La voluntad popular, como manifestación de la soberanía, fue expresada recientemente en España en unos comicios libres y competitivos en los que la mayoría de los ciudadanos españoles optó por dar el voto a la tendencia liberal-conservadora que representa el Partido Popular (PP), quedando rezagado a corta distancia el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), lo que a primera vista concede el triunfo indiscutible del PP.
Sin embargo, la realidad es distinta porque, de acuerdo con el ordenamiento legal que rige en España, era necesario que el ganador alcanzara la mayoría absoluta para, sin alianzas -o contubernios- con otras fuerzas políticas su máximo dirigente Alberto Núñez Feijóo se volcara a la formación de gobierno.
Pero no ha sido el caso porque esa deseada mayoría absoluta no fue lograda por el PP, sino que quedó a escasos escaños de ella, lo que hace presumir que, para formarla, deba recurrir a una coalición de gobierno, -homogénea o Frankenstein- y de no lograrlo, esa voluntad mayoritaria que votó por el PP pudiera ser torcida por el PSOE y grupos minoritarios, como han explicado analistas políticos a través de los medios y de las redes sociales. Así, el PSOE, en liga vituperable “( … ) junto a la ristra de comunistas, independentistas y filoterroristas que le acompañan como siniestro y vocinglero séquito, está en condiciones de urdir una mayoría que le permita ocupar La Moncloa una nueva legislatura”, como ha escrito el presidente de la Fundación Foro Libertad y Alternativa (L&A) Alejo Vidal-Quadras (Fuente: Pasmo tras el 23-J. https://www.vozpopuli.com/opinion/pasmo-tras-23-j.html).
En líneas generales y sin profundizar en los conceptos aristotélicos, la política puede ser entendida como una forma de poder llevada a cabo por individuos elegidos por los ciudadanos para resolver conflictos dentro de una sociedad para garantizar el bien común; y en función de ello, es legítimo que un grupo o formación política negocie acuerdos, incluso tipo Frankestein, con otros partidos con el fin de lograr una mayoría, sea para alcanzar el poder o imponer una decisión sobre una minoría, respetando siempre las formas del Estado de Derecho y el juego democrático.
Pero lo que es inadmisible porque atentaría contra la voluntad popular expresada en los comicios, es que la formación perdedora -el PSOE- pretenda confabularse con grupos minoritarios independentistas cerriles o herederos de organizaciones terroristas para lograr una mayoría que le permita a su líder Pedro Sánchez instaurarse en el poder cuando esas minorías constituyen un cáncer terminal con metástasis que intenta destruir las instituciones españolas y la propia España. La mayoría del pueblo español optó por dar el voto al PP, cuyas políticas no coinciden con las practicadas y hasta ejecutadas por las formaciones perdedoras. Además, sería aberrante que quienes fueron rechazados por la mayoría de los electores pasaran a gobernar al aventajar en número de escaños al ganador PP gracias a esa mayoría circunstancial que, en su conjunto, atenta contra España. Como comenta Rosa Díez, (Fuente: https://okdiario.com/opinion/partido-popular-feijoo-ganado-elecciones-11310859), “( … ) hoy el PP ha ganado las elecciones y el PSOE las ha perdido. Que no se nos olvide que eso que llaman izquierda solo puede formar gobierno de la mano de lo más reaccionario del país, golpistas, comunistas y filoetarras. Pues habrá que intentar evitarlo, que para eso hemos votado, ¿no?”.
Como se observa, esa sola posibilidad de que una mayoría circunstancial con las características que presenta se alzara con el poder para formar gobierno podría ser de fatales consecuencias para España y responsables de ello los mismos españoles por incurrir en culpa “in eligendo”, pero, a la vez, y como dice Orlando Viera-Blanco (Fuente: https://www.eluniversal.com/el-universal/160897/que-viva-espana):
“El ganador en España -nos guste o no el resultado- fue el voto como herramienta de oro de la democracia. Queda ahora que los líderes rindan honor no sólo a la mayoría, sino a la otra España que pide convivencia, calma y sensatez”.
Efectivamente, España, como nación, goza de un sistema democrático producto de la voluntad popular expresada en las pasadas elecciones generales que espera que los elegidos honren a la mayoría ganadora, antes de que las minorías opten por un pacto estilo Frankestein que sin dudas minarían la confianza de los electores. El hispanista británico Gerald Brennan (Fuente: https://ame1.org.es/demoledor-articulo-de-un-hispanista-ingles-gerald-brenan-sobre-la-situacion-de-espana/), conocedor de la realidad española, en enero de 2020, ante el resultado electoral de 2019, dijo:
“El precio es España. Por no saber defenderla. Los peores enemigos de España son todos españoles, con algún argentino mezclado entre ellos. Un sector del PSOE, el de Zapatero y Sánchez, odia a España. En Podemos, el odio es más intenso, como en las menguadas huestes de Garzón. Y para ser presidente del Gobierno, Sánchez ha vendido a España a los independentistas catalanes, los independentistas vascos y a los herederos de los terroristas de la ETA y Grapo. Es decir, que se ha lucido Sánchez para ser presidente del Gobierno del Estado que desea destruir”.
En conclusión: ¿Se respetará la voluntad popular o se burlará gracias a siniestros acuerdos políticos entre los perdedores que conduzcan a la destrucción de España con tal de mantenerse en el poder “( … ) aunque sea con respiración asistida” (Arturo Pérez-Reverte dixit. Fuente: https://www.zendalibros.com/espana-es-culpable/)- y de la mano de lo más reaccionario del país, aun a costa de la unidad de la nación y de sus instituciones?