consulta popular
Foto AFP

La semana pasada en una Venezuela desconsolada, afligida, atiborrada de carencia y miseria, había en el menú dos opciones –ninguna para solucionar la problemática ciudadana, quizás para distraer el hambre por democracia. La estafa parlamentaria que surgirá de un fraude mil veces denunciado y la contraparte, una consulta popular que de antemano será irrespetada y su mandato desconocido; disfrazada de movilización sin expectativa, catalogándola como el inicio ilusorio de una eterna nueva etapa. Una y otra cumplieron su cometido, más tiempo, oxigeno mutuo y continuidad en la juerga del poder compartido.

La cúpula pusilánime del G4 tomó una decisión casi inalterable de claudicar, pactar y conformar un cogobierno con el oficialismo. Se conoce –por pública– una propuesta inconveniente de transición, a cambio de absurdos “perdones comprensivos útiles” para infracciones consumadas, estableciendo que el delincuente amnistiado escoja el paraíso de su preferencia, para disfrutar sin impedimento placeres, encantos y deleites del dinero sucio e ilícito. Ni de vaina quedaran inhabilitados, al contrario, seguirían gozando de las ventajas democráticas, ocupando cargos públicos como si nada hubiese pasado ni nada hubieran robado. Los resultados de los comensales asistentes, dan una idea, seis millones y un poco para cada uno. ¿Coincidencia? ¿Excusa para compartir el botín 50%/50%? Por lo que invocan el conveniente “empate técnico”, omitiendo con inmoral intención, que más de 60% de los venezolanos no cree ni comulga o confía, declarándose independiente y sin atadura partidista.

A la mancomunidad cómplice política politiquera se le agotó la creatividad, están fastidiosamente ladilla, insisten porfiados en repetir fracasos, perdiendo el afecto, la conexión y el interés ciudadano. La mínima asistencia es un claro mensaje para la reflexión, pero la suficiencia estulta de quienes se creen investidos de inteligencia superior y razón divina se empeñan en no corregir; prefiriendo recurrir al fraude de las cifras alteradas. Obviando circunspectos que quienes emiten los resultados, son impopulares, rechazados y no gozan de respeto. Son perjuros y su credibilidad es nula, no son confiables ni representan probidades.

Son demasiadas las acciones y aptitudes que no satisfacen de la oposición, sus estrategias cargan excesivas derrotas a cuestas, mienten con desfachatez, tergiversan, maniobran, se contradicen cada vez que pueden. La diferencia es que con una parte de esa oposición –al menos– se puede hablar, intercambiar ideas, discutir, dialogar. Y en ningún caso se refiere a los falsos opositores, que aceptan prebendas, dinero mal habido, deshonesto e ilegítimo, para hacer creer que adversan a quien les paga. La referencia es para quienes dirigen el enfrentamiento contra la corrupción, contra los violadores de los derechos humanos, contra quienes arruinaron al país con premeditación y alevosía siguiendo tácticas para propiciar un fraude moral, y contra los que gobiernan abrazados a las armas por miedo de ser echados.

Hay de todo en la oposición, ambiguos, guabinosos, conversos –nada más peligroso–, traidores, disimulados que hablan y no hacen, que discuten, pero no se ponen de acuerdo porque egos, prepotencia y compromisos con bolichicos lo impiden; quienes usurpan indebidamente la legitimidad y representación, los que aspiran un cargo público de carácter popular para inmediatamente olvidar su juramento que los obliga rendir cuenta; prueba de que muchos partidos políticos se han convertido en estructuras de negocios y franquicias de la boliburguesía.

Afortunadamente, la mayoría opositora, la de verdad lo primero que se encuentra es defensa a la libertad, a la democracia, sus derechos y deberes, con valentía, coherencia, honestidad, coraje, persistencia y nunca se resignan, ni negocian claudicando principios éticos y valores morales.

En las estrafalarias comedias de supuesta elección y presunta consulta, se vieron costuras, ya nadie les cree, la mentira no sólo tiene patas cortas, sino que, en la Venezuela destruida, en ruinas, abandonada más cortas tienen las expectativas de continuar, son reyes desnudos, el miedo los envuelve sin vestirlos, como el niño asustado que avista monstruos debajo de la cama, pero sólo se tapa con la cobija y espera que amanezca otro día. Contra la corrupción y canalladas no existen frazadas que cubran, los venezolanos están respondiendo, sus destinatarios lo perciben. El miedo es libre y el culillo también.

El inmenso desafío en 2021 para la Venezuela digna, la comunidad internacional, sus diplomacias, no son las elecciones anunciadas de gobernadores y alcaldes, es más atormentador y preocupante; la continuidad o no del reconocimiento itinerante rechazado, irrelevante y deslegitimado. Los bandos enfrentados juntos son minoría, quedó comprobado. La verdadera mayoría está allí, expectante pero desarticulada, acéfala y por el momento, huérfana. Sin embargo, todo indica que por fin llegó la hora del cambio que surgirá consolidado, fuerte y esperanzador.

@ArmandoMartini


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