar un conflicto mayor con la cuestión constitucional resulta de seguir actuando conforme a los cánones de la política moderna. Es decir, reducir la política a una técnica procedimental centrada en los medios y así evitar ir a las cuestiones de fondo que, de hacerlo, no habría acuerdos. En cierto sentido, para seguir «haciendo» política, es preciso claudicar al sentido propio de la política. El problema es que tal postura, implica ir acomodándose a la visión de hombre y sociedad que la izquierda ha venido imponiendo desde hace más de una década y que el centro derecha, para evitar conflictos mayores, ha ido bajando la guardia. Uno de los doce «bordes» acordado para la elaboración de la constitución, denominado Estado Social de Derechos es una constatación de aquello.

El gran desafío, que no se podrá superar, respecto del modo de «hacer» política, por una cuestión obvia de tiempo, siete meses, para redactar una constitución, implicará enfrentar la tarea como una cuestión de procedimientos técnicos para salvar el tipo y quién sabe, lograr ser aprobada la propuesta, pero renunciando a la política; toda un paradoja si se piensa que una constitución es un texto político por excelencia.

En este sentido, examinando distintos análisis y declaraciones respecto de los resultados de las elecciones y que proponen múltiples interpretaciones, se advierte, en general, que la lógica que han aplicado para tales propósitos, ha sido la lógica matemática e ingenieril que por serlo, impide la compresión de aquellas realidades en las que la libertad está presente. Porque lo libre versa sobre lo continente aquello que puede ser de muchas maneras, en cambio, lo matematizable, versa sobre lo necesario, lo que puede ser de una sola manera.

Dicho de otro modo, la lógica ingenieril, no política, por tanto, seguirá con la siguiente cantinela, como lo ha hecho en las últimas cuatro elecciones presidenciales.

En las actuales circunstancias el eslogan ya está apareciendo: «Si no vota apruebo en el plebiscito del 7 de diciembre, sobrevendrán las penas del infierno, el caos, la violencia, etc».

Pero tal como están las cosas y sabiendo que la «libertad es libre», no es posible aventurar nada, mientras no se tenga el texto constitucional y uno responsablemente, después de leerlo, pueda dar una opinión informada, conocida y querida, es decir, libre.

Si uno examina la situación del país, alejado de los «problemas constitucionales», en los que nos introdujo Sebastián Piñera y los partidos de centro derecha al firmar el Acuerdo por la Paz Social y una Nueva Constitución el 15 de Noviembre del 2019 y que al 2023, no se ha logrado ninguno de los propósitos. El problema más serio y grave que sufrimos actualmente como país es el de la inseguridad.

El problema de la inseguridad hunde sus raíces, justamente, en la forma de como se ha entendido la política, que se ha reducido a técnica procedimental. La técnica política tiene como correlato el poder, no la autoridad. Pues bien, lo que en realidad estamos padeciendo desde hace décadas es un problema de autoridad política, producto de la forma de entender la política como puro procedimiento técnico y deseo de poder. Por tal razón, lo que nos han faltado son gobernantes y no meros administradores que simplemente gestionan el poder, pero como carecen de autoridad, no gobiernan. Así, la crisis y ausencia de autoridad política se ha traducido en una crisis de la seguridad, como lo estamos sufriendo en Chile, desde hace más de 20 años, con lo primeros brotes de violencia en la Araucanía, a fines de los años noventa.

Chile quiere paz y prosperidad, una nueva Constitución, no traerá aquellos bienes perdidos por la impostura e imprudencia de los políticos que han venido experimentado con el país, como un cosa que se puede usar y tirar. Sin embargo, no podemos, sin examinar el nuevo texto, comenzar con posiciones a favor o en contra ni menos, cooptando la libertad de quienes desean seguir adelante con visiones catastróficas, pues el futuro siempre está abierto y la libertad inédita.

Artículo publicado en el diario El Debate de España

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