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¿En qué ha mejorado Cataluña?

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Las principales empresas se fueron, aunque algunos directivos arrastren los pies; los médicos se van, a los estudiantes extranjeros ya no les resulta seductora Barcelona, la ciudad Condal lidera las peores estadísticas de delincuencia, el atractivo turístico de la región se desploma, los independentistas trasladan la inflamación al resto de España y la incertidumbre política lo contagia todo y convierte a esa tierra en poco atrayente… Eso sí, cada catalán ha recibido de los presupuestos del Estado, este año que termina, 400 euros más que un madrileño, por no establecer una comparación con un extremeño o un gallego. El agravio hace sonrojar a cualquier izquierdista que se dice solidario.

Ese es el verdadero problema de la España actual: que la cuestión catalana no solo no está mejor, sino que, como a toda enfermedad social, se le ha dado un tratamiento que la agrava. Ahora son los médicos los que se van; más tarde se irán marchando los mejores profesionales de otros ámbitos. La tierra acogedora que fue durante décadas del siglo pasado se ha convertido en un lugar hostil para el talento y la libertad. No, no es cierto que Cataluña esté mejor hoy que en septiembre de 2017. Entonces a Rajoy le correspondió lidiar con un conflicto social que se había abonado bajo el Gobierno de Zapatero. A Feijóo, si las urnas lo respaldan, como todo apunta en las encuestas, le va a tocar corregir todas las iniciativas legislativas que Sánchez ha puesto en marcha para dejar indefenso al Estado. Como siempre, otro pagará los errores y la mala voluntad de un Gobierno del PSOE en la cuestión catalana.

Este se va, aquel se va, y todos, de una u otra manera, incluidos los que físicamente allí están, también se van. Cataluña necesita reencontrarse con su futuro, reinventarlo de nuevo, pero solo es posible si lo hace pegado al territorio que le ha permitido durante siglos ser lo que es. Todo lo demás son delirios caciquiles de una élite, sobre todo empresarial, y su prolongación política para tener su aldea gala y mantenerse en sus prácticas. Por eso a Cataluña y a los millones de ciudadanos de buena voluntad que allí viven solo les resta aplicarse la máxima de «no trates que sean mejores los demás, sé mejor tú».

Artículo publicado en el diario El Debate de España

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