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Un puñado de periodistas ejercen hoy en España la labor de perro guardián. Sánchez lo sufre, y la democracia lo agradece

Quisiera escribir que nada hacía presagiar el último escándalo de corrupción, y quisiera no haber escuchado en la redacción de ABC en 2020 que la relajación de los controles en pandemia iba a provocar los casos de los que íbamos a informar pasados unos años. Quisiera no haber leído las exclusivas de Chicote sobre los tres sobres con billetes en metálico con los que Koldo García iba pagando los gastos del «ministro», el «socialista» o «Jose», según el caso. Quisiera olvidar que él es el único escolta de un ministro al que los periodistas saludábamos por su nombre, porque era un chofer venido a más. Quisiera ignorar el abuso que supuso entregar a una misma persona la Secretaría de Organización del PSOE y el Ministerio de Fomento, control del territorio y miles de millones para gastar en donde convenga. Quisiera no haber escuchado desde la tribuna del Congreso la presentación del candidato Sánchez que hizo José Luis Ábalos para censurar a Mariano Rajoy. Quisiera no haberle escuchado aquello de la «ética pública» y la «ejemplaridad política». Quisiera no descubrir que todo era mentira, aunque algunos ya nos lo maliciábamos. Quisiera que aquel discurso, escuchado hoy, no me recordara tanto al «nos merecemos un gobierno que no nos mienta» de Rubalcaba. Quisiera, sí, quisiera que este gobierno no identificara la responsabilidad política con la responsabilidad penal, de manera que aquí no dimite nadie, como si errar y dar un paso atrás fuera un desdoro. Quisiera que la ejemplaridad de aquel gobierno bonito de 2018 no se hubiera agotado con Màxim y Montón. Quisiera que Sánchez no hubiese jurado como Scarlett O’Hara que nunca volvería a destituir a un ministro porque el mismo motivo que arguyó para cargarse a Montón se lo podía haber aplicado a sí mismo cuando también Chicote destapó su tesis.

Quisiera que la presidenta del Congreso no estuviera manchando tan alta institución con la escandalera sobre las mascarillas. Quisiera escucharle a ella, y no leerle a Mayte Amorós en ABC, que fue el número dos de Koldo quien escribió al correo personal del director general de Compras de Baleares para ponerse a disposición.

Quisiera que nadie hubiera hecho un bizum para pagar «las putas del otro día». Quisiera que los protagonistas no se parecieran tanto a los corruptos de siempre. Quisiera no acordarme en estos días de Roldán en calzoncillos, ni de la montaña de billetes para asar una vaca, ni de esos abrigos autoincriminatorios de Luis Bárcenas, ni de Tito Berni, que hubiera pasado inadvertido si Isabel Vega y Adriana Cabezas no le hubieran destapado en este periódico.

Quisiera pensar que el presidente del Gobierno no incurrió en conflicto de intereses cuando en distintas ocasiones benefició a Globalia, como nos ha contado Susana Alcelay en este periódico, y que su mujer no tuviera vínculos profesionales con esta compañía, como le leí a Olmo en El Confidencial.

Quisiera, en fin, decirle al presidente Sánchez que dime de qué presumes y te diré de qué careces. Y quisiera no tener que proclamar, corporativo yo, que menos mal que nos queda la prensa.

Artículo publicado en el diario ABC de España

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