Esta es una comparación injusta. Antes de discutir semejanzas entre estos dos hombres es indispensable enfatizar la inmensa diferencia que hay entre ellos: Putin es un genocida y Musk es un genial inventor. El líder ruso es el responsable de la muerte de decenas de miles de inocentes asesinados por los militares que él comanda. Elon Musk es responsable de los coches eléctricos más vendidos del mundo, de innovaciones en baterías que permiten almacenar energía eléctrica y de sistemas como Paypal que permiten hacer pagos a través de email. También de SpaceX, la empresa de cohetes que pueden ser recuperados y reutilizados después de haber sido lanzados al espacio. Y de máquinas para cavar con gran eficiencia túneles debajo de las zonas más congestionadas de las ciudades, aliviando así el congestionamiento. También de la asombrosa Neuralink, empresa de implantes cuya misión es desarrollar tecnologías que le permitan al cerebro comunicarse de manera inalámbrica con un computador y mejorar así importantes funciones neurológicas.
Tanto Putin como Musk quieren cambiar el mundo. Putin destruyendo y Musk construyendo. Ambos tienen el poder y el dinero para financiar sus ambiciones. De acuerdo con la revista Fortune, Musk es la persona más rica del mundo. Y de acuerdo con los servicios de inteligencia de varios países, Vladimir Putin es, secretamente, el hombre más rico del planeta. Obviamente, además de su fortuna personal (estimada en más de 200.000 millones de dólares), Putin también tiene la libertad de usar los fondos del gobierno ruso para financiar cualquier aventura.
En esto el dictador y el emprendedor se asemejan. Putin quiso a Ucrania y Musk a Twitter. El primero invadió a su país vecino y el segundo se compró la empresa por 44.000 millones de dólares.
En ambos casos, las decisiones fueron tomadas por una sola persona. Las instancias, organizaciones y procesos que normalmente influyen en la toma de tan importantes decisiones fueron irrelevantes. Naturalmente, la invasión a Ucrania y sus secuelas de muertos y destrucción es infinitamente más grave que la compra de una empresa muy costosa cuyo funcionamiento tiene múltiples ribetes políticos y sociales. Pero tanto la invasión como la adquisición ocurrieron porque estos dos hombres así lo quisieron. Punto.
Putin justifica la invasión con argumentos del pasado, mientras que Musk explica su interés haciendo referencia al futuro. El dictador ruso mantiene que Ucrania siempre fue parte de Rusia y que debe volver a serlo y que su incursión militar simplemente busca corregir un garrafal error geopolítico que se cometió después del colapso de la Unión Soviética. Según él, Rusia nunca ha debido permitir la independencia de países que habían estado bajo su control.
En tanto, Musk piensa que Twitter puede ser el instrumento que mejor va a proteger la libertad de expresión en el mundo: “Mi fuerte intuición es que contar con una plataforma pública que sea ampliamente incluyente y en la cual se confíe máximamente es muy importante para el futuro de la civilización”.
Desde hace años a Musk le ha venido preocupando el futuro del mundo. En una de sus charlas hizo este audaz pronóstico: “El futuro de la humanidad se va a bifurcar en una de dos direcciones fundamentales: o bien nos transformamos en una especie multiplanetaria y en una civilización que sabe viajar a través del espacio o vamos a quedarnos atascados en un solo planeta hasta que, eventualmente, ocurra algún evento que nos extinga”.
El contraste entre este genial visionario que está pensando en transformar nuestra civilización en una que habita en diversos planetas -y que viaja entre ellos- y el sanguinario dictador que intenta devolver el mundo al siglo XIX no puede ser más aleccionador. La invasión de Ucrania y la compra de Twitter ilustran lo débil que es la rendición de cuentas en regímenes autoritarios y en los gigantes tecnológicos. En ambos casos los jefes deciden y no parecen estar muy preocupados por incluir las opiniones de sus críticos, tomar en serio la posibilidad de que se hayan equivocado o tener muy presente que no saben qué es lo que no saben. Esta última es una de las causas más frecuentes de los fracasos que derriban dictadores o llevan las empresas a la bancarrota.
Ojalá que en esto Musk no se parezca a Putin.
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