Cuando conocí a Antonio personalmente, estaba en la población de Calabozo reunido en una asamblea de productores de arroz, agrupados en Aprosigua (Asociación de Productores del Sistema de Riego del Guárico). El debate estaba relacionado con las pérdidas que ocasionaban los roedores que devoraban los granos cuando estaban por consolidarse las cosechas de ese cereal. Desde entonces, me consta su pasión por las luchas de quienes se dedican con grandes esfuerzos a producir los alimentos que aseguren “los tres platos” que ansían tener garantizados cualquier familia en Venezuela.
Otra vez lo acompañé a una jornada de trabajo con los productores de leche del oriente del Guárico, asociados a Aprolegua (Asociación de Productores de Leche Guariqueños). El debate era en torno a los precios de la leche «a puerta de corral», al que aspiraban los ganaderos. También viajamos a encuentros con agricultores de El Socorro o de Zaraza, que dedicaban sus esfuerzos a sembrar y cosechar sorgo o maíz y lidiaban con los representantes de las agroindustrias por la colocación de las cosechas, el precio de las mismas y el pago oportuno que terminaba siendo todo menos eso.
Ayer fue el cumpleaños de Antonio. Y amaneció pensando en la tragedia que padecen los productores o héroes -así los califica- cuando luchan contra los invasores que pretenden arrebatarle sus tierras, cuando se defienden de las bandas que los extorsionan o secuestran, o cuando se frustran por no poder realizar la siembra a tiempo, porque no tienen financiamiento, ni semillas certificadas, o simplemente, las fallas de electricidad no hacen posible encender las bombas que a duras penas compraron e instalaron en sus predios.
Lo importante es que al final de esa angustia, en su ánimo priva el optimismo cuando lo oigo exclamar que “los productores venezolanos serán una garantía para rehabilitar nuestra soberanía alimentaria”. Para Antonio es absolutamente factible poner a producir esos millones de hectáreas de tierras ociosas que están, por ejemplo, en manos del Estado, que vendría a ser, según su parecer, el gran terrateniente del país. También cree que será posible, previo censo de suelos y estudios de los mismos para saber ¿qué es lo que podemos producir y dónde? No menos importante es realizar un censo objetivo de pisatarios para proceder a garantizar la titularidad de la tierra y ponerle punto final al perturbante drama de la tenencia de la tierra, en un país donde hay tanta inseguridad e injusticias.
La visión que tiene Antonio es que Venezuela cuenta con legiones de productores que solo esperan por insumos como semillas certificadas, programas de financiamiento, que se restablezcan empresas de servicios como lo fue Agroisleña, para garantizar apoyo con maquinaria agrícola, con repuestos y gasolina a la mano, así como asistencia técnica adecuada. Que se definan políticas de precios justos, que se aseguren inversiones en vialidad, reconstrucción de sistemas de riego, centros de mercadeo y la indispensable seguridad que proteja la vida y los bienes de esos productores.
En definitiva, hace falta sacar la mala hierba que usurpa los poderes públicos y desde entonces otro amanecer floreciente será el destino de todos.
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