Hemos dicho que el año pasado fue muy malo para Venezuela. La preocupación es que ya terminó el primer mes de 2023 y todo pareciera caminar de mal hacia peor. Nada nuevo nos deja el enero que acaba de concluir. Al contrario, queda la sensación de que seguimos en lo mismo sin entender que nuestra obligación es trabajar para que se produzca el cambio radical necesario. Es decir, la salida del régimen que dirige Nicolás Maduro y un combo que ha abierto las puertas a todos los males del presente.
No se trata de convivir ni de jugar al cuotismo. Tampoco ahogarnos en un electoralismo circunstancial que no pareciera estar ayudando a conquistar el primer gran objetivo de la lucha. Eso sería válido en una verdadera democracia con garantías de alternabilidad que en la Venezuela de hoy no existen. Padecemos una dictadura tiránica.
El empobrecimiento creciente de la población no se debe a incompetencia o a un circunstancial mal gobierno. No. Es la consecuencia de un socialismo prehistórico que ha fracasado en todas partes, pero que sirve para tener y retener el poder de la nación por tiempo indeterminado. Todos, ricos y pobres, clases media y alta a depender del estado-gobierno. Esto sucede cuando las instituciones se derriban y los servicios básicos de la población son inexistentes.
Podríamos extendernos hasta el infinito analizando un tema conocido y estudiado en profundidad. Con los esquemas vigentes no hay, ni habrá, solución. La necesidad del cambio es cada día más urgente, pero la falta de visión y coraje de sectores “opositores” hace que la tristeza y la resignación sean crecientes en la población.
Uno de los problemas que más nos preocupa es el referido a la educación en todos sus niveles. La ausencia de profesores y de alumnos, desde la primaria hasta la superior universitaria, es muy grave. Por allí está disminuyendo la esperanza de un futuro mejor.
De nuevo quiero repetir el llamado mil veces hecho a los dirigentes de los partidos políticos y de la llamada sociedad civil para actuar en la dirección correcta. También al mundo militar e incluso a quienes en el pasado reciente y en el presente tuvieron la ilusión del progreso sin límites del país. Hoy están confundidos y hartos. Hay que cambiar. El tiempo pasa. Aprendamos a pasar con él.
Analicemos los problemas económicos, sociales y políticos sin darlos por resueltos. No será obra del Espíritu Santo. Tampoco es correcto disimularlos. Recordemos que los vacíos se llenan y podemos llegar a situaciones peores a lo que estamos viviendo.
Tengo mucha fe en la Venezuela que, a pesar de todo, se despierta y empieza a reaccionar. No soy pesimista aunque el repaso de los males pueda proyectar esa imagen circunstancialmente.
@osalpaz
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