Su venida es recordada con devota puntualidad, pero no es el Día de la Raza, es el Día del Globo Terráqueo. ¿Cuál raza? Cada vez que un castellano, o un lusitano, monje o laico, se acostaba con una indígena, engendraba una mezcla racial tan variada como variados eran los ancestros, tanto de los autóctonos descendientes de quién sabe cuántas razas indígenas, como de los peninsulares provenientes de celtas, romanos, árabes y sus respectivos ancestros. ¿Cuál raza?
Ese día la Tierra dejó de estar sobre las costillas de cuatro elefantes. Desde ese día la Tierra es redonda y lo hemos comprobado cada vez que veíamos un barco alejándose, pero desde hace poco la prueba es una magnífica foto a cuerpo entero de la estupenda esfera, predominantemente azul, tomada desde un vehículo espacial. Si hay que recordar ese día, que sirva para destacar el suceso mas importante del planeta, el segundo después de la aparición del género humano. Desde ese día la Tierra inauguró su forma para siempre; antes no tenia ni cara ni cuerpo. Era algo que parecía el centro de las estrellas; ese día estrenamos una imagen que por modestia se despojó de ese sitial para hacerse humildemente una ínfima esférica parte del inmenso universo.
Así vamos, convencidos de que no estamos solos en el espacio, a la espera de comunicarnos con algún otro ser sin tratar de indagar si existe, pues para prueba de vida basta con la nuestra. El asunto es cuándo. El día del cuándo será el tercer día, el más importante después de 1492. Y quién sabe con cuántos otros días más importantes nos seguiremos topando.
Mientras tanto, en esos días los venezolanos comenzamos a emprender nuestra ruta, que empezaba con tremenda carcajada, cuando uno de los viajeros peninsulares, recordando a la Venecia «reina de la belleza y el amor» se antojaba rumiando el sarcasmo más conocido en toda la historia: haber llegado a «Venezuela» para comenzar a risotadas la gran aventura en nuestra pequeña Venecia.