Siempre temí que algún evento sobrevenido sea catástrofe natural (huracán, terremoto) o de cualquier otro tipo viniera a complementar la labor destructiva adelantada por el régimen chavista. Labor que ha colocado a la sociedad venezolana en una posición de vulnerabilidad propia de sociedades atrasadas ubicadas en lo que antaño se conocía como el cuarto mundo.
Ese temor se ha materializado con la llegada (previsible y confirmada) del coronavirus, situación que con seguridad nos hundirá más en el cuesta abajo que transitamos y digo transitamos porque a esta sima no se le ve fondo.
En el peor momento, no es que los haya buenos, sino menos desfavorables en términos de contar con los recursos para gestionar el asunto adecuadamente. El régimen no es responsable de la pandemia, sí de que Venezuela se encuentre en la peor de las situaciones en nuestra historia contemporánea.
El problema es que padecemos una crisis sistémica de ya larga duración y sin horizonte cierto de reversión, consecuencia de la instauración de un proyecto político atrasado conducido por una nomenclatura indolente, ineficiente e ineficaz y profundamente corrupta que ha privatizado y secuestrado al Estado para beneficiar sus intereses y objetivos de enriquecimiento personal y corporativo a todo evento.
Lo anterior ha producido nefastas consecuencias para el país en la esfera político institucional y en la calidad de vida de la población.
El Estado venezolano es débil porque es incapaz de cumplir con mínima eficacia con sus competencias y atribuciones; hay quienes lo califican de fallido. Esa incompetencia se ha traducido en el caso particular (que no exclusivo) en un sistema de salud, tanto público como privado, sin los recursos humanos, materiales, capacidades gerenciales y administrativas para afrontar con la competencia requerida el reto de la pandemia.
Por si lo anterior fuese poco, la crisis económica ha generado un empobrecimiento tal en la mayoría del cuerpo social que dificulta que pueda alimentarse adecuadamente en calidad y cantidad y tampoco sufragar los costos de su salud. Hay que agregar la enorme y creciente masa de ciudadanos en situación de calle y por tanto absolutamente desprotegidos.
Todo este cuadro muestra una población muy vulnerable ante cualquier adversidad o contingencia sobrevenida.
Recuerdo que hace un mes más o menos recibí la información de una fuente del minpopo Salud de que se no veía ningún movimiento o conocía instrucción oficial sobre acciones de preparación para afrontar la llegada del coronavirus; asunto este, el de su llegada, bastante probable. Ayer, en el primer día de la cuarentena, había funcionarios de los cuerpos de seguridad del Estado controlando el acatamiento de la cuarentena sin que los mismos estuviesen debidamente protegidos (no tenían tapabocas ni guantes), esta situación habla de cierto nivel de improvisación que abona a la tesis de que se ha actuado (sin justificación) tarde y de forma improvisada. Deseo fervientemente equivocarme al respecto.
La vulnerabilidad de Venezuela y su población a la que nos hemos referido anteriormente nos hace prever que los efectos de la pandemia serán sumamente negativos en todos los aspectos.
La Organización Mundial de la Salud como otros organismos y expertos en la materia expresan que el único recurso para defenderse de la pandemia es la previsión porque la misma no tiene todavía vacuna ni tratamiento para superar la patología.
Solo nos queda encomendarnos a la suerte y a seguir al pie de la letra las recomendaciones en materia de prevención.