La lentitud en la toma de decisiones, lo enredado de los procedimientos, la creciente corrupción y otros desencuentros, han llevado a que muchos adolescentes y jóvenes desprecien el entorno democrático que marca el destino de cada uno de sus países en Latinoamérica. Por supuesto que la propuesta está a la vista: un gobierno (¿dictatorial?) que agilice los procedimientos y por, sobre todo, que alimente a los miles de afectados por la pandemia. Dictadura versus Democracia, sería el nombre del juego.
Promesas y encuestas
Las propuestas preelectorales de Gustavo Petro son dramáticas: expropiar tierra explotadas por la industria azucarera, “devolverlas a sus dueños originales”; suspender la explotación petrolera que tanto daño le hace a la naturaleza; ubicar a Colombia como “potencia mundial de la vida” y otras de ese talante, hacen pensar seriamente en las perspectivas de un gobierno con cientos de ignorantones tomando decisiones críticas para el país. Su paso por la alcaldía de Bogotá, es un buen ejemplo de lo que espera a los colombianos.
Hay luz, sin embargo. Una reciente encuesta de un periódico bogotano a jóvenes entre los 15 y los 35 años de edad , al evaluar su simpatía o adherencia a diferentes instituciones del país, concluye en un primer puesto con las iglesias y un segundo con el Ejército.
Pendientes como estamos de la dinámica electoral y siguiendo el desarrollo de la campaña petrista en Europa, al lado del PSOE, Ccoo, Podemos e Izquierda Unida, creemos que la oleada electoral del ex narco terrorista no irá más allá de lo que la gran mayoría de los jóvenes responden en las encuestas. ¿Podrán las iglesias, separándose de las veleidosas declaraciones del ensotanado de Cali, marcar un destino democrático y promisorio para la economía del país? ¿Los militares retirados y en servicio activo harán una declaración pública de defensa de la institucionalidad democrática o pasarán al comando del país?
Sinopetro
La discreta relación sinopetrista surge de comparar el desencanto juvenil con el régimen, las propuestas de Petro, ya especificadas, y el proyecto geoestratégico del dragón pekinés. La experiencia china se ve iluminadora y beneficiosa para unos países que miran desde esta orilla a ese coloso de más de 1.400 millones de habitantes y el tercero más grande del mundo. La solución, pues, está a unos 14.900 kilómetros de distancia y a 6 meses de lograrse en la capital neogranadina, si antes las divisiones de la derecha y los egos de sus líderes no se unen o alían en un esfuerzo de interés estratégico nacional.
Mientras esto se da, el Partido Comunista Chino expone sus “bondades” en un contrato cauto pero vital: el metro de Bogotá, al que se agrega la construcción de varias vías fundamentales para el desarrollo del país, algunas convenientemente ubicadas en Urabá, justo en la frontera sur del punto articular de la Nueva Ruta de la Seda, que es Panamá.
En Venezuela, la derrota en Barinas el pasado fin de semana del candidato oficialista no significa la pérdida del poder de Miraflores, pero sí un primer paso para desmontar paulatina o rápidamente, aun no lo sabemos, todo el andamiaje corrupto y de corruptos de Maduro y su cuadrilla. Y si esto no falla, lo ocurrido a principios del año en la frontera colombo-venezolana, tendrá una nueva dimensión contrarrevolucionaria y contra dictatorial que puede proyectarnos a un futuro difícil, pero con un horizonte cierto y claro. De no suceder así, Barinas quedará en solitario combatiendo un monstruo comunista que gira alrededor del pensamiento demoledor de un Chávez, que nunca fue Santo y cuya mención ahora genera repudio. Como Mussolini, Hitler o Stalin. (¿Irá Maduro a la CPI?)
Entre China, Petro, Cuba, Venezuela, ahora Perú, Honduras y Chile, –no olvidemos a Rusia- parece moverse la aguja de la brújula política de la región.
*(Presidente Nacional de ACORE)