OPINIÓN

En busca de la felicidad

por Carlos Malo de Molina Carlos Malo de Molina

Desde siempre el ser humano ha luchado y ha tenido como objetivo prioritario de su existencia la felicidad, que la RAE define como “Estado de grata satisfacción espiritual y física”. También se le atribuye a las personas, situaciones u objetos que se lo provocan o contribuyen a ello y, por último, a la ausencia de lo que lo impide, inconvenientes, tropiezos, problemas. Ya los más importantes filósofos griegos varios siglos a. C. hablaron de la felicidad, como Sócrates, Platón o Aristóteles y a partir de estos, casi todos los filósofos y pensadores como Séneca, Kant, Nietzsche.

Aunque algunos, o tal vez muchos lo crean, el elemento que mayor felicidad da al hombre no es el dinero, no hay duda de que el dinero y todo lo material es un factor de peso, pero para conseguir la felicidad no es el más importante.

Un estudio realizado en Harvard sobre el desarrollo en adultos (Harvard Study of Adult Development) concluye en su investigación, que comenzó en 1938 y que actualmente continúa examinando la vida de más de 700 hombres y mujeres, que los factores más importantes para que las personas alcancen la felicidad, son principalmente las relaciones sociales, familia, amigos y pareja, es decir, todo lo relacionado con el contacto con otros humanos y un entorno agradable de personas con las que se toca, a las que habla y escucha, ama, comparte, en resumen, con las que interactúa constantemente, desde una palabra amable que se da o es recibida, un apretón de manos, una sonrisa, un beso, una caricia, relaciones familiares, sentimentales, de amistad, profesionales, esto es lo que nos hace sentir, vibrar y aprovechar nuestra existencia.

En muchas ocasiones hemos vivido momentos especiales, incluso mágicos en los que nos hemos sentido realmente bien, y que hubieran tenido más valor si los hubiéramos podido compartir con otras personas. Hoy en día para compartir estos momentos no es imprescindible vivirlos con otra persona, porque podemos contarlos a posteriori e incluso en tiempo real con los instrumentos de la tecnología actual.

Hay quien piensa que la felicidad está relacionada con el placer o con los momentos de máxima satisfacción, pero no es así y si fuera así hablaríamos de una felicidad efímera y frustrante. En muchas encuestas que he realizado a lo largo de 40 años en todas ellas la mayoría de la población se declara feliz. Según una encuesta realizada por Win International 60% de los entrevistados se declara feliz o muy feliz, yo lo creo porque la gente sabe lo que siente, ellos que son exponentes de la mano invisible deben definir lo que significa la felicidad y, por último, si de algo pecamos los seres humanos es más bien de protestar y de exigir que de contentarnos fácilmente con lo que tenemos.

La felicidad no es un instante, es un proceso, todas las partes del mismo son importantes y todos producen felicidad, aunque puedan tener un determinado culmen. Si un niño desde pequeño desea ser médico, muchos días fantaseará con que ya lo es, soñará y jugará a serlo, sin duda disfrutará como si ya fuera médico. Cuando estudie estará ilusionado porque gracias a los estudios podrá conseguir su objetivo. Imagínense una alegría por cada buena nota obtenida en el bachillerato, su primer día en la Facultad de Medicina, cuando le cuente a su primer novio o novia por qué quiere estudiar esa carrera, el día de su graduación acompañado de sus padres y hermanos, su título enmarcado, su primer paciente, su primera conferencia o la número 100, un artículo que haya merecido la aprobación y valoración de sus colegas, en fin, miles de momentos posiblemente llenos de instantes de placer de cúlmenes.

Pero realmente la felicidad de esta persona, no con respecto a su profesión, no esté en momentos de placer sino en el total del proceso de ser y ejercer como médico, incluyendo éxitos y fracasos porque habrá habido notas buenas y malas, habrá salvado la vida de algunos pacientes y se le habrán muerto otros, pero se comprometió, luchó y vivió y eso es la esencia de la felicidad. Pero en el caso de este niño, su felicidad no es solo el desarrollo a lo largo de su vida profesional, este es una parte importante, pero solo una parte; paralelamente está su vida afectiva, padres, hermanos, pareja, hijos, amigos, colegas, todos ellos interactuando con él y provocando momentos y situaciones de felicidad. Como antes mencionábamos, la relación con las personas es lo que nos puede provocar una felicidad más allá del dinero y lo material, pero tanto las relaciones como lo material, como los proyectos de vida, todos se entrelazan sobre el proceso global de felicidad.

En otro artículo anterior hablaba de la era digital, de lo que significaba y lo que conllevaba todo ello, el acceso a relaciones digitales, a la información, el conocimiento y el ocio. Lo que de forma casi gratuita nos adentra a un maravilloso mundo del disfrute, del conocimiento, la cultura y el divertimento. Esto también forma parte del output global de nuestra felicidad. Una relación amorosa alguien la puede ver en función de las relaciones sexuales mantenidas y, por lo tanto, en el número de orgasmos conseguidos, pero realmente entre muchas cosas, el afecto, los momentos compartidos, las caricias, los besos, los hijos, los amigos comunes, el hogar, los viajes juntos, el apoyo en los momentos difíciles, compartir alegrías y celebraciones, es lo que se entiende por amor en general, y como no, también los momentos malos.

Es decir, de un orgasmo hemos pasado a una historia de amor, una familia, amigos y una vida en común llena de interrelaciones. A eso hay que sumarle otros muchos más procesos como sería la profesión de uno, del otro, y la de los hijos. Antes hablábamos de viajes, podemos mencionar la lectura de un libro o una determinada película. En un viaje la clave del mismo no está en un momento determinado, ni siquiera de la totalidad del viaje sino en disfrutar su planificación, luego viajando y después recordándolo, igual que en la novela o la película la clave está en lo que queda en ti después de leerla o verla, hay novelas y películas que su recuerdo nos acompañan toda la vida generándonos sensaciones. En mi caso, el escribir este artículo que es más bien un ensayo o parte de un ensayo que ya forma parte de un conjunto de artículos que van en la misma línea que otros anteriores, me produce sensaciones de felicidad, pero que van en conexión a muchos otros en el desarrollo de mi profesión, de la esencia de mi vida y mi forma de pensar. El escribir me lleva tiempo que sin duda puedo emplear de otra forma, me supone esfuerzo y sacrificio, a veces es algo parecido al dolor por el estrés que supone el intentar ordenar las ideas de la mejor y más didáctica manera, pero al final me da alegría, satisfacción y forma parte de mi output de felicidad.

En este caso lo hago además con la ilusión de junto con los siete artículos anteriores y los que quedan por venir hacer un completo análisis sobre el mercado de las ideas y la mano invisible global. Más allá de este artículo en concreto, estoy disfrutando al intentar explicar la teoría que llevo pensando y elaborando probablemente durante cuatro décadas con solo el hecho de publicar el artículo, más si al final termino escribiendo el libro justifica mi esfuerzo y da vida a mis propósitos y mi ilusión. Esto es como aquel que decía cómo me gusta jugar al póquer y perder, el día que gane va a ser increíble. Si al final publico el ensayo, además va a ser leído y si en el desiderátum tiene éxito y mis teorías van a ser aceptadas, va a ser el no va más. Pero para ser realista, con que alguien lea el artículo me siento satisfecho.

Creo en el esfuerzo y la lucha, refiriéndome a la lucha frente al problema y la adversidad, sin lucha y sin reto no hay superación y satisfacción. No solo eso, a veces hay que morder el polvo de la derrota para gozar en plenitud de la vida y sus circunstancias. Imaginemos una película o una novela, no sería para nosotros atractiva si él o la o protagonista todo lo que hiciese le saliera bien desde el principio al fin. Esa película novela sería un rotundo fracaso y si encima fuera sin esfuerzo sería el mayor de los desastres. en general el ser humano avanza por su capacidad de superación, al igual que pasa con la genética y con la sociedad a través de su sistema neuronal de la mano invisible.

Y un eje de la felicidad viene a través del compromiso entendiendo como el aceptar determinados comportamientos, ideas, o acciones que requieran esfuerzo, decisión y obligación personal. Una persona puede tener múltiples compromisos, puede ser un compromiso con la pareja, familia, amigos, para una actividad concreta reiterativa en el tiempo, como un deporte, una ideología, un partido político, una religión, un hobby o pasatiempo y otras muchas más. El compromiso puede ser de distinta intensidad, por ejemplo, una persona puede adquirir el compromiso de ser seguidor de un club de fútbol, supongamos que es el Real Madrid, pero esa persona elige una forma muy suave, casi distante, de serlo, simplemente lo sigue por los medios de comunicación de vez en cuando, ve por televisión de vez en cuando un partido y cuando se entera de que su equipo ha ganado se alegra y cuando pierde se disgusta algo; pero hay otro, un amigo suyo que es más forofo, sigue todo lo que le pasa al Real Madrid, ve prácticamente todos los partidos por televisión, se conoce todos los jugadores del equipo, también sabe de sus rivales, y opina con mucha frecuencia con sus amigos y compañeros de trabajo de los partidos del Real Madrid y del fútbol en general, incluso alguna vez va al estadio Santiago Bernabéu a ver a su equipo. Su alegría cuando el Real Madrid gana es mucho mayor que la de su amigo y también lo es su tristeza cuando pierde.

Un tercer amigo, también del Real Madrid, pero este va a todos los partidos al Bernabéu, viaja con el equipo en casi todos los desplazamientos, se oye y se ve todas las tertulias deportivas de radio y televisión, lee la prensa deportiva, se conoce a todos los jugadores de su equipo y de la mayor parte de los equipos de España y de los principales equipos de Europa y América. Entiende o cree que sabe mucho de fútbol, si el Real Madrid gana se pone eufórico, pero si pierde tardará dos días en recuperarse del disgusto. Por último, pongamos el ejemplo de Cristiano Ronaldo, que no es del Real Madrid pero lo fue durante nueve años, él vive para el fútbol, lo da todo, si su equipo gana, su felicidad es inmensa y si pierde es una enorme contrariedad. Ahora bien, sin tener en cuenta que además Cristiano Ronaldo es millonario gracias al fútbol y los demás pagan por disfrutar del fútbol, ¿quién de estos cinco personajes es más feliz y goza más con el fútbol?

¿El que ni siquiera sigue a ningún equipo, le da igual y ni lo ve ni lo entiende, el seguidor mínimo, el moderado, el muy forofo o Cristiano Ronaldo? Sin duda es Cristiano, aunque se mata por el fútbol, se deja la piel en el campo, haciendo ejercicio de entrenamiento con mucho esfuerzo diario. Así son más felices los que se comprometen en mayor medida que los que se comprometen menos, hasta el extremo que al que no se compromete nada de nada, el fútbol no le aporta ninguna felicidad ni tiene que hacer ningún esfuerzo y no se lleva ningún disgusto con este tema, si este señor anodino para el fútbol lo es para casi todas las cosas no va a tener demasiadas alegrías en su vida y por lo tanto va a tener una aburrida y triste vida, sin implicaciones, sin vida familiar, sin ideas, sin amor, sin pasión por una profesión y sin vida social.

Como ya he comentado en otros artículos anteriores el hombre vive cada vez mejor y por lo tanto es ahora más feliz que nunca, aunque no en todo ha ido a mejor. Hace cientos de años la humanidad pasaba hambre y moría por enfermedades que hoy se curan con facilidad, la mayor parte de la población era analfabeta, por lo que el acceso a la cultura y educación era muy escaso. Había guerras y matanzas deliberadas que diezmaban a las personas, la democracia era débil, cuando no inexistente, la libertad casi nula, las sociedades eran duales, es decir, unos pocos ricos demasiado ricos en relación al resto, y una gran mayoría de pobres demasiado pobres, apenas existía clase media, había racismo y esclavismo, total discriminación del sexo femenino, donde prácticamente todo el poder residía en el hombre, incluso considerando en cierta medida a la mujer de su propiedad. Actualmente se han reivindicado en gran parte todos estos temas, aunque no se han logrado erradicar completamente.

Un artículo publicado recientemente por el diario El País, denominado “Las paradojas del progreso: datos para el optimismo”, reza principalmente que, aunque la mayoría de los seres humanos pensamos o sentimos que están empeorando las cosas, la realidad es que basados en factores como: Renta, Educación, Longevidad y Salud Infantil, los datos estadísticos arrojan que “la humanidad está en la mejor situación de su historia”. Esto no significa que el mundo sea perfecto, pues todavía estamos rodeados de injusticias, violencia y pobreza.

Durante siglos las personas han vivido en contacto permanente con su clan familiar, en entornos de naturaleza y rodeados de animales. El clan familiar estaba compuesto por los abuelos, los hermanos de los abuelos, los padres, los hermanos, los tíos, los primos… eran familias amplias en la que cada pareja podría tener varios hijos, lo que finalmente resultaba ser una gran familia formada por decenas de personas que vivían cerca unos de otros. Debido al desarrollo desordenado de las ciudades en las que vivimos y padecemos, esto ha desaparecido casi completamente, al extremo de que ahora es habitual que una familia esté formada por muy pocas personas, a veces una, dos o tres, cuyos familiares más cercanos viven a bastante tiempo de sus casas o en otras ciudades. Familias pequeñas, diseminadas muchas veces en distintas ciudades, que con el tiempo pierden contacto y afecto.

De igual manera, los animales prácticamente se han disipado de nuestras vidas, con la excepción de mascotas domésticas como perros, gatos y poco más. La presencia de la naturaleza en nuestro entorno se ha reducido a escasos árboles o plantas y algunos parques. Estos cambios sin duda han hecho daño al ser humano mermando su felicidad. Es verdad que hoy al no tener el clan familiar cercano se desarrollan otros núcleos de amor y amistad diferentes, pero no creo que superen al amparo, protección y amor del que se disfrutaba en la antigua gran familia. Por lo que el hombre, rodeado de hormigón, sin animales, sin casi contacto con la naturaleza, con la familia lejos o inexistente, encuentra más problemas para ser plenamente feliz.

Critico fuertemente las ciudades que hemos ido construyendo y desarrollando, ya que no son las más apropiadas para nuestro bienestar, aunque reconozco que hay muchos e importantes elementos que dinamizan y alegran la vida actual. Tenemos que volver a la naturaleza, a la compañía, a la convivencia, a las relaciones continuas y afectuosas con el contacto directo con nuestros seres queridos.

Una vivienda dentro de una ciudad no debe ser solo un lugar en el que podamos sobrevivir, necesitamos un espacio vital mínimo que al acceder a nuestra residencia y al salir de la misma, no suframos la contaminación, me refiero al aire que respiramos, al ruido e incluso al impacto visual. Creo que los desplazamientos desde nuestro hogar a los lugares de trabajo, a los centros de educación, a los sitios cotidianos a los que tenemos que ir todos los días, no debería ocuparnos más de media hora de nuestro tiempo, deberíamos poder ir de nuestra casa a lugares de ocio a los pocos minutos de salir, por supuesto poder comprar alimentos y en todo caso pasear en un adecuado ambiente ecológico y no contaminado en el entorno donde vivimos, puestos a soñar, pero no es imposible que pueda ser realidad, podría ser factible que fuéramos andando a nuestra escuela, trabajo o a encontrarnos con nuestros seres queridos.

En las ciudades actuales las calles no son para las personas, sino más bien para los automóviles. Una cosa es que éstos sean necesarios para el transporte, y otra muy distinta es que además de contaminar, ocupen y protagonicen las vías de comunicación. Las ciudades, como el término lo dice, son para los ciudadanos, y los viales públicos deben ser para la satisfacción de los ciudadanos. Los coches son auténticos depredadores de los espacios de convivencia ciudadana.

Una vivienda no es más que paredes que enmarcan un espacio reducido, no podemos ser felices en un espacio entre hormigón que en muchas ocasiones, por la ventana solo se ve hormigón, coches, personas a lo lejos que no sabemos quiénes son, contaminación y no vemos nada de naturaleza, ni río, ni montañas y mucho menos animales. Una ciudad tampoco debe ser como son hoy en día.

El problema es que la casa, la ciudad son nuestros espacios vitales y son en general un desastre. Espero que la mano invisible tome nota de todo esto, yo por si acaso lo dejo por escrito. Necesitamos vegetación, agua, ríos, lagos, mares y animales en nuestro entorno de vida, sin tanto hormigón, sin humos, ruidos y contaminación. Necesitamos también poder salir a la calle, conocer a nuestros vecinos, están en contacto físico con ellos, que nuestros hijos puedan ir andando al colegio y nosotros a nuestro trabajo con aceras amplias y seguras. Antes decíamos que el placer no es el elemento esencial de la felicidad, aunque dependiendo del caso, puede ser el culmen y más importante elemento en determinadas circunstancias.  En una historia de amor, una relación sexual es importante y significativa, dentro de la misma el coito es igualmente significativo, aunque una relación sexual sin una historia de amor, es mucho menos relevante y aporta infinitamente menos felicidad que una historia de amor y de relación de pareja, en ese sentido, el coito en concreto aporta menos que la totalidad de la relación sexual y el orgasmo aislado menos que el coito completo. Si el orgasmo conseguido no es con otra persona y es de una persona en soledad mediante masturbación es todavía menor. Imaginemos ahora que en vez de masturbación una persona obtuviera ese placer mediante una droga, el efecto para la felicidad del individuo sería mínima. Las drogas son un atajo para obtener placer rápido y sensación forzada de bienestar, felicidad y cierta supuesta energía. Son dañinas para la salud y producen alteraciones en los órganos vitales como el corazón, hígado, pulmones, cerebro y otros. Generan adicción, cada vez se necesita consumir más cantidad para obtener los mismos o menores efectos y con el tiempo apenas producen sensaciones positivas, cada vez hacen más daño, pero la falta de su consumo produce dolor y sufrimiento, a veces la muerte por daños físicos, sobredosis o alteración. La droga realmente no es un atajo hacia la felicidad sino un elemento destructor de la misma, del individuo, es una máquina de generación de infelicidad de personas y sus entornos. Es el origen de una grave enfermedad en muchos casos mortal.

Las drogas además destruyen neuronas y por lo tanto afectan a la inteligencia y su capacidad de pensar. Generan y aceleran enfermedades mentales como psicosis, depresión, neurosis, bipolaridad y esquizofrenia. Daña el comportamiento de las personas, generando mayor egoísmo, agresividad e insensibilidad social. Además de dañar todos los órganos vitales hace vulnerables a todos sus consumidores y a su entorno, se transforman en tóxicos sociales y en enemigos del mundo, del bienestar y de la libertad.

No todas las drogas tienen el mismo efecto. Se pueden clasificar en depresores, estimulantes y alucinógenos. Las drogas depresoras generan pérdida de capacidad intelectual, de concentración, de estudio y trabajo. Aportan tranquilidad, relajamiento, sueño, pérdida de reflejos, sensación de placer y bienestar y pérdida de habilidades físicas. Las drogas estimulantes generan euforia, excitación, energía, pérdida de sueño y apetito, aumento de la presión y pulsaciones, descontrol emocional y de la realidad. Las alucinógenas, provocan alteraciones de la percepción física de las cosas, el tiempo, espacio y distancia, placer mezclado con miedo, incluso pánico y delirios paranoicos.

En todo caso es una obligación de las estructuras de poder concienciar a la ciudadanía de los problemas de las drogas, realizar campañas de concienciación, perseguir y reprimir el tráfico ilegal de drogas, intentar ayudar a los toxicómanos para que abandonen la drogadicción y, en todo caso, cuidarlos en la medida de sus posibilidades. Esperemos que con el importante avance que se está produciendo y se seguirá produciendo en los próximos años, haya alternativas para la salida de los drogodependientes de su esclavitud.

Además del amor de nuestros allegados, la fraternidad de la sociedad, la lucha por la superación y el sinfín de compromisos que podemos tener, otro elemento que nos ayuda a ser más felices es la satisfacción de nosotros mismos con lo que hacemos. Siddhārtha Gautama, conocido por Buda, un sabio humanista de cuyos principios y enseñanzas nació el budismo, dijo 500 años a. C., “no hay camino a la felicidad: la felicidad es el camino” y también “un momento puede cambiar un día, un día puede cambiar una vida y una vida puede cambiar el mundo”. En el mercado de las ideas también intervienen personas que vivieron hace 2.500 años.

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