En tiempos cuando la nación venezolana tiene ante sí quizás el reto más demandante en identidad y valores de su historia, prosigo y dedico a todos ustedes, amables lectores, esta serie de artículos que emprendí el pasado sábado 5 de febrero, acá en exclusivo para El Nacional, diario que representa hoy la resistencia del pueblo frente al secuestro que mantiene la traidora camarilla. El zarpazo que le arrebata el templo de su sede física jamás podrá con la iglesia de libertad ciudadana que representa. La actual narcotiranía corrupta y entreguista de nuestra soberanía nacional también pasará.
Del pasado artículo:
“¿Tenían todo el tiempo del mundo? Después de fracasada la llamada comisión Caldera para la reforma constitucional y del Estado, la bautizada Copre, Comisión Presidencial para la Reforma del Estado, se tomó todo el periodo de los cinco años de la presidencia de Jaime Lusinchi, 1984-1988, para producir el libraco entregado en diciembre de ese último, ya al final de dicho periodo. Parecía que nadie, más que la propia nación venezolana y sus realidades, estaba muy apurado. Pero ¡al fin se tenía un documento teóricamente consensuado para dicha reforma del Estado!”.
¿Qué hizo más lento el avance para consensuar las propuestas de reformas?
Además de las normales dificultades de conciliar diversos intereses, la segmentación desde los años sesenta en las múltiples expresiones de la llamada izquierda venezolana, provenientes de Acción Democrática y del Partido Comunista de Venezuela, no conseguían ponerse de acuerdo en tanto que élites concurrentes al debate y competencia por el poder, dentro de un nuevo marco democrático y progresivo. Persistía en algunos la creencia en que se haría una revolución socialista armada en Venezuela, en medio de la Guerra Fría. En otros, las contradicciones entre los enunciados de la Internacional Comunista de liberar los pueblos de yugos monárquicos y élites gobernantes mientras sostenían la praxis invasiva y dictatorial de dichos Estados comunistas sobre otros Estados (invasión soviética de Checoslovaquia en 1968) los llevan a romper con tal alineamiento. A pesar de esa importante aunque un tanto costosa tardía comprensión, con base en el tiempo útil gastado para hacer mayor y mejor gestión pública, de fortalecimiento institucional y modernizadora; sin embargo, se lograron adelantar muy importantes planes y programas de masificación de servicios sanitarios y de salud, servicios educativos e infraestructuras.
La Venezuela en la que crezco
Crecí en una Venezuela que navegaba ya en medio de arrolladoras fuerzas gregarias frenéticas por el urbanismo modernizador y de contrastantes influencias. Un sistema de Estado centralizador y concentrador del poder. Desde lo que nos era característico del pasado rural, militarista y autocrático, se coloreaba con nuevas tendencias de la vida de industrialización petrolera, de ocupación poblacional excesiva en ciudades y con abandono del desarrollo agropecuario. Del crecimiento comercial e importaciones de arbolitos de Navidad naturales (o pinos del Canadá) al infaltable whisky escocés en las más importantes celebraciones sociales.
Sin embargo, y a pesar de todo ello, no nos faltó ni vivienda ni la maravillosa Escuela Pública en la que estudié, desde el kínder hasta el quinto año de bachillerato, la Unidad Escolar Gran Colombia. Tampoco faltó la tragedia guerrillera de la muerte de mi hermano mayor Nestico, siendo supervisor de construcción de viviendas sociales del Banco Obrero al quedar atrapado, en abril de 1967, en medio de una balacera entre la llamada Guardia Nacional y las seudosocialistas guerrillas urbanas en la zona de Los Ocumitos, periferia de Caracas.
En esa Caracas en la que nací, y a lo largo de aquellos primeros años de escolaridad y crecimiento, fui testigo que percibió de manera clara el apego de la máxima dirigencia política venezolana al pluralismo democrático. Observé desde incluso la posición de niño cuando una primera dama como Doña Menca de Leoní inaugura el comedor escolar en esa mi Gran Colombia estudiantil, hasta cuando fui en mi bachillerato el líder estudiantil libre y sin partido que manifestó y salió a las calles a protestar por el alza del pasaje, recibiendo su docena de rolazos de la Policía Metropolitana en la plaza pública Tiuna. Así, junto a toda generación a la que nadie le exigió venerar a ningún político, ni mucho menos adorar por aceptados padres de la democracia que fueran a Betancourt o a Caldera; como si sabemos se lo exigieron en la tiranía castrista a los niños y a la juventud cubana toda de entonces: “Ser como el Che”. Que por supuestamente haberles dado oportunidades de tener una atención de vestimenta, calzado, o comida para practicar el derecho a asistir a la escuela, les imponían el adoctrinamiento comunista.
En aquella Venezuela hasta mediados de los setenta, los retos de la competencia por destacarse estudiantil y profesionalmente para surgir pienso eran bastantes más claros. Luego, la opacidad comenzó a ocupar más espacio, y poco a poco importantes designaciones por vínculos partidistas y de amistades personales, familiares y “extrafamiliares” (entiéndase por esto el barraganismo) más que por concursos de credenciales y trayectorias progresivas de acertados desempeños. La que debió ser así una cada vez mejor y mas honesta administración pública, incluyendo la militar por cierto, y por tanto así una más fuerte economía, se fue resintiendo gravemente.
Hoy, 12 de febrero, a los 208 años de la heroica lucha que se libró por nuestra libertad del yugo colonial en la Batalla de la Victoria, ¡Día de la Juventud!, les invito a que nos declaremos todas las distintas generaciones de demócratas en imbatible e incondicional unión siempre con joven rebeldía libertaria. Ponernos a la disposición de la lucha al lado de ellos, nuestra honesta juventud militar y juventud de fe cristiana actual; como aquella de los jóvenes seminaristas y del Ejército Libertador de 1814. Que entonces el Supremo Autor del Universo nos acompañe a encontrar nuevamente el sendero de nuestra libertad y progreso para Venezuela.
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@gonzalezdelcas