El momento es ahora. Estamos obligados a cerrarle el paso a quienes han traicionado al pueblo venezolano, ofreciéndose como damiselas de nocturnal vuelo a los furtivos brazos del oprobio reinante. Existe tanta complicidad que dejarlos que sigan avanzando es perdernos. Son los caballos de Troya que abundan entre nosotros. Son los grandes benefactores de un proceso que desintegró la suerte del país. Debajo de la piel de algunas figuras opositoras está el habilidoso lobo rojo que alimenta sus insaciables entrañas.

Mientras en la trastienda se llega a componendas infames que desfavorecen al hidalgo pueblo venezolano. La realidad popular es de una verdadera hecatombe para quienes carecen de lo indispensable. Vivimos un suplicio desconocido para nosotros, cada día nos adentramos en una nueva cámara de los horrores. Es infrahumano la crisis que nos lleva más allá de la miseria, han pulverizado no solo los salarios, sino también la vida misma. Con estoicismo resistimos mientras recibidos los violentos embates del hambre. Una pavorosa realidad que carcome las oportunidades para arrastrarlas ante el cadáver de la República.

Un país con una espada infamante que pende de su cabeza republicana. El desbarajuste general tiene como víctima al ciudadano que parece atrapado en una telaraña difícil de romper. La estrategia totalitaria es pulverizarnos hasta hacernos un fiel retrato de la miseria, de esta forma depende de un Estado opresor que reparte migajas a discrecionalidad. Eso lo estamos viviendo en la actualidad, pero solo es la punta del iceberg de un proceso que sigue su curso hasta la destrucción absoluta.

Lo que prosigue son etapas de mayor dolor para este estoico pueblo. Duras lecciones que dará una crisis en vertiginosa embestida. Quienes se han llenado pulverizando a la nación no tiene inconvenientes, son los dueños de una prosperidad que resiste esta coyuntura. Ellos representan los nuevos ricos con ínfulas de grandiosidad, su alma es la típica del resentido social que odia a quienes hicieron fortuna de manera lícita.

Por ello persiguen la iniciativa privada hasta ahorcarla. Más de 18.000 empresas venezolanas exhiben oxidados candados de cierre, la soledad es manifiesta en emporios en donde reinaba la prosperidad, acá solo progresa lo ilícito. La demostración de la decadencia es el sello de un proceso fraudulento que nos conduce por el despeñadero. Sin embargo, han logrado encontrarse con algunos cómplices.

Es sorprendente que un régimen con los mayores índices de impopularidad tenga algunos factores dizque opositores que anhelan salvarle la vida. Nos parece repugnante que figuras nuestras repitan el mismo discurso gubernamental. Las concesiones que se hacen con las tiranías terminan siendo un boomerang que destruye a quien actúa en confabulación. Llegó la hora del despertar. La lucha por la libertad no espera, dejar la vacilación y avanzar es tarea de una nación que no puede quedarse de brazos cruzados.

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@alecambero

 


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