“Yo, Hugo Rafael, C.I.: X.XXX.XXX, ante los hechos acaecidos en el país durante los últimos días y consciente…” así empezaba una carta, de puño y letra del comandante eterno y supremo, expresando su renuncia, la cual aceptó, que dieron pie al período más rocambolesco y oscuro de nuestra historia contemporánea, me refiero a los acontecimientos ocurridos en Venezuela, durante los días 11, 12 y 13 de abril de 2002.
La misiva en cuestión está llena de tachaduras que, junto a la verdad revolucionaria, no se sabe en realidad qué fue lo que sucedió, solamente sabemos que la versión oficial es falsa. Pero de algo sí podemos estar seguros, es que el 11 de abril de 2002 fue el comienzo del fin para nuestra patria.
Esos días tristes han dejado una herida muy profunda en la vida republicana del país, que a pesar que han tratado de arroparla con mentiras y creando historias fantásticas y heroicas, todavía no ha cicatrizado, sino más bien se ha infectado, minando todo el sistema democrático de la nación, que ha conducido a lo que es nuestra patria hoy en día.
Con los años, lo próceres de la revolución, con la utilización de toda la estructura del Estado, se han empeñado a trocha y mocha consolidar su forma fantástica y mítica de presentar esos hechos, sin embargo, en un futuro no muy lejano, el señor que está desempeñando funciones de embajador en Portugal, va tener que dar su versión.
Con el pasar del tiempo, pudimos constatar que aquellos que les dispararon a los manifestantes están libres y los policías que defendían a la población pagaron y pagan condenas injustas en nuestras cárceles. Disfrazaron todos los hechos, alteraron las escenas de los diferentes crímenes cometidos, formaron una comisión de la verdad que fue un circo, llegando a la conclusión que la mentira se convirtió en verdad y la verdad en mentira. Y ahora, los chavistas cada año se felicitan por aquella falsa hazaña, que ha tenido como consecuencia que haya empujado a salir del país a más de 6 millones de compatriotas y al mismo tiempo, embargaron y decomisaron el futuro de todos los que habitamos en esta nación. Pero algo que no se podrá ocultar jamás, fue la marcha multitudinaria que se llevó a cabo en esos días, la cual millones de personas tomaron las calles, entonando una sola consigna, “libertad”.
Lo más triste de esa fecha fue la duración de un nuevo presidente, me refiero a Pedro “el breve”, que a la larga trastocó todo el esfuerzo del pueblo y el precio que se pagó con todas las víctimas que dieron su vida para salvar a la patria. 11,12 y 13 de abril fue la expresión sublime de una sociedad que se volcó a las calles, conscientes que en el poder se estaba enquistando una cúpula de bandidos arropados por una supuesta revolución bolivariana, pero en sus costuras se podía notar sus tintes comunistas, con toques fundamentalistas, a sabiendas que solo a través de la presión de un pueblo unido, podría obligar a las diferentes instituciones del país a pronunciarse, para ponerle coto a esa locura revolucionaria, porque todos estábamos conscientes que los mecanismos regulares no funcionaban de forma idónea, debido a que ya la democracia estaba torpedeada. Solo hay que recordar a los diferentes disfraces que estaban al frente de los distintos organismos, en la cual la única capacidad cognitiva que tenían, era pronunciar “Uh ah Hugo no se va”.
Los venezolanos que participaron en esa monumental marcha, sentían en sus entrañas el llamado de la patria, para defender lo más importante, la vida, el amor a Venezuela, el honor, los principios y los valores democráticos, la cual la palabra libertad, resumía toda esa energía, ya que todos, absolutamente todos, estaban claros que nuestra tierra no tenía futuro para nadie, pero todo ese esfuerzo se desvaneció. No se supo canalizar toda esa energía que habría producido el cambio que necesitaba el país. Más bien, con el pasar del tiempo, el comportamiento de todos los venezolanos ha sido bochornoso y así estará reflejado en los libros de historia, ya que no supimos defender la democracia, porque fuimos sumisos ante la barbarie, toleramos lo intolerable y apoyamos un marco legal que ha sido utilizado para amordazar y encarcelar al pueblo, en pocas palabras, hemos matado al país con las armas que nos facilitó la revolución.
Ahora, nos acostumbramos a dormir bajo los efectos de la complicidad y el miedo, por un par de conciertos y la creación de bodegones, decimos que Venezuela se arregló, por el amor de Dios, hemos perdido el orgullo de ser venezolanos, nos conformamos en ser esclavos de una ideología que nos indica que comer, como vestir y qué decir, ya que dejamos escapar la posibilidad de reconstruir el país que en verdad nos merecemos.
En este momento, 20 años después, el aparato propagandístico que podemos apreciar a través del sistema nacional de medios públicos y, además, forzando a través de cadenas de radio y televisión interminables, tiene la finalidad de borrar de la mente los que vivieron esos acontecimientos y crear en la nueva generación una verdad en la medida de sus mentiras, para así cambiar la historia de unos hechos que tienen muchas preguntas que no han querido responder.
Para los chavistas, ya Raúl Isaías Baduel (fallecido el 12 de octubre de 2021), quien fue el responsable del regreso de Hugo Rafael, ya no existe. Esfumaron de la historia a Lucas Rincón Romero, vocero en aquel momento del Alto Mando Militar, que aseguró en radio y televisión que a Hugo Rafael se le había solicitado la renuncia, “la cual aceptó”. Ni qué decir de Leamsy Salazar, el uniformado que ondeó la bandera tricolor en el techo de Miraflores, cuando supuestamente se recuperó el palacio. Ahora este señor, se encuentra en calidad de refugiado en Estados Unidos, colaborando como informante.
¿Y qué es de la vida de Manuel Antonio Rosendo?, el general que se negó a obedecer la orden de Hugo Rafael (Tiburón 1) de activar el Plan Ávila el 11 de abril (que consiste en reprimir militarmente al pueblo, como sucedió en el Caracazo del año 1989). Suprimieron de la memoria pública al embajador de Cuba, Germán Sánchez Otero, cuando agradeció al alcalde de Baruta, Henrique Capriles, por mediar ante los protestantes frente a la embajada.
Ni hablar de los francotiradores. Los que se dedicaron en matar a manifestantes. No hay detalles, no hay nombres, no hay rostros para identificarlos. Nunca se llevó a cabo el análisis de la escena de los diferentes crímenes. No se realizaron estudios balísticos, nada de nada. Es tanto así, que el día de hoy ya hay dudas en la sociedad venezolana de su existencia.
¿Y las declaraciones de Francisco Arias Cárdenas en los medios de comunicación venezolanos? Que calificó a Hugo Rafael de asesino, diciendo que sus manos estaban manchadas de sangre. Su silencio posterior, fue recompensado como candidato y luego gobernador del Zulia, apoyado por el Partido Socialista Unido de Venezuela. En estos momentos, desempeña el cargo de embajador en México.
De la narrativa bolivariana de los hechos de abril de 2002 eliminaron de un plumazo a las diferentes víctimas opositoras, crímenes que quedaron sin castigo, criminales que han sido beneficiados por la impunidad por el simple hecho de ser militantes revolucionarios.
¿Y la huida de Pedro el breve? ¿Y el intercambio de disparos entre los pistoleros del puente Llaguno y la Policía Metropolitana? Civiles disparando a mansalva, sin porte de armas, perdonados y ensalzados como héroes de la patria, mientras la policía, que defendían a los manifestantes, fueron encarcelados injustamente.
¿Qué hacer ahora, 20 años después? Ante todo, aclarar las ideas para poder construir un concepto de país y un proyecto de nación, que permita aislar al populismo y trabajar en el rescate de la patria, sobre los fundamentos firmes de los principios y valores democráticos. Tomar en cuenta las bases populares, para edificar un ideario político basado en la libertad, liderado por los ciudadanos y no por caudillos iluminados por la demagogia, construyendo una corriente que respete las diferentes ideas, en el cual la tolerancia, la paz y el libre albedrío sean el camino a seguir. Desechar ideologías retrógradas, que lo que hacen es convertir a la sociedad en esclavos, obligados a una sola forma de pensar, actuar y comprender la realidad.
En estos 20 años, lo único que se ha podido apreciar por parte de la revolución bolivariana, es una operación para esconder la verdad a toda costa, sin importarles los muertos y los heridos que se originaron en esas fechas. Es tanta la manipulación, que condenaron a las víctimas y las etiquetaron de golpistas, mientras que los pistoleros del puente Llaguno fueron condecorados.
A través del sistema nacional de medios públicos, han deshonrado la memoria de las víctimas, cambiando a su antojo la veracidad de los hechos. Han utilizado parte del tesoro nacional, para comprar conciencias, porque en el fondo, el sacrificado de toda la manipulación que han realizado, es la verdad histórica de los acontecimientos. Por todo lo anteriormente descrito, será difícil pasar página, por el contrario, con el transcurrir del tiempo, será siempre más complejo el perdón y mucho menos el olvido, porque la represión y la utilización de todo el entramado judicial con fines políticos, se ha ensañado con nuestro país, que sigue clamando libertad, pero esta vez en voz baja.
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