Esta música política que suena de manera muy aguda en toda Venezuela tiene todo el soporte y la dirección del general en jefe Vladimir Padrino López. La batuta del alto oficial para afinar, para armonizar y para ejecutar esta melodía en todo el cuerpo de generales y almirantes en la situación de actividad no se inscribe en la suerte de un improvisado. No hay ningún amateurismo. Con Padrino hay la obra maestra militar y el virtuosismo refinado de otros profesionales militares con el sol sobre sus hombros que contribuyeron a su proceso de formación profesional y lo alentaron en algún momento de su capacitación. Y cuando empezó a escalar jerárquicamente y a ocupar altos cargos en la estructura militar en muchas ocasiones se intercambió con el general sobre este o aquel tema en el cual había algún rédito personal o colectivo para la organización política encubierta para la que se dragonea socarronamente. O la simple figuración. Todo eso en una armónica clave de sol. Esas oficinas del quinto piso en Fuerte Tiuna tienen un raro influjo como cuando un musulmán con el Corán en mano y el permanente rosario de cuentas en la otra peregrina con su fe a La Meca. El ministro de la Defensa no es un alien procedente de Alfa del Centauro. Y el resto de los integrantes del Estado Mayor Superior no son viajeros interestelares. Los demás jefes castrenses atrincherados en este momento para defender a Nicolás Maduro, a la revolución en la que creen y desde donde gritan consignas revolucionarias en todo el sistema defensivo territorial a lo largo y ancho de Venezuela son realidades profesionales nacidas en los cuatro institutos de formación. Donde había directores, comandantes de cuerpo de cadetes y oficiales de planta. Y en la penúltima fotografía de la línea de mando, antes de la del presidente, había la imagen de un ministro de la Defensa, de un comandante de fuerza y un jefe de educación. Todos son hijos de Chávez. Y cuando gritan que este vive y peregrinan místicamente hacia el Cuartel de La Montaña lo hacen en una genuina y original conducta empujados también por sus formadores. El grito de que el sol de Venezuela nace por el Esequibo sale con todo el aire de los pulmones y con toda la fuerza del corazón. Con la mente puesta en el momento. En el presente. Sin ningún tipo de presión. Cuando los jefes militares aparecen en la pantalla de los televisores y de los teléfonos inteligentes respaldando la declaración pública del momento que está haciendo Padrino sobre la situación del país, frescos y recién bañados, perfectamente rasurados en la barba y con el corte de pelo reglamentario, con los filos de sus uniformes recién salidos de la plancha y con una seriedad de velorio; allí están tranquilos y sin nervios. Están pensando y actuando en tiempo presente. Sin ningún tipo de coacción o apremio. Nada ni nadie los está empujando o forzando. Están ejecutando en clave de sol, pero con guitarra.
Otra cosa es ejecutar con bandola. Cuando hay aplastamiento e intimidación donde está en juego no solamente el cargo y su ejercicio profesional, también la vida está incluida en ese paquete del apremio y de la opresión. Eso también está en clave de sol. Y hacia el futuro. Solo en el manejo de las posibilidades que se pueden materializar cuando se vive en una situación política como la que está desarrollando en Venezuela actualmente. Sobre todo, la derivada de los resultados electorales anunciados por el CNE la noche del 28J. Esos generales y almirantes que intimidan desde sus cargos, que amenazan en sesiones de TikTok, que hablan de Constitución Nacional, de soberanía, de antiimperialismo, de rodilla en tierra, que califican a los opositores de apátridas, de cachorros del imperio y de entreguistas, no son personajes surgidos de una novela de Homero. Son venezolanos de carne y hueso. Que tienen algunos impulsos de valor y también transitan los caminos de la cobardía. Cuestión de la naturaleza humana. Manuel Antonio Noriega machete en mano en una asamblea con sus partidarios era distinto al reo abatido y afligido con esposas, escoltado por dos agentes de la DEA rumbo al avión que lo llevaba a una prisión federal norteamericana. Con el machete era con guitarra, con las esposas era con bandola. En clave de sol. Benito Mussolini retratado sonriente al lado del Führer en el Palazzo Chigi, honrado con su uniforme de primer mariscal y su condición de Duce, sin ninguna presión es distinto a ese otro escapando escondido en una carreta de cochinos hacia Suiza con Clara Petacci, hasta que es capturado y fusilado por partisanos. La primera es sin presión y la otra es con presión. Una cosa es con guitarra y otra cosa es con bandola. Ambas en clave de sol.
El punto es que Padrino y su combo con un sol sobre los hombros no hacen ningún tipo de diferencias con el manejo de sus emociones en especial el miedo, con relación a quienes amenazan e intimidan y a quienes se les siembra terror. El 11 de abril de 2002, a las 3:00 de la tarde, no había sido anunciada ninguna muerte en la gigantesca manifestación que iba rueda libre hacia el palacio de Miraflores donde estaba atrincherado el presidente Hugo Chávez con toda la nomenclatura revolucionaria. A esa hora todos los jefes militares eran chavistas de patria, socialismo o muerte. La melodía estaba sonando aún con guitarra. Cuando se anunciaron los primeros muertos de Puente Llaguno y otras bajas con los francotiradores y los miembros de los círculos bolivarianos, la música se empezó a ejecutar con bandola. La cadena de pronunciamientos militares de esa tarde aflojó las lealtades en las guerreras y los sables de mando y empezaron a correr desde lo más profundo del ADN venezolano del marqués de Casa León las esencias de la traición y de la felonía que se asocia históricamente con el decir del presidente Herrera al mejor modo de Yogi Berra, “los militares son leales hasta que traicionan”. La renuncia de Chávez agarró a muchos generales y almirantes corriendo entre primera y segunda base buscando la comodidad para oír la canción política y militar en el nuevo tono con bandola. Talanquera bajita es un esperado salto. Cargos, designaciones, ascensos e impunidad. Borrón y cuenta nueva con el nuevo régimen. Eso es pasado. Pero se está viviendo en el presente y no hay nada en el horizonte que indique que vaya a cambiar en el futuro. Es una melodía institucional de los cuarteles en clave de sol que está ejecutándose desde la época de la independencia.
Padrino no es diferente del grupo de generales y almirantes que lo formaron, lo capacitaron y lo promovieron. Como con el caso de Hugo Chávez. Responsables mayoritariamente por complicidad o por encubrimiento de esta grave tragedia que viven los venezolanos desde mucho antes del 4F todos esos altos oficiales con acordes de guitarra lo propiciaron desde sus altas magistraturas del cuartel. Unos y otros tienen un nivel de rechazo en ese famoso artículo del reglamento de castigos disciplinarios número 6 que estruja en pasado, en presente y en futuro eso de “No puede ser militar el cobarde, el que carezca de dignidad, pundonor, ni el de relajada conducta, pues mal puede ser guardián de la libertad, honra e independencia de su Patria, quien tenga miedo al sacrificio y ultraje sus armas con infames vicios”.
No se sabe cómo va a ser el desenlace de esto que se vive en Venezuela. Lo cierto es que el tono con bandola lo pone el pueblo en la calle. La presión. Es en clave de sol que está la ejecución y… el final.
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