Los sorprendentes resultados de la primaria desquiciaron la poca cordura que les quedaba a los jerarcas del régimen. Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez, entre otros personajes, le vendieron a Nicolás Maduro la idea de que la consulta sería un fracaso. Que colapsaría por el peso de la ineptitud de los miembros de la Comisión Nacional de Primaria (CNP); la ausencia del Consejo Nacional Electoral (CNE); la escasez de recursos financieros; el acoso y las amenazas a los miembros de mesa y a quienes habían facilitado los locales; y por el hostigamiento contra los ciudadanos, que ejercerían los colectivos el día de la votación.
Todos esos cálculos propios de las mentes autoritarias, se estrellaron contra la realidad que se vivió el 22 de octubre. La gente de todos los estratos sociales –clases medias, populares y sectores pobres- salieron a votar con entusiasmo y decisión. Los ciudadanos soportaron largas colas, la falta repentina de boletas en algunos centros desbordados por el flujo de votantes y la precariedad de numerosos lugares dispuestos para el sufragio. No hubo barrera que los detuviera. La movilización se registró en Caracas, en Maracaibo y en numerosos centros urbanos y rurales, incluso en áreas tradicionalmente dominadas por el oficialismo.
Quienes habían convencido a Maduro de que no corría ningún peligro al permitir que la primaria se realizara y que, por lo tanto, el Acuerdo Preliminar de Barbados podía firmarse sin preocupaciones de ningún tipo, fueron desmentidos por los hechos. El día domingo, los desconcertados ya no eran solo el responsable de la negociación en Barbados y el conductor de Con el mazo dando, sino el propio Nicolás Maduro y su esposa, la señora Cilia Flores.
Vistos los resultados tan desconcertantes, había que inventar un ardid que no dejara tan descolocado al régimen. Jorge Rodríguez comenzó a actuar como esos subalternos que le prometen al jefe cumplir una misión, y luego del fracaso apelan a argumentos extravagantes para intentar justificar el fiasco. Entre todos ellos tramaron un supuesto fraude que la CNP habría cometido contra el país.
En términos estrictamente lógicos, esa acusación carece de sentido. Si hubiese habido tal fraude, lo más sensato por parte del Gobierno era dejar que la oposición persistiese en el error, para que, con unas cifras infladas, la dirigencia llegara la conclusión equivocada de que puede vencer a Maduro en los comicios de 2024. Además, se trataba de un tema interno que solo le incumbe a la oposición, tal como se estableció el Barbados.
Sin embargo, como el problema que le preocupa al régimen no es salvaguardar la pulcritud de las consultas electorales, ni resguardar los derechos políticos de los venezolanos –como cínicamente dicen los dirigentes del PSUV, coro al que se sumó el fiscal Tarek William Saab-, sino anular el enorme impacto alcanzado por la primaria y el glamoroso triunfo de María Corina Machado, decidieron violar todas las normas del sentido común y, sobre todo, colocar en la picota el pacto firmado en Barbados, en el que se comprometieron a promover unas elecciones competitivas y transparentes, con supervisión internacional.
El régimen comprendió exactamente lo sucedido el 22-0. Palpó el enorme descontento existente en la población. El deseo indetenible de cambio y cómo María Corina Machado encarna esa aspiración de reforma y rescate de la nación y la democracia. Los maduristas están conscientes de lo que esta conexión afectiva significa. Ya lo vivieron en 1998, cuando Hugo Chávez logró personificar el hastío de la gente frente al modelo predominante a finales del siglo XX. Esa fuerza liderada por Chávez se convirtió en tromba incontenible. Precisamente, lo que ahora el Gobierno quiere evitar es que ese fenómeno se repita veinticinco años después, con una dirigente que se encuentra en las antípodas del comandante. Por eso, necesitan desdibujar cuanto antes el poderoso mensaje emitido el pasado domingo: el país está hastiado del Gobierno y eligió la líder que puede impulsar los cambios que se necesitan para salir del foso en el que nos hundieron .
La casta gobernante, aferrada al poder y sus privilegios, ve con terror que sus días en Miraflores podrían estar contados si dejan que la primaria quede arraigada en la conciencia popular, como signo de lo que el pueblo puede lograr cuando se decide y se le ofrece una opción factible de cambio.
Como estaba previsto, a partir del 22-0 se inició una nueva etapa de luchas y conquistas. El régimen no podrá ocultar la realidad, aunque la niegue o intente distorsionarla. No le servirán las mentiras, ni los Pitágoras recién vestidos que hacen cálculos excéntricos para intentar demostrar que no votaron dos millones y pico de personas, sino «apenas» 600.000. La primaria fue un triunfo resonante. De allí surgió María Corina como la gran vencedora. Ahora, a ella le corresponderá dar los giros convenientes para –junto a todos los factores que la respalden– convertirse en la candidata oficial de la Unidad democrática.
En términos inmediatos, debemos apoyar a Jesús María Casal, al resto de los miembros de la CNP y de las juntas regionales y a Súmate, para protegerlos de la saña del régimen. Realizaron una extraordinaria labor que el país les agradece.
@trinomarquezc
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