“En aquella Venezuela hasta mediados de los setenta, los retos de la competencia por destacarse estudiantil y profesionalmente para surgir pienso que eran mucho más claros. Luego, la opacidad comenzó a ocupar más espacio e importantes designaciones empezaron a hacerse más por vínculos partidistas y amistades personales, familiares y ‘extrafamiliares’ (entiéndase por esto ‘el barraganismo’) que por concursos de credenciales y trayectorias progresivas de acertados desempeños. La que debió ser así una cada vez mejor y más honesta administración pública, incluyendo la militar por cierto, y por tanto así una más fuerte economía, se fue resintiendo gravemente”.
Cómo se va constituyendo una nación:
Ser el menor de ocho hermanos fue una bendición y a la vez un desafío. Mis mayores iban, como dijo el andaluz y poeta de poetas Antonio Machado, “haciendo camino al andar”. De robustos cimientos familiares, la mía, la “González del Castillo Yanes”, fue resultado de la caraqueñísima unión de un joven de la parroquia Santa Teresa con una chica de La Pastora. Tuvieron a su primer hijo, Nestico. Luego nacieron las que hasta hoy son cuatro tesoros de hermanas, por su noble corazón y valores humanos. Luego vinimos los tres mosqueteros. Dos varones, más cercanos a mi generación, y yo para completar el empate de cuatro niñas y cuatro varones. No olvidaré decirles que en casa vivía con nosotros la abuela Alfonsina Heinemann. Ternura y firmeza de carácter hecha mujer. Muy europea, por cierto, sencillamente la mantengo en mi memoria junto a mi otra abuela que vivió en La Pastora hasta irse, la Mamama. Esas son mis únicas joyas e irrepetibles, dentro del alma mis enseñanzas. También tuvimos un perro-mascota, nuestro inolvidable Campeón.
En esa Venezuela de finales de los años sesenta, las familias solían ser mucho más numerosas que ahora. Aunque ya comenzaba el descenso de la rapidez de la tasa de crecimiento de la población, que en los años cincuenta estaba por encima de 4%, era de las más altas del mundo. La población venezolana mantenía su rápido aumento por nacimientos y descenso en mortalidad infantil, y gracias al avance de los sistemas sanitarios y urbanos, de mayor y mejor atención al embarazo, a los recién nacidos e infantes. Así mismo la migración hacia el país continuaba desde Europa y América Latina y el Caribe. También seguía el traslado de miles de personas del campo hacia las principales ciudades. La población entonces supera apenas los 10 millones de habitantes.
En el año 1967 vivimos en familia dos grandes y distintos sismos: uno directo al centro de gravedad e interior de nuestra familia, cual fue la muerte el 18 de abril de nuestro hermano mayor, Nestico, y que antes les comenté; el otro, el terremoto de Caracas del 29 de julio. Este último acontecimiento impactó duramente el ambiente del resto de aquel año 1967 en toda la ciudad que cumplía el cuatricentenario; por supuesto, en nuestra casa con la terrible herida aún abierta por la reciente pérdida fue duro. Se reseñaron en la prensa 236 muertes y más de 2.000 heridos. Sin embargo, mi niñez transcurrió mayormente plena de momentos gratos, siendo el “maraco” y consentido por padres y hermanos. El Niño Jesús siempre se hizo presente, como también en aquellas difíciles navidades.
Del tiempo adolescente al Programa de Becas Ayacucho:
Diversas experiencias desde colegio de monjas e internado en Europa para los mayores, hasta colegios y liceos públicos para los menores; vivimos nuestra maravillosa Caracas, cada uno en su tiempo y espacio de la infancia y la adolescencia, según las circunstancias económicas que se manejaban en casa. Lo que para algunos podría significar un descenso de estatus social por asistir a una escolaridad pública, para mí en particular, en lugar de mellar aspiraciones de logros y alcance de propósitos, fue una gran ventaja en formación integral. Esa sociedad venezolana de acelerada transformación pienso la pude comprender mejor en esa mi Unidad Escolar Gran Colombia. Las experiencias que tuve, desde kínder al quinto año de bachillerato, marcaron para siempre lo que soy ¡con las mejores maestras y profesores del mundo!
De la hecatombe que produjo la trágica muerte de mi hermano mayor, nuestros padres sufrieron el divorcio. Nosotros, por supuesto, también. En muy poco tiempo todo cambió en casa. La abuela Alfonseca falleció. Mis hermanas, las mayores, comenzaron a contraer matrimonio. De los varones uno se va para la universidad, y el otro está interno en el liceo Gran Mariscal de Ayacucho. Así el hogar de origen se fue sintiendo silencioso. Cumplo con mis obligaciones de inicios del bachillerato en ese ambiente descolocado. Estoy, como se diría en criollo, un poco ¡arrecho con tantos cambios!
Aquel país que pujaba para parirse a sí mismo era una Venezuela promisoria. De lo mejor de las democracias de América Latina para entonces. Mi hermano Ángel se había destacado de modo formidable como brigadier mayor del liceo Gran Mariscal de Ayacucho. Fue, a lo largo de sus estudios, el mejor hasta entonces en la historia de ese gran centro de formación. Al concluir en 1974 el quinto año y como premio en el sesquicentenario de la Batalla de Ayacucho, el presidente Carlos Andrés Perez en ese su primer año de gobierno decide crear el programa especial de becas para dar al país y a las generaciones de jóvenes venezolanos de todos los estratos sociales, la mejor oportunidad de formación académica a nivel mundial. En el primer contingente marchó a Boston Ángel González del Castillo Yanes. Allí fui más tarde a visitarlo, en mi primer viaje a Estados Unidos. Era el regalo familiar por finalizar mi bachillerato con todas mis materias eximidas en línea, durante los tres últimos años…. continuará…
@gonzalezdelcas
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