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En lo profundo del caos

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Esta época en la que vivimos es un sinvivir. Se diría que convivir con desazón o ansiedad es una moda y una adicción. Una moda, en cuanto a que nuestros responsables políticos se esfuerzan por suministrarnos noticias, proyectos o ideas, cuanto más espectaculares de mayor valor, con el fin de atraer nuestra atención. Surge, en consecuencia, una cierta sensación de agradecimiento por suministrarnos algo nuevo, distinto al devenir de nuestra aburrida vida social. Esta situación se convierte igualmente en una adicción, por cuanto los días que no ocurre nada especial, el ciudadano se encuentra con cierta ausencia de novedad, que pareciera que le impulsa a no levantarse del lecho y enfrentarse a la realidad. Algunos llaman a esto geopolítica del espectáculo. En el Despacho Oval, a juzgar por las últimas semanas, parece residir el actor protagonista.

Las noticias que cada día nos alteran reflejan variadas conclusiones del funcionamiento social y de las administraciones públicas. Una atenta mirada a Estados Unidos y a la actividad de su casi octogenario presidente nos preocupa. Con frecuencia casi nos hace levitar de sorpresa. Viene a la memoria lo escrito hace más de cien años sobre los partidos en América: «Son puros partidos cazadores de cargos, que van cambiando su programa según sus posibilidades de captar votos» (Max Weber, 1919).

Nos inquieta que sus colaboradores parecen más hooligans que asesores, como las sesiones públicas se encargan de mostrarnos cada día, combinadas con algunos ejemplos de actuación donde la buena educación diplomática, exigible incluso con los adversarios, está ausente. En los anales de la diplomacia internacional se encontrará siempre la entrevista Trump-Zelenski, adobada por las intervenciones del vicepresidente Vance. En resumen, «hasta ahora el equipo de Trump está generando más titulares que ahorros presupuestarios, y haciendo un daño sustancial en el camino» (Gregory Makoff, 2025).

La nueva política arancelaria genera dificultades en el mundo, pero también en Estados Unidos. La incoherencia de las medidas, una y otra vez modificadas según la presión de los implicados, genera la destrucción de las bases del comercio internacional de las últimas décadas. Probablemente son necesarias correcciones, pero estas deben ser pactadas, buscando el beneficio mutuo. No parece que sea lo que ocurre actualmente con las medidas norteamericanas.

Este cambio  de posición de Estados Unidos tiene también su relevancia en Europa, donde las prioridades de la política de la Unión están mudando. De la reducción del déficit, sagrado axioma durante décadas se ha saltado ahora a crear un fondo de hasta 800.000 millones de euros, destinado a gastos de defensa. Es una consecuencia directa de la nueva política norteamericana, que obliga a Europa a tomar decisiones drásticas en materia de defensa, hasta ahora medidas establecidas como complementarias de las decisiones y necesidades norteamericanas.

La dependencia de los países en este mundo global, a pesar de aranceles temporales, es absoluta y, por tanto, la desviación del gasto público hacia políticas de defensa nacional puede derivar en mermas considerables respecto a otras políticas sociales, educativas o de sanidad y pensiones. Hasta ahora, el Estado de bienestar dirigía las prioridades de gasto hacia tres objetivos esenciales: Salud y sanidad, educación y pensiones. Obviamente, se destinan también importantes rubros presupuestarios a la Seguridad, Defensa y otros aspectos que administran los poderes públicos, pero las prioridades políticas están marcadas claramente e incluso, en ocasiones, logran la unanimidad de las grandes fuerzas políticas, como ha sucedido recientemente en España sobre el incremento de las pensiones.

Conviene, en definitiva, tener presente los estudios científicos y, en definitiva, la historia de las relaciones entre los países, así como el conocimiento de los asuntos que se deriva del estudio y la experiencia. Por ello, al gestionar los asuntos públicos conviene valorar adecuadamente la responsabilidad de los políticos y los técnicos. Estos últimos son los depositarios de la experiencia y con frecuencia del conocimiento, dado que los políticos se especializan en asuntos como la comunicación o  directamente políticos como los electorales o parlamentarios.

Ello trae a la reflexión la necesidad de incluso residenciar decisiones de relevancia en manos de los técnicos y no de los políticos, como recientemente se ha demostrado en España con ocasión de la tragedia de la DANA de Valencia. En los países escandinavos numerosas decisiones están residenciados en  profesionales públicos que las adoptan sin intervención política alguna.

Han de recordarse las dificultades sin cuento que se han dado en España por la desidia e incompetencia de las autoridades regionales en la llevanza de la más importante tragedia humana ocurrida en los últimos años, que ha costado más de doscientas veinte vidas humanas. Solo más de cinco horas después del comienzo de la gran inundación, el centro de emergencias lanzó el aviso a la población, precisamente cuando ya había multitud de víctimas, a pesar de que los ciudadanos y las instituciones de meteorología aseguraban los graves problemas.

El policía no pregunta al ministro cuando tiene que actuar en defensa de la seguridad ciudadana, ni el piloto al presidente de la compañía aérea al proceder en una emergencia. Bueno sería para la sociedad residenciar en profesionales públicos decisiones relevantes que hoy están innecesariamente politizadas.

@fjvelazquez.bsky.social

 

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