La economía internacional fue afectada por la crisis sanitaria de la covid-19 que se expresó en la muerte de millones de personas, la pérdida de empleo, el aumento de la pobreza, la intervención del Estado y el aumento del gasto público en montos significativos. Lo ocurrido a lo largo del 2020 puso en evidencia los efectos devastadores de un virus mortal que se propagó virtualmente en todo el mundo. La vacunación masiva y la recuperación de la actividad económica en el 2021 en las principales economías del mundo presagiaban un escenario con cierta estabilidad y crecimiento en los siguientes años.

La invasión de Rusia a Ucrania hace más de un año, una vez más pone de manifiesto que los nacionalismos y los militarismos no tienen fin a pesar del entusiasmo e ingenuidad con el que muchos anunciaron un largo período de estabilidad y paz consumada la disolución de la URSS en 1991. Hoy Rusia pretende recuperar su zona de influencia en Europa del Este, sin importarle que tanto Estados Unidos como la Unión Europea respalden con suministro de armas a Ucrania. Rusia se siente respaldada por China en especial y por un sector de países que no han condenado abiertamente en el seno de las Naciones Unidas la invasión de Ucrania perpretada por las tropas rusas. En un contexto adverso hay indicadores que no pueden obviarse, tales como las presiones inflacionarias, el mayor costo de la energía y la lenta recuperación de la economía en la zona euro, lo que tiene su correlato en un creciente clima de malestar social.

En Francia la protesta en las calles, ocasionada por la iniciativa legislativa por parte del gobierno de Macron de aumentar la edad jubilatoria de 62 a 64 años dura días y moviliza a centenares de miles de manifestantes en un país en el que el gasto público y el papel del Estado en la economía es preponderante. En Alemania por otro lado los sindicatos decretan la paralización de labores evidenciando su peso e influencia en una sociedad que empieza a cuestionar el alza de costo de vida y a la par exigir el aumento de salarios.

Si Francia y Alemania afrontan dificultades en la zona euro; por su parte el Reino Unido que abandonó la Unión Europea fue afectado por la sucesión de Primeros Ministros en los últimos tiempos, el período de duelo a raíz de la muerte de la monarca Isabel II, todo ello en un contexto de casi nulo crecimiento, presiones inflacionarias, escasez de mano de obra agravada por el brexit.

Más allá de los logros de la Unión Europea, Europa es un continente en el que más de un 25% de su población supera los 60 años, en el que los los sistemas de jubilación son administrados por el Estado y son parte de una seguridad social solventada por los trabajadores, los empleadores y el Estado. La seguridad social europea se precia de ser la base de un Estado de Bienestar construido luego de la Segunda Guerra Mundial que ha hecho posible mayor cohesión social y menor desigualdad.

Lo cierto es que los sistemas públicos de pensiones debido al envejecimiento de la población y al incremento del número de pensionistas a un ritmo cada vez mayor, hoy muestra signos deficitarios que exigen una reforma. En ese contexto, en mi concepto es comprensible que el presidente Macron haya propuesto un aumento de la edad jubilatoria en 2 años, sin olvidar que esta fluctúa entre los 64 y 66 años en otros países de la Unión Europa.

Lo cierto es que el gasto público crece en proporción mucho mayor que los ingresos aportados por los trabajadores en edad productiva. Los sistemas de pensiones públicos en Europa deben ser financiados sin poner en riesgo las finanzas públicas del país, para hacer posible el pago de pensiones de 1.200 euros en promedio, luego de haber aportado más de 40 años.

En Francia es alta la formalidad en el empleo y el desempleo fue históricamente menor al 10% en las últimas décadas. La crisis de los sistemas de pensiones en Francia exige soluciones consensuadas, cierto gradualismo en las prestaciones que se otorgan y entender sobre todo que ante un creciente envejecimiento de la población se necesita realismo y aceptar que la migración laboral puede renovar la fuerza productiva e inyectar ingresos suficientes para solventar los mayores gastos pensionarios en las próximas décadas. Es claro que el mundo confronta crisis sucesivas.

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú


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