Para el consultor político Diego Crescente, Louis Stevenson decía que la política es la única profesión para la que no se considera necesaria ninguna preparación y tenía razón, pero no es menos cierto que hay una cualidad imprescindible para tener éxito en política, para lograr atraer a una comunidad centrada en sus propios problemas en torno a una serie de principios. Esta cualidad no es otra que el nuevo liderazgo político y sus 6 principios para cambiar el enfoque político de épocas pasadas:
1. La credibilidad. En nuestros días es la cualidad más importante para un líder. El descrédito actual que vive la clase política sólo podrá superarse gracias a ella. 2. La firmeza. La política no es terreno para pusilánimes y mucho menos en tiempos de crisis. Ver dudar a un oficial en el campo de batalla es un anticipo de un fracaso seguro y en un espacio, el de la política, en el que valores son el combustible de una máquina diseñada para gobernar, la firmeza, y la resolución son cualidades que proporcionan seguridad a los ciudadanos. 3. La autoridad. Distingámoslo de la firmeza, puesto que, mientras que la primera se refiere a la imposición y la previsibilidad del yo, la autoridad se ejerce frente al resto. También es conveniente diferenciarla del autoritarismo que convierte al líder político en un caudillo local, en una persona que pierde la referencia del partido para convertir la política en él mismo. 4. La honestidad. El líder político necesita, al igual que el mando en el Ejército, ser honesto con sus votantes, con los ciudadanos. 5. La convicción. El líder político actúa conforme al diálogo, no a la imposición. Su autoridad en este sentido es más moral que ejecutiva porque realmente convence tanto a sus seguidores como incluso a sus adversarios. 6. La empatía. Vital en el siglo XXI. A menudo observamos cómo los políticos se asemejan cada vez más actores del Club de la Comedia en sus mítines. No se trata de eso, ni de ser simplemente gracioso. Se trata de empatizar con aquellos ciudadanos que, a pesar de no estar pasando por una buena situación, consiguen llamar su atención y visualizarse como la solución a ese problema.
Mirando nuestro contexto político es innegable, sin un líder “fuerte” y “carismático” indiscutible, el chavismo / madurismo “ha mantenido su identidad, pero tuvo que cambiar su estructura mental por el tipo de liderazgo que ejerce Nicolás. La acelerada decadencia de su capital político se centra en la ausencia de liderazgo del propio Maduro, no transmite el mismo respeto que generaba el extinto comandante Chávez en sus seguidores, no obstante, se revela en nuestros estudios de opinión pública que el elector chavista fue solidario de manera automática con la solicitud que hizo en su momento histórico el mandatario nacional a sus seguidores para que le dieran su respaldo incuestionable a Maduro. Sin embargo, ese sentimiento de compromiso con el devenir de los años pareciera que se desconecta cada día y de manera “hemorrágica”.
Los resultados de nuestras investigaciones también ratifican la acelerada pérdida de apoyos liderazgos opositores, pero en especial hacia Maduro por ser el arquetipo del antilíder político. Evidentemente, son varios los factores que potencian la decadencia del capital político rojo, por ejemplo, el origen de su legitimidad más el descontento generado por la grave situación económica, percepción que ahora es compartida por la mayoría de los venezolanos sin distingo de color político.
Los grandes anuncios de Maduro en materia económica, según los especialistas de la macroeconomía, son superficiales y narrativas soñadoras para superar la crisis que atraviesa Venezuela. Sin embargo, el régimen estratégicamente aún utiliza el discurso redentor hacia los estratos sociales D/E a través del poder mediático para llevar un mensaje totalmente diferente sobre la realidad económica. La revolución ha dedicado grandes cantidades de recursos financieros en campañas de TV, radio, redes digitales y otros medios de comunicación para alcanzar ese objetivo, pero parece no haber avanzado más en su propósito de convencer a los venezolanos de que las insuficiencias que enfrenta su gestión es el resultado de una estrategia de desestabilización y bloqueo económico emprendido por la oposición endógena y exógena, el imperio y sus aliados para derrocarlo.
Estamos viviendo dentro de un país con dinámicas perversas y contradictorias con un “presidente” sin liderazgo, que ha perdido un significativo capital político que el chavismo acumuló por años, todo debido a las agudas crisis económica, política y social. Maduro escogió el camino del antilíder, en su acción política, eligió el estilo autoritario y le hace creer a sus liderados casi a diario que no es ese tipo de líder porque intenta agradarlos mostrando preocupación y lucha por la justicia social que merecen los invisibles, el pueblo.
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