OPINIÓN

En el siglo XVIII Rusia quería tomar la California española

por Carlos Cruz Carlos Cruz

Como es frecuente que gran parte del público lector no conozca esta información, es importante decir que durante más de tres siglos el territorio que hoy en día es propiedad de los Estados Unidos de Norteamérica estaba bajo el mando de tres grandes potencias europeas que fueron España, Inglaterra y Francia.

En el caso del Imperio español; el territorio que formaba parte del Virreinato de la Nueva España comprendía lo que hoy en día son los siguientes países y gran parte de Estados Unidos:

Nicaragua, Honduras, Costa Rica, Guatemala, Belice, El Salvador, México y en el caso de Estados Unidos los estados (completos) de California, Oregon, Washington, Nevada, Utah, Colorado, Nuevo México, Arizona, Texas y Florida. Y de manera parcial: Idaho, Montana, Wyoming, Kansas, Oklahoma y Luisiana.

Por otra parte, también abarcaba Las Filipinas y las islas del Caribe (Cuba. Puerto Rico, República Dominicana, Haití, Bahamas, Trinidad y Tobago).

Con lo cual nos podemos dar cuenta de las dimensiones de este virreinato.

Con respecto al caso de la California española hay que decir que su descubrimiento se llevó a cabo en el siglo XVI mediante varias expediciones que hicieron recorrido por ella y que en esa experiencia nada les resultó fácil a los representantes de la corona española por las dificultades que se presentaron para dicha empresa. Y fue ya en los siglos XVII y XVIII cuando comenzó a tomar forma dicho territorio con la creación de monasterios, iglesias, ciudades, pueblos y puertos.

A esta California de hoy en día también se le conoció como «Las Californias» ya que la dividían en «Alta California» y «Baja California» y a medida que se difundía en Europa los avances de España en el nuevo mundo, también se iba incentivando la curiosidad y el deseo de apoderarse de una porción de esas tierras por parte de otros reinos como en este caso lo es Rusia. (1)

En el año de 1761 a la corte española comenzaron a llegar rumores de que Rusia estaba mostrando interés por California y de inmediato solicitó al Marqués de Almodávar (quien para ese entonces era el embajador del rey de España ante el zar), para conocer de primera mano lo que en realidad estaba sucediendo.

A tal solicitud, Almodávar contestó que las actividades rusas al norte del Pacífico son realizadas por pescadores y para ese momento Rusia no tenía establecimiento permanente y los cazadores aún no habían incursionado en las tierras del noreste de América por lo que ello no revestía ningún peligro para el Imperio español.

Luego, el Conde de Herrera, quien fue el sustituto de Almodávar en Rusia, sí escribió a la corona alertando de una expedición que había organizado S.M. Catalina II a esa área.

Por su parte, en 1768 el Marqués de Grimaldi, encargado de los negocios españoles en Londres en una comunicación al rey le habló sobre los avances rusos cerca de las Californias por las incursiones de (Petr Kumich Kenitizin y Mijail Leveshev), lo cual trajo como consecuencia que en ese mismo año se emitiera una Real Orden ordenando la ocupación inmediata de la Alta California.(2).

Para 1799 don Miguel José de Azanza, Virrey de la Nueva España le escribe a don Mariano Luis de Urquijo, secretario de Estado dando noticia de que los establecimientos españoles en California están en riesgo y que los rusos pudiesen enviar expediciones desde Kamchatzka para establecer colonias en las costas de California.

A su vez, el virrey de la Nueva España hacía una serie de observaciones sobre la situación a través de los siguientes puntos:

El pedido de las fragatas lo defendió con mucha vehemencia y decía que con estas fragatas observarían todo lo que ocurriese en los mares septentrionales que bañan a California e impedir cualquier empresa de los rusos.

Por otra parte, podrían aprovechar para destruir los establecimientos ingleses en las islas «Nootka, Galápagos y Sándwich» y también combatir a los corsarios de los mares del sur.

El virrey también manifestó que la base de operaciones de las fragatas debe ser el puerto de Acapulco y no el de San Blas porque este no tiene el fondo necesario y que la escuadra pudiera estar al mando de don Ignacio de Alana, jefe de la escuadra de Manila y que Alana se traslade para Acapulco y no que sea enviado alguien desde España porque se tardaría mucho tiempo. (3)

Como reflexión del material revisado podemos expresar que las pretensiones rusas en el territorio de la California española nunca pasaron de ser pequeñas incursiones para observar cuál era la capacidad de respuesta del Imperio español en ese momento, las cuales tuvieron como complemento las “asesorías” inglesas para continuar su plan de sabotaje al Imperio español.

La presencia de Rusia en esa área se hace fuerte después del retiro de la corona española llegando a tener el control de toda Alaska y el establecimiento de compañías mixtas (ruso-americanas) y es en el año de 1867 cuando el zar de Rusia, Alejandro II decide vender Alaska a Estados Unidos por 7,2 millones de dólares que hoy en día podríamos considerar como el error geopolítico más grande de Rusia en toda su historia.

Para finalizar es necesario informar que el poder de fuego de la flota española era importante pues para la fecha contaba con 77 navíos de línea y 51 fragatas de guerra. Las fragatas de guerra generalmente tenían 44 cañones.

En el caso del llamado Navío de línea en el portal web www.todoababor.es dice lo siguiente:

El navío de línea era todo aquel buque que podía combatir con un mínimo de potencia dentro de una línea de combate. No todos los navíos podían ser considerados de línea y generalmente no se consideraban como tales los menores de 64 cañones, aunque en numerosos combates de la Real Armada navíos de 60 o incluso de 50 cañones formaron línea con sus «hermanos mayores». Como en el caso de la batalla de Sicié de 1744.

Pero esto obedecía más a una falta de buques que obligaban a utilizar estos navíos, que habían sido concebidos en un principio como buques de escolta, para el corso o meramente como transportes armados.

El rey de la línea de combate era el navío de tres puentes, buques que en la Real Armada estaban armados desde 94 cañones los más pequeños, hasta 112 los famosos «meregildos». Aunque es bien sabido la excepcional figura del Santísima Trinidad de 136 piezas. Buque que se escapaba de cualquier clasificación gracias a sus únicos cuatro puentes”.

Bibliografía:


El autor es Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela, Miembro Correspondiente de la Academia Venezolana de la Lengua, colaborador del Instituto Español Reina Sofía de Nueva York e Individuo de Número de la Academia de Historia del Estado Carabobo.